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Susana Seleme Antelo

Si ahora no, ¿cuándo?


2013-09-15 - 20:51:14

Primo Levi es uno de los más conocidos intelectuales ítalo-judío,  sobreviviente del campo de exterminio nazi en Auschwitz, donde estuvo  confinado los dos últimos años de la II Guerra Mundial. Horrenda como todas las guerras, esta conlleva la trágica carga histórica que desnudó las aberraciones de los totalitarismos, tanto en Alemania como en la ex Unión Soviética, que otra intelectual  judía, Hanna Arendt, denunció sin tregua.

Primo Levi salió con vida de Auschwitz gracias al fin  de la guerra, en 1945, cuando fue liberado por la tropas rusas. Pensó entonces que después de los muchos infiernos que vivieron y sobrevivieron él y tantos más, luchando por la supervivencia, mientras otros sucumbieron a los gases y a la deshumanización del exterminio nazi, por un lado, y por otro a los interrogatorios y torturas, o al hielo paralizador de la a Siberia estalinista, no había espacio para la ficción narrativa. Si embargo, escribió una trilogía,  uno de cuyos títulos es “Si ahora no, ¿cuándo?”. En ella narra la travesía de partisanos deportados, refugiados y repatriados a través de la culta Europa arrasada por la guerra, con la esperanza de encontrar una nueva Tierra Prometida,  que encontraron en  Italia.

No se trata de extrapolar contextos ni de hacer absurdas comparaciones, pero recordar a Primo Levi, mientras leía un libro sobre los excluidos sociales, económicos, culturales, políticos y étnicos del mundo, en toda época y en tantos lugares,  recordé a los exiliados y presos de Bolivia por cuestiones políticas y de paso a algunas de esas voces.  Como de la Guido Añez que declaraba a la prensa nacional –vía telefónica- que  “Quienes estamos forzados a vivir afuera, quienes han perdido su libertad por pensar diferente, tenemos el derecho de vivir en nuestro país construyendo uno más  justo y en democracia”.

Añez es uno de los 775 exiliados políticos bolivianos, dispersos en diferentes regiones del mundo, según la Agencia para Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR). La cifra no es una fría suma aritmética o una estadística más de la infamia política intolerante que obliga a cientos de ciudadanos al exilio. Se trata de seres humanos que por pensar de manera diferente y ser críticos al régimen de Evo Morales abandonaron Bolivia, dejando familias, amistades, querencias, profesiones, bienes y prestigios para no caer en las garras de un poder judicial servil al poder político y en estado de descomposición, de una policía más corrupta que eficiente -salvo rarísimas excepciones- o del ministerio de Gobierno y su bien montado clan de extorsionadores.

“La razón del exilio es la persecución política que realiza Evo Morales contra sus adversarios utilizando el sistema de justicia como medio, con acusaciones montadas, sin lugar a defensa alguna, violando los principios fundamentales de presunción de inocencia, debido proceso, juez natural e igualdad”, sostienen varios de los exiliados en carta a Su Santidad, el Papa Francisco,  el pasado 1º de septiembre. La fecha era propicia,  previa a la visita que Morales realizaría a la Santa Sede días más tarde. En dicha carta además denunciaban que “Los menos afortunados están detenidos en cárceles, criminalizados y son los presos políticos de este sistema”, y también citaban  a la Conferencia Episcopal de Bolivia que en  septiembre de 2012 pidió al gobierno “amnistía para los presos y exiliados políticos como una forma de reencuentro de todos los bolivianos”.

En aquella ocasión el presidente hizo caso omiso del pedido de los Obispos -era previsible- dados los reiterados ataques a la Iglesia católica boliviana que defiende los valores de la democracia y el respeto a los Derechos Humanos, entre ellos la pluralidad política. Luego de hacerse pública la carta de los exiliados en la prensa nacional, el  régimen de Evo Morales afirmó que todos ellos eran “delincuentes” y que debían rendir cuentas ante la  justicia boliviana. El mismo Guido Añez respondió que  “Todos los países que han otorgado asilo a bolivianos: Brasil, España, Estados Unidos, Paraguay y Perú, han realizado un examen de todos los procesos, aun con las acciones del gobierno boliviano que ha enviado comisiones con supuestas pruebas y estas han sido desechadas. Todos estos países han calificado como persecución política los casos y han otorgado asilo a los más de 775 Bolivianos que nos encontramos en esta situación, y que tenemos derecho a retornar a nuestra patria”.

