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Dante N. Pino Archondo

El milagro de la nacionalización en Bolivia


2015-08-17 - 19:03:42
Milagro es algo que no se puede explicar, porque si lo haces deja de serlo. Así que tienes que creer. Eso es todo. De eso se trata. Tener fe o no, y si no la tienes, entonces debes saber explicar por qué no tienes fe, es decir, porque no crees en los milagros.

Me cuesta creer que la simple nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia haya logrado que las reservas internacionales se multipliquen por diez, que los déficit crónicos fiscales y comerciales se conviertan en superávit, que la Banca tenga dinero para prestar y una mora baja, que la inversión estatal se incremente a niveles nunca pensados y el consumo aumente y la vida entera en Bolivia se convierta: del no sabemos cómo llegar a fin de mes en un mes completo. Pero además que se pueda tener dinero para derrochar, en satélites, autos, aviones, palacios, helicópteros, y todas esas cosas que antes sabían a sueños.

Digo si la nacionalización es la varita mágica que hizo posible todo esto, ¿cómo explico la situación venezolana, donde se nacionalizó, confiscó y sin embargo ahora tiene resultados inversos? ¿Qué tipo de milagro es este que partiendo de lo mismo termina con resultados distintos?

Algo ha debido hacer el gobierno en Bolivia que no hizo el gobierno en Venezuela. Una ironía si vemos las cosas en perspectiva. Fue Chávez el mentor de Evo Morales, a quien le reconocía como su Comandante, en quien depositó su fe completa y a quien le obedecía en sus mandatos.

La nacionalización fue un acto bautismal, una decisión tomada para poner distancias: frontera entre el pasado y ese presente que debía ser cambio. Fue una medida simbólica. Y tuvo su efecto en la memoria popular. Porque desde la década de los setenta se repitió insistentemente que la nacionalización era una medida patriótica que recuperaba para el pueblo el control de sus materias primas y que por tanto era una política sagrada, fuera de toda discusión. Las nacionalizaciones, como la demanda marítima, no se discuten, simplemente se acatan. Y es por sí misma milagrosa, convierte la pobreza en riqueza, y se constituye en una medida que solo los gobiernos socialistas se atreven a tomar.

Durante la década del setenta gobernó la dictadura banzerista y fue la beneficiaria de la nacionalización de la Gulf- que llevó a cabo Marcelo Quiroga Santa Cruz- por un efecto precio que como en el caso presente disparó el barril de petróleo aumentando su valor diez veces. Banzer, lo mismo que Morales, gastó sin medida esos recursos.

Fue el propio Marcelo en su “juicio de responsabilidades a la dictadura”, quien demostró que esos recursos tan valiosos no fueron debidamente invertidos en lo que el pueblo necesitaba, pero sí generosamente repartidos entre los allegados al régimen. Exactamente igual que ahora.

Por tanto, la nacionalización per se no es lo que ocasionó la bonanza ni el milagro al que se refieren muchos cuando hablan de la situación boliviana. Lo que ha diferenciado a la economía boliviana de la venezolana, es que se ha tenido sumo cuidado de no tocar el resto del sistema económico dejado por el neoliberalismo: sistema de precios, comercio exterior, política monetaria, cambiara y crediticia. Todo esto se ha sostenido con algunos controles de precios y limites que se asumieron temporalmente. El gobierno boliviano no tomó el control de las divisas como lo hizo Venezuela. La intervención del Estado en la asignación de divisas genera corrupción y una distorsión grave del mercado, con su correlato de escasez y mercado negro.

Podemos decir entonces que el Gobierno de Evo Morales ha sido en el fondo un gobierno de economía liberal y capitalista respetuoso de la propiedad privada en general, (salvo alguna toma de minas privadas por comunarios), que no tuvieron un impacto importante.

En cuanto a la inversión, el gobierno boliviano, tiene un pecado original que se llama constitución política plurinacional, donde se colocaron enormes piedras bloqueadoras. Una de ellas es el sometimiento de la inversión extranjera a la justicia boliviana, lo que no garantiza la imparcialidad de la inversión en casos de controversias. La misma nacionalización usada en el discurso como arma de confrontación con la inversión extranjera actúa como desincentivo. Sin embargo ni siquiera en el caso del gas, se ha desconocido a la inversión extranjera, más allá de obligarla a firmar nuevos contratos en los cuales se les reconoce sus gastos bajo la modalidad de costos deducibles, que es una manera de compensar la reducción de ingresos por el Impuesto Especial a los Hidrocarburos y sus Derivados conocido como IEHD.

Por esto aunque la inversión extranjera ha disminuido no se ha producido una resistencia total a ver la posibilidad de invertir, tal el caso de empresas que ahora piden permisos para explorar y explotar territorios considerados reservas que están colocando al gobierno en dificultades para interpretar su propia constitución y le dificulta el proceso por la obligación de pedir autorizaciones previas a los pueblos indígenas-originarios y Tierras Comunitarias de Origen.

Podemos decir entonces que la intervención del Estado en la economía boliviana ha sido moderada y en este sentido fue más el discurso anticapitalista y anti-imperialista que la realidad asumida en el contenido de sus políticas. Lo que fue inverso en el caso venezolano, donde la copia de políticas cubanas en el control del Estado sobre todo el sistema, fue mucho más allá de lo aconsejable, transfiriendo sus excedentes económicos mediante subvenciones petroleras hacía todo el caribe y gobiernos de sud américa afines al chavismo, así como el uso de la renta petrolera destinada al pago de bonos y subvenciones sociales cuyo fin sigue siendo la cooptación de una base social afín que le sirva como soporte político.

La nacionalización debería ser una medida extrema aplicada en casos particulares también extremos, pero no puede sacralizarse y definirse como un instrumento milagroso indiscutible reverencial. En Bolivia se viene ideologizando todo. Papel que cumple el Presidente Morales todos los días llevando dinero a las comunidades, inaugurando obras sin importar si son necesarias y predicando la nacionalización como la palabra sagrada sobre la que se asienta todo lo que él hace.

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