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Alejandro A. Tagliavini

¡Que vivan los burócratas!


2013-12-29 - 21:00:28

No todos los servicios son como con la electricidad en Argentina donde, aunque las empresas son privadas, la fuerte regulación estatal –de los burócratas- ha conseguido que le falte energía a cientos de miles de ciudadanos y empresas, algunas en situación crítica.

Por caso, en España existe una fuerte competencia y facilidad para el cambio de compañía de telecomunicaciones –gracias a la ausencia de “regulaciones” burocráticas- , en particular el mecanismo de portabilidad permite cambiarse de operadora telefónica conservando el número. Así, en 2013 se cambiaron un estimado de 7 millones de clientes. Como consecuencia, solo en el último año, los precios de la telefonía móvil cayeron 21,96% y, desde 2005, bajaron a la mitad.

Año tras año, han perdido cuota de mercado las más grandes (Telefónica, Vodafone y Orange) en favor de los nuevos y de los operadores móviles virtuales (OMV), que no tienen red y revenden minutos de tráfico. Así, en 2005, las tres grandes operadoras acaparaban casi el 100% del mercado y, desde la irrupción de Yoigo como cuarto operador y de las OMV, el líder Movistar ha pasado del 46,6% al 33,6% que tiene actualmente; Vodafone ha perdido cinco puntos y Yoigo y los alternativos hoy suman el 18,6% del mercado.

Todo gracias a la lucha encarnizada de las empresas por “robarse” clientes, sirviéndolos mejor. Por el contrario, las eléctricas argentinas no viven de los clientes sino del subsidio que les da el gobierno y, por tanto, para sobrevivir tienen que convencer al burócrata y despreciar al cliente. Es que el mercado se rige por una neta vocación de servicio –no hay otro modo de ganar clientes- mientras que el Estado utiliza su monopolio de la violencia –su poder de policía- que queda en manos del burócrata jefe para imponerle al público lo que le venga en gana. Se dirá que hay burócratas con vocación de servicio, si fuera así trabajarían dentro del mercado, no se impondrían policialmente.

Zoé Shepard, tras tres años en una oficina gubernamental francesa, escribió un libro (“Absolument dé-bor-dée ou le paradoxe du fonctionnaire”) que es irónico pero realista. Ingresó a la función pública por vocación, luego de ocho años de estudio, y estaba persuadida de que mejoraría el servicio. Hoy, entre otras cosas, asegura que "Cuando ingresé, me sumergí en un mundo… en el cual es posible 'solucionar' un problema sin resolverlo y 'pilotear' un proyecto sin ocuparse… En la función pública hay que llenar el escote, no el currículum… La importancia de los [agentes] no se mide por sus realizaciones… Lo importante es lamerle las botas a los poderosos… Están los que tienen poco para hacer, los inútiles y los acomodados que son mayoría”.

Un caso patético es el del (des) gobierno venezolano que ha llevado su poder policial al extremo de que, en su ofensiva "contra la usura", hasta hace unos días atrás ya había encarcelado a 53 comerciantes e iniciado 157 “causas judiciales”. Y, como toda violencia destruye, así se entiende como países riquísimos en recursos son tan pobres. Según Jesús García-Luengos, del Centro de Investigación sobre Seguridad y Gobernanza Transnacional, RESET, unos 3.500 millones de personas viven en países ricos en recursos naturales como 9 del África Subsahariana, zona en donde, a la vez, están los 12 últimos países del Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD.

*Miembro del Consejo Asesor del Center o­n Global Prosperity, de Oakland, California

https://twitter.com/alextagliavini (@alextagliavini)

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