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Fernando Rodriguez Mendoza

Los tres pilares de un país


2015-08-09 - 09:14:21
La construcción de un país tiene como basamento tres pilares cuya consistencia dan, a su vez, fortaleza o debilidad del país; estos son la educación, la salud y la institucionalidad.

El problema boliviano se encuentra desde sus mismos orígenes como República y ha seguido sin modificación durante el nuevo Estado plurinacional, sin respuesta y menos solución seria y con miras al futuro.No es motivo de este artículo analizar los dos primeros pilares, pues es una realidad fáctica e irrefutable que la salud y la educación no tienen respuestas adecuadas, y la mala actitud de su manejo –desde siempre- se refleja en el martirio diario de los enfermos y en la mediocridad de los maestros y estudiantes.

Sobre la institucionalidad, una de las características negativas que tiene Bolivia es que las instituciones que forman parte del Estado -muy pocas veces y por espacios cortos- han sido fuertes, sólidas y confiables, aspecto atribuible más a las personas responsables que a la institución misma. La regla es que las diferentes instituciones públicas y privadas son mediocres, están mal manejadas y carecen de profesionalismo, prevaleciendo el compadrazgo, el nepotismo y la burda repartija de simples pegas. Estamos asistiendo a una tragicomedia en el caso de los dirigentes deportivos, evidenciando así la total desinstitucionalización de las entidades que deben manejar el futbol, porque está demostrándose que las instituciones no valen, únicamente valen quienes las dirigen.

Por diferentes razones los dirigentes se encuentran con procesos judiciales que determinaron que se los encarcele y las instituciones, llámense Federación Boliviana de Futbol o Asociación Nacional de Futbol, no reaccionan, mostrando una dependencia inexplicable de los dirigentes que, aún presos, mantienen el control institucional, sin que nadie los enfrente. Es muy triste asistir a estas burdas operetas en el que el nombre del país se pone por los suelos, no importando la institucionalidad por los sempiternos apetitos personales, con el triste colofón de que no vislumbramos cambios positivos y de fondo, con la complicidad del silencio y la anomía de los ciudadanos.

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