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Dante N. Pino Archondo

La economía del derroche


2013-01-18 - 23:49:46

La economía no es un problema, por ahora no es el tema que deba preocuparnos, me dijeron no hace poco. Bolivia ostenta indicadores macroeconómicos que avisan de una buena salud, la proyección de crecimiento de su producto se sitúa por encima de la media sudamericana, tiene superávit fiscal y comercial, generación de ahorro que se traduce en captaciones bancarias que muestran record nacional y reservas internacionales por encima de las requeridas. Es decir, un cuadro de situación que era el ideal durante cincuenta años atrás.

Yo recuerdo al Fondo Monetario Internacional, llegando al Banco Central de Bolivia, para hacernos saber los ajustes inevitables que debíamos ejecutar, si queríamos seguir siendo sujetos de crédito internacional. Y sus recetas siempre significaron el debilitamiento de la gobernanza y el empobrecimiento de los sectores más pobres. Los gobiernos hasta el último de aquel año del 2003, hacían los esfuerzos más grandes para lograr recursos financieros que les permitan evitar ejecutar esos ajustes fondomonetaristas inclementes y  despiadados. Cuentan que el Presidente Sánchez de Lozada llamó al Secretario del Tesoro norteamericano para pedirle ayuda y le respondieron que podían facilitarle unos quince millones de dólares, una verdadera burla y muestra de desprecio que no se puede comprender.

Y la cuestión de fondo radicó siempre en la relación de los términos de intercambio comercial de nuestras materias primas por manufacturas. Nuestro estaño a precio de gallina muerta y los bienes de capital a precio de oro. Así de simple. No había forma de salir de ese círculo vicioso de endeudamiento, gasto y endeudamiento. La forma de manejar la economía nacional tenía un enfoque estrictamente sujeto a esa realidad. Los gobiernos dependían, por tanto, de la mayor o menor buena voluntad de los organismos financieros internacionales del crédito y del pulgar norteamericano para que estos se avengan a atender nuestros pedidos.

Todo esto fue el ayer, y claro no tiene objeto tratar de entender la economía desde el enfoque de los ajustes que se hacían antes. El precio de nuestras materia primas ahora nos permite equilibrar o mejorar presupuestos fiscales, incrementar nuestras reservas internacionales, necesitar menos endeudamiento y por tanto evitar la dependencia que este genera. Estamos viviendo otra historia. La historia de la bonanza, del dinero y del derroche.

Y es esto lo que debemos atender y entender ahora. La responsabilidad del gobierno no radica en manejar presupuestos ajustados y sujetos a condiciones políticas, ahora tiene capacidad de acción, de decisión y la coyuntura internacional le otorga el espacio suficiente para que pueda planificar, organizar y ejecutar programas de desarrollo que nunca antes se pudieron hacer.

El gobierno nacional, tiene una responsabilidad histórica mayor a cualquier otro del pasado. Los otros vivían al día y ajustados, este vive en la holganza y sin preocupaciones al punto que se da el lujo de subvencionar la gasolina, diesel y gas licuado con más de mil millones de dólares e incentivar el contrabando de este energético sin que ello le represente desasosiego alguno.

Así que deberíamos tener otro tipo de enfoque económico. Por ejemplo la integración nacional con carreteras que interconecten los centros de producción y consumo, la difusión de gasoductos que lleguen a cubrir todo el territorio nacional, donde el gas juega un rol importante, la integración provincial con las principales ciudades del eje central, la distribución de energía eléctrica y otros proyectos que vayan en busca de asentar la infraestructura económica tan deseada, la diversificación de la producción agrícola y pecuaria, el potenciamiento en el uso productivo de la tierra, es decir nunca como ahora tuvimos la oportunidad soñada.

Este es el grado de demanda que se debe activar ahora. Estas son las exigencias políticas de la hora y si algo tenemos que criticarle a este gobierno, es su carencia de proyectos, de capacidad de gestión, de conocimiento y aplicación de lo posible antes que de lo deseable. Es una verdadera lástima que esta coyuntura de bonanza económica no vaya acompañada de un gobierno con visión de futuro, que viene dejando pasar oportunidades que se tienen en la inversión de capitales, prefiriendo el gasto suntuario, improductivo e irracional, es decir derrochando.

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