PresentaciónTurísmoBlogshoybolivia | FacebookJuegosRSSYoutubeTwitterMóvil
Jueves 28 de marzo 2024 Contacto
InicioPortadaDestacadasEspecialesBoliviaTemas
CuriosidadesEspectáculosArte y CulturaHoy EventosMujer

           
Susana Seleme Antelo

La democracia permanente


2013-05-28 - 22:12:13

Nunca fui trotskista, más bien todo lo contrario pues abrevé en la ortodoxia marxista-leninista y su deriva no menos autoritaria, la lucha armada, mezcla de romanticismo idealista que hizo de la muerte un culto. ¡Cuánta muertes ya olvidadas aquí y en toda América Latina! Mucha gente conocida y desconocida, a las que el deber de la memoria debiera guardarles resquicios de amor: fueron nuestras y nuestros compañeros, equivocados o no, pensamos hoy, que pagaron con su vida esa equivocación. Quienes seguimos en este mundo, comprobamos  que sigue siendo casi el mismo de entonces: desigual, muchas veces perverso y con no pocas dictaduras, algunas revestidas de democracias con autócratas, que no es lo mismo,  pero es igual,  muy parecidos a los dictadores de antaño.

En aquel  mundo de ortodoxos y sectarios intelectuales, tira-tiros y muchos ingenuos, el nacido Liev Davidovich Bronstein, convertido luego en  el revolucionario León Trotski era un anatema.  Estaba en la otra esquina, o mucho más lejos: era un innombrable,  nada más que por la disputa a sangre y muerte que  Joseph Stalin instauró en su contra. Esa feroz disputa, que lo siguió allende los mares, concluyó con su muerte en su casita de Coyoacán, en el DF, México, con la connivencia de los partidos comunistas de ambas orillas. Hasta allí llegaron los tentáculos del estalinismo, a título de defender la gloriosa revolución de octubre, “que fue gloriosa y Stalin la malogró, habiéndose convertido en el sepulturero de la revolución”, como pronosticó Trotsky años antes.  

Hoy lo miro con otros ojos después de la lectura de un libro revelador: “El hombre que amaba a los perros”, del cubano Leonardo Padura. ¡Qué novela! O historia novelada, donde también se pinta de cuerpo entero a  Ramón Mercader, el asesino.  Me la regaló un entrañable amigo y compinche de toda época, cuando cumplí 70 años.
Ese regalo  vino a cerrar con broche en clave narrativa, tiempos de una larga etapa de deconstrucción personal y teórica  -no con la intención de borrar el pasado, sino para entenderlo mejor y detectar sus errores- sobre toda la ortodoxia acrítica y quedarme con el Carlos Marx, el del “espíritu  de un mundo”,  como lo nombra uno de sus biógrafos. Eso me ha permitido, por fin, mirar a Trotsky ya no en la otra esquina, ni como un anatema, ni un innombrable, sino como un hombre atenazado por las circunstancias y su obstinada lucha por la revolución permanente. ¡Qué alivio sentí como  librepensadora que ya no soporta ni mordazas ni lobotomía a la conciencia crítica!

No me adhiero al corpus teórico del pensamiento trotskista, que no es mejor ni peor que otros, en todo caso autoritario como todos. Lo recuerdo ahora para rescatar su idea de la revolución permanente como un proceso en evolución constante, un camino al que no se llega nunca, pero hacia el que hay que ir avanzando siempre.

En “El Hombre que amaba los perros”, Trotsky que va de exilio en exilio, piensa reiteradas veces que “Si la Revolución por la que había combatido se prostituía en la dictadura  de un zar vestido de bolchevique, entonces habría que arrancarla de raíz y sembrarla de nuevo, porque el mundo necesita revoluciones  verdaderas”. ¡Zares revestidos de bolcheviques, dictadores revestidos de demócratas, hoy! Frente a unos y otros, lo que necesitamos ahora son democracias verdaderas y permanentes.

