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Marcelo Ostria Trigo

Rumbo a Charaña: el inicio


2013-03-24 - 22:16:28

En 1973, los gobiernos de Estados Unidos y de los países latinoamericanos resolvieron que sus cancilleres se reúnan del 18 al 23 de febrero de de 1974 en la ciudad de México para un diálogo, al decir del canciller venezolano Aristide Calvani, entre dos interlocutores: uno singular, Estados Unidos, y el otro plural, América Latina. Este encuentro se  llamó el  “Diálogo de Tlatelolco”.
 
El canciller de  Bolivia, general Alberto Guzmán Soriano, antes de viajar a la ciudad de México, advertía: “Es probable que los chilenos vayan a tomar la iniciativa de conversar con nosotros. Hay que estar alertas a las señales que nos den”. En efecto, en una de las primeras reuniones de los cancilleres, un miembro de la delegación de Chile –después se supo que era el experimentado diplomático Enrique Bernstein– se acercó a un delegado boliviano  y al final de una cordial conversación que parecía casual, dijo: “¿Qué podemos hacer con nuestros países enfrentados y sin relaciones?”. “Conversar –fue la respuesta–; este es el mejor camino para solucionar los problemas entre las naciones”.
 
Bernstein, por lo visto, tomó nota de lo anterior y, al día siguiente, trasmitió la invitación del canciller chileno, contralmirante Ismael Huerta, al canciller de Bolivia y a Marcelo Ostria Trigo, entonces director general de política exterior de la Cancillería, a una cena privada. Guzmán Soriano aceptó la invitación.  
 
Se esperaba que también asistiera Enrique  Bernstein. Pero el propio Huerta disculpó la ausencia del diplomático, ya que –dijo- esa noche “estaba indispuesto”. En su lugar concurrió el funcionario Tomás Amenábar. En la cena, el ambiente fue cordial.
 
El canciller Huerta, en su libro ‘Volvería a ser marino’, respecto de esta reunión no fue muy riguroso sobre la iniciativa del encuentro ni al curso de la conversación. Lo que él destaca es que, en esa oportunidad, “el tema planteado fue naturalmente la aspiración boliviana de salir al mar”. (II Tomo. Pag. 188. Ed. Andrés Bello. Santiago de Chile, 1988). En realidad no se trataba de una negociación, sino de una primera aproximación.
 
El almirante Ismael Huerta, tampoco cuenta en su autobiografía que él propuso al general Alberto Guzmán Soriano seguir conversando en Brasilia, pues encabezaría la delegación chilena a la ceremonia de inauguración del  nuevo presidente del Brasil,  general Ernesto Geisel, el 15 de marzo de ese año, o sea en menos de un mes. Tampoco menciona que el canciller de Bolivia le informó, entonces, que él no acompañará al presidente Hugo Banzer Suárez, puesto que quedaría interinamente a cargo de la presidencia de la República. Lo cierto es que, al día siguiente, el canciller Huerta buscó a su colega Guzmán Soriano para informarle, entusiasmado, que el presidente de Chile había cambiado sus planes, y que decidió concurrir a la posesión del nuevo presidente del Brasil.
 
Ya en Brasilia, los presidentes de Bolivia y Chile conversaron y acordaron crear en sus países sendas comisiones para estudiar el tema de la salida al mar de Bolivia, y que, al término de su labor, se concertaría una reunión con representantes de los presidentes, de las Cancillerías y de las Fuerzas Armadas, para proponer la continuidad de las conversaciones. La proyectada reunión  tuvo lugar en Santiago de Chile en diciembre de 1974. En febrero de 1975, los presidentes de Bolivia y Chile, a iniciativa de Santiago,  se reunieron en Charaña, comenzando así la negociación que más acercó a Bolivia a la meta de su retorno al mar.

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