Cuando se trata de  ganar adeptos para la  reproducción en el poder, que es el caso de Morales y compañía, nada sorprende, ni que de pronto, de la noche a la mañana, Morales  se declare creyente y admirador del Papa Francisco. Premeditadamente, antes se había ‘colado’ al Encuentro Mundial de Juventudes” en Brasil, presidido por el Papa  en agosto pasado.  Ya se sabía en ese momento que 78%, de la población boliviana es católica, apostólica y romana, según el censo 2012.

Aquel evento y estos datos propiciaron la gestión de la visita al Vaticano, construcción mediática de instrumentada propaganda política, a la que está acostumbrado el régimen. Sin embargo, es sabido que Morales no es afecto a la jerarquía ni a la feligresía católica,  aunque olvida que en su inicial época de político y siempre  sindicalista cocalero, el clero lo ayudó siempre.  Su visita al Papa fue parte de un turismo diplomático político instrumental y perdió una oportunidad de oro para convertirse en un buen estadista y  aprender algo de generosidad cristiana, desde el ejemplo de su santo anfitrión.   “Si ahora no, ¿cuándo?”, Presidente.

Un brutal ejemplo de manipulación político-jurídica, a cinco años  de la llamada  la  ‘Masacre  de  Porvenir’, el 11 de septiembre de 2008 en Pando, es la información recién conocida sobre la falsificación de las autopsias. El investigador y documentalista Cesar Miguel Brie reveló a radio ERBOL que 

“Tres autopsias de los estudiantes (normalistas) fueron falsificadas por la doctora Hinojosa Saavedra, copiadas exactamente del soldado Tinini Alvarado, que muere el día siguiente -12 de septiembre- en el aeropuerto de Cobija, como prueba para poder arrestar al entonces Prefecto de Pando, Leopoldo Fernández”.

Los muertos de ambos bandos, los locales y los manejados desde el ministerio de gobierno fueron 13.  Desde entonces, hace cinco años, Fernández  se encuentra privado de libertad, hoy con detención domiciliaria por su deteriorado estado de salud.

Según Brie “quien dirigía en ese momento el equipo médico forense era el médico Augusto Torrez Balanza, identificado como extorturardor”.

Hay sobradas razones para exigir  una amnistía política sin restricciones, como en el caso “Porvenir”  y en el complot contra Santa Cruz, llamado “terrorismo-separatismo” con 39 personas imputadas, unas presas en La Paz y otras en el exilio.  Porvenir y Santa Cruz de la Sierra son dos polos de la confrontación política a la que recurrió el gobierno para deshacer  la tendencia autonomista impulsada desde el Oriente. Hay otras personas exiliadas que soportan la acusación de  “genocidio” por los luctuosos días de la sublevación popular en 2003 -aupadas por el entonces diputado Morales- contra el gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada, sin que algunos de sus entonces ministros, hubiesen tenido participación alguna en esos hechos.  

El actual Decreto Presidencial de indulto, con tantas exclusiones, es un mal alivio para descongestionar la población carcelaria, abultada sin piedad por retardación de justicia, después de la tragedia de Palmasola, donde fallecieron  35 personas. Ahí el delito es ley sujeta al poder del dinero, la droga  y  la corrupción que afecta a presos y a la  policía.

El decreto no habla de una eficaz política frente al crimen, ni de prevención, rehabilitación, reinserción social  y castigo. Tampoco sobre una administración de justicia “manos limpias”, ni sobre la reestructuración en la Policía que arrastra añejas lacras, ni de una concertación entre sectores públicos y privados sobre estos Derechos Humanos. Con la ley saldrán libres infractores menores, criminales natos y narcotraficantes. Los presos y exiliados  políticos no están en la agenda del autócrata Evo Morales y se suman a una larga lista de excluidos en Bolivia.  

Después de la visita al Papa, cabe preguntarle “Si ahora no, ¿cuándo?”
15.09.13

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