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Marcelo Ostria Trigo

Pasó el Carnaval


2012-02-22 - 22:47:28

El Carnaval tiene la virtud de hacernos pasar tres días –son muchos más si se incluyen los preparativos– en los que, de alguna manera, olvidamos penas, dificultades y hasta desgracias. Es un tiempo en el que se alejan las preocupaciones y se abandonan temporalmente las inquinas, y se las sustituye con la rivalidad en alegría, ingenio y belleza.
 
Sin embargo, el tan esperado Carnaval es fugaz y, en cuanto se disipa la fiesta y apenas se silencian las bandas de música, nos enfrentamos nuevamente a nuestra triste realidad. Parecería que el disfraz se reinstala en el poder. Las casacas adornadas de bordados, que nada tienen de expresión cultural, se han convertido en signo de dominación.
 
Hasta ahora, en Bolivia se ha venido jugando un permanente Carnaval oficial, con la pretensión de que ya somos un país rico. En estos últimos seis años, pese al incremento de los ingresos por el alza de los precios internacionales de los productos que exportamos, el Gobierno no ha abierto perspectivas para acelerar el desarrollo. El balance no es favorable; seguimos inmersos en el subdesarrollo, con índices de crecimiento comparativamente bajísimos con relación a nuestros vecinos, por lo que continuamos situados entre los países más pobres de América.
 
La Carta Democrática Interamericana, suscrita por todos los países del continente, establece: “La democracia es esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos de las Américas”. Pero aquí se ponen trabas al progreso, todo con criterios sectarios, es decir, deformando la democracia. Es más: se emprenden proyectos para halagar vanidades o presentar demagógicamente una buena gestión. Y esto el pueblo lo sabe.
 
Terminado el Carnaval, quizá renazca la iniciativa de la unidad. La esperanza –la que nunca se pierde– puede hacer que esta distensión de los tres días de fiesta tenga la virtud de unirnos en serio, y juntos buscar denominadores comunes: democracia, libertad y respeto a los derechos ciudadanos. Los venezolanos ya lo han conseguido y han armado una exitosa cruzada democrática, lo que significa que han interrumpido la práctica maquiavélica de “dividir para reinar” tan usada por el sátrapa de Caracas. Ellos han demostrado que las viejas disputas y los entredichos partidarios pueden superarse para la recuperación de los valores republicanos, y las de ellos tienen buenas perspectivas.
 
Se trata de aunar principios básicos: rescatar la República y el Estado de Derecho, respetar los derechos humanos, establecer una administración de justicia independiente e idónea, defender la libertad económica, la propiedad y la iniciativa privada, reestablecer la libertad de educación, respetar los derechos laborales y los de los pueblos indígenas, preservar la libertad de expresión, entre otros postulados ya arraigados en la ciudadanía. En esto hay comunidad de esperanzas.
 
Lo que estamos viviendo no es el modelo del ‘chavismo’ despótico ni del curioso ‘socialismo del siglo XXI’, ni del comunismo en retirada. Comparte, sin embargo, el autoritarismo neopopulista como estilo. Estamos, en verdad, en medio de una sucesión de improvisaciones y caprichos que crean un difícil puzle que ni los seguidores del régimen pueden armar.
 
Sin embargo, de este cuadro preocupante, ya recobrados los ánimos que se ofrendaron al dios Momo, hay que hacer que la unidad sea posible. Para lograrla –así lo demostraron los venezolanos demócratas– se requiere serenidad, altura de miras, coincidencias básicas y, ciertamente, abandono del sectarismo que separa.

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