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Álvaro Riveros Tejada

Crimen a capella


2015-02-04 - 10:39:14
Aún retumba en el corazón y la mente de millones de latinoamericanos la horrenda muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, por las características de su misteriosa ejecución, así como por las connotaciones políticas, tanto internas como externas, que este luctuoso caso ha causado.

En efecto, este hecho ha desvelado una trama internacional complicada, que ya fue revelada en tiempos del micomandante Chávez, cuando éste todavía vivía. Ello consistía en trasladar el actual conflicto étnico y religioso del Medio Oriente, que el planeta contempla azorado, a través de un extraño contubernio con los ayatolas iraníes y una antipatía a ultranza contra el pueblo judío, al que maldijo públicamente “desde sus entrañas”, quizás sólo para demostrar su odio de niño malcriado, contra el imperialismo norteamericano.

Sin embargo, al conocer más a fondo el contenido de la acusación que iba a presentar Nisman ante el Congreso argentino al día siguiente de su muerte, se pudo establecer que uno de los protagonistas de toda esta trama terrorista fue el embajador venezolano en Buenos Aires, Roger Capellaque, en complicidad con el canciller Timerman, tenían a su cargo la tarea de librar de polvo y paja a los autores iraníes del atentado a la AMIA, donde fallecieron 85 personas, nueve de ellas bolivianas, y más de 300 heridos, evitando la captura de estos bandidos, mediante la organización de movilizaciones en contra de la justicia argentina.

El comportamiento del diplomático chavista despertó la condena del entonces presidente Néstor Kirchner que, por su ancestro judío, se sentía comprometido a esclarecer el brutal atentado, lo cual a su vez contribuyó al nombramiento de su correligionario Alberto Nisman, como el profesional más idóneo para ser el fiscal de la causa. Ante esa actitud, y temiendo ocasionar un rompimiento con su colega, Chávez ordenó el inmediato repliegue de su embajador empero, el huevo de la serpiente ya estaba puesto, y a la muerte del mandatario argentino la estrategia de encubrimiento volvió a su cauce, a través de su viuda presidenta, que ya había demostrado su clara afinidad con Caracas, a través de los famosos maletinazos de dinero que llegaron para su campaña e ignorando que en la medida que un gobierno se relaciona con movimientos antisistema, termina apoyando causas terroristas.

Es más, los organismos de inteligencia argentinos no hicieron nada por apurar la captura del ex agregado cultural de la embajada iraní en la Argentina, Mohsen Rabbani y menos por la de Ahmad Vahidi, ex ministro de defensa de Irán que había llegado invitado a Bolivia para participar del aniversario del Colegio Militar de Aviación, ambos con sello rojo de Interpol y sindicados por Nisman de dirigir el atentado.

Lo curioso de esta siniestra trama es la actuación del ex embajador venezolano que, haciendo honor a su apellido, creó toda esta confabulación usando sólo su voz y restringiendo todo tipo de instrumento.¡Un verdadero crimen a capella!

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