De ahí que afirmo, sin duda alguna, que la democracia debiera ser ese proceso permanente en evolución constante, un camino al que no se llega nunca, pero hacia el que hay que ir avanzando siempre, proceso siempre perfectible y en construcción. Es decir, trabajando conscientemente en mejorar la institucionalidad democrática, valorar el voto de los ciudadanos libres, fortalecer la sociedad civil, enriquecer el debate político, defender el espacio de lo público frente a las veleidades autoritarias del poder político -actual, como lo fueron muchos antes- exigir inclusión étnica y de género, respetar a los otros diferentes de cualquier índole, velar porque la calidad democrática y una mejor calidad de vida para que sean palpables en todos los rincones del país y para todos .

Creo que la única revolución democrática deseable y posible es la democracia permanente, frente a la realidad del país que se consume –se consumió- una vez más, en una atmósfera cargada de conflictos sociales, de protestas irreflexivas, actitudes negativas, demandas radicales de toda índole y color, sordera al diálogo por el bien común de demandantes y del gobierno,  miedos, desconfianzas, temores y rumores. Marchar, bloquear calles, carreteras, agredir, paralizar al país hasta las últimas consecuencias, a despecho de la economía, fue la consigna tanto contra del gobierno como a favor de él y sus movimientos sociales, al peor estilo de la antipolítica.

La posición del gobierno fue no ceder y no cedió porque desprecia los espacios de la política que son el dialogo y respeto a los disensos. De ahí que “una mayoría que suprime la opinión de la minoría no es signo de que la democracia crece, sino de que está perdiendo sus cimientos centrales” como apunta el chileno Jorge Gómez Arismendi. En ese sentido, añade: “Ese es el inicio de los procesos de polarización, mediante la irresponsable retórica de los líderes, con la consigna fácil y la descalificación al voleo, que van paulatinamente suprimiendo los espacios de diálogo entre los diversos actores, ahogando el espacio público en sentido general”. 

Ayer,  los dictadores a secas eran  horribles pero no se revestían de demócratas, que  tampoco lo eran y no les producía  perturbación alguna ser dictadores. En cambio,  hay  hombres cuyo ser social es vertical y autoritario pues provienen de un sindicalismo siempre enfrentado a las fuerzas del orden que erradican la coca excedentaria. Es el caso del cocalero devenido presidente de la República de Bolivia, a la que le cambió el nombre y le quiere cambiar su historia. Es nada menos que S.E. Evo Morales, que lleva  a la práctica política  su ser social sindical, poco y nada afín al sindicalismo proletario y tampoco con la democracia, aunque  sí se puede afirmar que es cultor de una democracia electorera o electoralista, para satisfacer sus horizontes autocráticos a largo plazo.

Sin embargo, Morales  se considera demócrata, de ahí que contradijo con énfasis al periodista de CNN en español, la semana pasada, cuando éste le preguntó por los 40 días que él bloqueo al país  -hacía alusión a los rudos conflictos cocaleros de entonces- y le preguntó si era ‘autoritario’. Todo lo contrario le respondió muy contrariado: “Fueron 30 días... yo bloqueaba por soberanía y soy demócrata” sentenció para asombro de la mayoría. Fueron 10 días menos, cierto, pero parecieron miles por la devastadora consecuencia de esa acción, con un detalle alarmante: el presidente considera ‘soberanía’ los enfrentamientos de cocaleros contra la fuerza de los Estados Unidos de Norteamérica en tareas de erradicación de cocales excedentarios, en colaboración y coordinación con las fuerzas bolivianas para tal fin. ¿Esa es la soberanía que van a defender  en La Haya, frente a Chile, para recuperar el mar?  Si es así, puede irnos  muy mal.

Y porque no quiero esperar el error-horror de un porvenir no democrático sin hacer nada, aquí protesto pacíficamente, desde las letras, e interpelo a los profetas  de la derrota de la democracia permanente.  A quienes gobiernan y desgobiernan, a dirigentes, líderes, intelectuales, instigadores y operadores, visibles e invisibles, responsables de la convulsión social que sacudió Bolivia durante dos semanas,  y que hoy cantan victoria a costa de los trabajadores.  Encontrar soluciones ‘parche’ como a las que han llegado ahora, es esperar  a que de aquí a 30 días las convulsiones vuelvan a sacudir al país. Así cada vez queda  más lejos la tarea colectiva de  ir construyendo la democracia permanente.

Copyright © Hoybolivia.com Reservados. 2000- 2024
Optimizado para Resolución 1024 X 768 Internet Explorer 4.0, Netscape 4.0, Mozilla Firefox 2.0