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Álvaro Riveros Tejada

Cobrando Facturas


2015-09-16 - 15:51:42
Lo que pareció un triunfo del régimen de Nicolás Maduro en el seno de la OEA, al lograr desactivar los esfuerzos de Colombia por convocar una reunión de cancilleres que trate lo que considera “una grave crisis humanitaria con deportaciones y maltratos inferidos a sus ciudadanos”, más que una victoria fue una nítida muestra de la gradual y sistemática pérdida de credibilidad e influencia de su gobierno y del chavismo en la región, al sólo conseguir cuatro votos a favor y la abstención de la mayoría de los países off shore subyugados por el influjo de Chávez, para secundar sus tropelías.

Bolivia, Haití, Ecuador, Nicaragua y, por supuesto Venezuela, fueron los únicos 5 que votaron en contra y se abstuvieron once otras naciones, entre las que se hallan Brasil y la Argentina, arguyendo en forma celestina y maquiavélica que Unasur era el foro adecuado para abordar este impasse, ya que la OEA habría demostrado su ineficacia para emprender este tipo de crisis. Lo reprochable de esta malhadada propuesta fue que la efectuaron a sabiendas de que el desvío de la causa a la Unasur era imposible, toda vez que ésta había cancelado a priori la posible reunión, arguyendo la imposibilidad de asistencia de la canciller venezolana.

Cuando el mundo entero contempla azorado el espantoso éxodo de migrantes que huyen de la guerra para lograr asilo en tierras europeas, tanto los países que en la OEA votaron en contra, como aquellos que se abstuvieron, tuvieron que sentir algo de repugnancia, sino arrepentimiento, por su obsecuente actitud en favor del déspota que habla con su comandante eterno a través de pajarillos, cuando éste resolvió expulsar a más de ocho mil colombianos indocumentados a su país, sin respetar a niños y ancianos y muchos de ellos en estado de indigencia, obligándolos a cruzar a pie el fronterizo río Táchira, en un acto que fue profusamente reportado por la prensa gráfica internacional y que quedará en la memoria histórica de toda la humanidad.

Casi en forma simultánea a este acto, Maduro instruyó a su aparato de justicia decretar una sentencia de prisión por casi 14 años a Leopoldo López, actitud que también gozó de la sesgada anuencia de Unasur al asegurar en uno de sus comunicados que: “reitera su respeto a las decisiones que adopten las autoridades jurisdiccionales de sus Estados Miembros y confía que el señor Leopoldo López pueda ejercer los recursos procesales que considere pertinentes su defensa”. Ante tamaño envilecimiento, el único que rompió el silencio fue el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, al señalar: "Me parece que es muy mala idea utilizar los tribunales de justicia para castigar ciudadanos por sus opiniones políticas. Lo fue en Sudáfrica con Mandela, en Uruguay con Pepe Mujica y lo es en la Venezuela de hoy".

Lo lamentable de esta historia es que la riqueza de ese noble pueblo venezolano haya sido despilfarrada en la compra de conciencias, en lugar de ciencias y en adquirir felonías en lugar de lealtades, de ahí que le será muy difícil cobrar sus facturas.

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