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Dante N. Pino Archondo

No hay democracia señores


2015-04-26 - 12:00:28
Dos condiciones básicas para entender la democracia. La legalidad de origen (el voto) y la legalidad de la gestión que significa reconocer y respetar el Estado de Derecho, es decir, la constitución y las leyes. De manera que el voto no lo es todo para definir una democracia.

Nacer a la democracia es tan importante como hacer democracia. Y lo que tenemos en Bolivia, es la repetición incesante del voto y el irrespeto y violación de la ley permanente. Por tanto, no hay democracia. Y ese vació que se produce cuando la ley está subordinada a la voluntad de un individuo, se convierte en dictadura. Dictadura militar por mandato institucional o dictadura civil por mandato sindical, camuflado como movimientos sociales, son al final las dos caras de una misma moneda.

Cuando los generales tomaban el gobierno y se declaraban tutores de la sociedad, asumían ante sí y para sí las decisiones que ellos consideraban convenientes, en nombre la Patria. Ahora tenemos un gobierno que controla y manda sobre los órganos de poder y los subordina a su interés en nombre del pueblo. Tanto en uno como en otro se persigue, se anula o se asesina al disidente u opositor, porque se lo considera enemigo del régimen y de sus políticas, que para el dictador son la única verdad.

Esta verdad, tiene doble cara: por un lado se muestra lo que el dictador piensa que son victorias socialistas sobre el capitalismo y en ese afán se utiliza la economía con un sentido asistencialista, benefactor y prebendalista, cuyo éxito depende de la cantidad de ingresos que dispone. Caso venezolano, donde la aplicación de una política económica de gasto incesante con fines de apoyo y control político interno y externo ha terminado debilitándola al punto que no puede resolver la demanda interna de bienes y servicios. Y el caso boliviano que en comparación con el venezolano tiene resultados distintos, porque a pesar de todo el discurso socialista, en la praxis el neoliberalismo se ha sostenido en todas las áreas de actividad económica, donde los precios y costos de producción se definen por el mercado con intervenciones previsionales por parte del Estado y donde los experimentos estatales para competir con el sector privado, creando empresas, es un rotundo fracaso disfrazado por discursos antiimperialistas que no han llegado a significar, aún, un drenaje de gasto fiscal.

En suma tenemos realidades diferentes que dependen del grado de intervención estatal que se produce. Lo cierto es que en ambos la inversión extranjera directa brilla por su ausencia, lo cual es un indicador de la desconfianza que este tipo de gobiernos genera. No es lo que se dice sino lo que se hace, pero además lo que se piensa.

Pues bien a todo esto se acostumbran los dictadores, se acostumbran a vivir bien, a gastar lo que no es suyo, a disponer de la vida de los demás como crean, a mandar sin discusiones y a pensar que sin ellos el mundo dejará de existir. A un dictador no se le ocurre dar paso a la alternancia del poder, no se le ocurre escuchar al contrario, no se le ocurre respetar los derechos humanos porque no respeta la ley, solo cree en sí mismo y en su verdad que es la realidad que vive todos los días, rodeado de bienestar y de lujos dando discursos aquí y allá como si fueran cátedras de conocimiento, inaugurando obras que son en realidad gastos insumidos en corrupción, todo esto no está el dictador dispuesto a perder, a ceder o a entregar a quien considera sus enemigos.

Por esto no creo que Evo Morales tenga la voluntad de respetar resultados electorales, de dialogar o debatir con la oposición menos de cumplir con su mandato. Y no podemos decir que no nos lo ha advertido, al contrario, dijo con toda claridad que él no es inquilino del Palacio sino dueño para los próximos quinientos años, que nunca más los karas (blancos) volverán a ser gobierno y que la historia boliviana ha comenzado junto con él. Todas estas expresiones han tenido, hasta ahora, el resultado de las tres elecciones tramposas con votos de muertos y lugares donde el cien por ciento le ha correspondido, y donde a falta de voto está el Tribunal Supremo Electoral para validar su voluntad o está el Tribunal Supremo de Justicia o la Fiscalía General de la Nación o el Tribunal Supremo Constitucional, es decir todo el poder judicial. Nada necesita si tenemos en cuenta que ha logrado doblegar a las Fuerzas Armadas de la Nación, que ahora gritan socialismo o muerte.

Con este poder acumulado, ¿qué peligro puede representar un Gobernador o un Alcalde? ¿Si tiene dinero para corromper, armas para imponer y coca para exportar? Las cartas, de este proceso, han sido jugadas el mismo 17 de octubre de 2003 esa conspiración que sirvió para convertir a Bolivia en el territorio libre de la coca y la cocaína, para destrozar la economía del gas, que ahora más que antes, es dependiente del capital extranjero y para destruir la institucionalidad edificada con tanto esfuerzo desde el retorno a la democracia en 1982.

No sueñen como niños los que ven en victorias municipales y regionales el fin de su mandato, no lo es, y eso está lejos de producirse, al contrario hay armas y formaciones para militares que en su momento podrán a las Fuerzas Armadas en una difícil situación y al pueblo en el paredón.

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