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Marcelo Ostria Trigo

Libertad y tolerancia política


2013-09-06 - 05:18:49

Libertad, no es solamente tolerancia. Es más que eso: garantías para el ejercicio de los derechos fundamentales de las personas, respeto que debe prevalecer entre individuos que piensan diferente, reconocimiento de que la consideración mutua y convergente de todos los miembros de una sociedad y mucho más. Esto, que parece una verdad de Perogrullo, viene a cuento porque aún prevalece entre nosotros el reiterado denuesto al oponente. Se cree,  porque se lo dice, que todos los males provienen del otro, del predecesor o del que piensa de otra manera. Así se va degradando la acción política que, en vez de ser un abanico de visiones de futuro, se convierte en una despiadada lucha entre grupos que, con frecuencia, consideran que nada hay de bueno en los políticamente contrarios.

Esta es, precisamente, la conducta de los neopopulistas. Cuando se presenta una dificultad, la atribuyen –algunas veces con habilidad– a los opositores, a la derecha, a los neoliberales, a los libre pensantes, a los empresarios, a la Iglesia Católica, al regionalismo, a los periodistas, al imperialismo, al capitalismo y a una larga lista de quienes no militan en las filas del partido gobernante.
Isidro H,  Cisneros, en su artículo “Intolerancia política” (Crónica, México, 11 de febrero de 2013), cita al filósofo italiano Norberto Bobio (no precisamente un exponente de la derecha): “… he aprendido a respetar las ideas de los otros, a detenerme frente al secreto de cada conciencia, a entender antes de discutir y a discutir antes de condenar. Y porque estoy en vena de confesiones, hago una última, quizá superflua: detesto a los fanáticos con toda mi alma”. En  efecto, cuando el respeto a las ideas está ausente, es señal de que se contribuye a frenar la construcción de la incipiente democracia en nuestra región.

No solamente es detestable el trato desconsiderado con los que disienten de la opción política de los que han alcanzado el poder; es que hay más: el segundo paso luego de la intolerancia política es la violencia, es decir la persecución a los opositores, para lo que se usa diferentes instrumentos, incluido el judicial. Todo esto se acompaña de una intensa propaganda oficial que reproduce argumentos torcidos y exageraciones que desnudan conductas alejadas de la democracia.

Se afirma que el principal opositor es la prensa, cuando, en verdad, hay en ella diversidad de opiniones, lo que es saludable en una sociedad que esté signada por la tolerancia, lo que es indispensable para la convivencia civilizada.

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