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Mauricio Aira

Carencia total de credibilidad


2016-03-10 - 17:22:01
Un japonés se hizo el “harakiri” se apuñaló el vientre delante del Parlamento, de 39 años el hombre logró sobrevivir y declaró que tomó la extrema determinación porque había aceptado una donación de 439 euros que puso en duda su honor. Historias similares leemos a menudo de samuráis, (guerreros solitarios) que ofrecen su vida a cambio de no perder la credibilidad.

Es que cuando se pierde esta virtud social, una persona puede estar diciendo la verdad, pero nadie ya le cree. O que mienta y sus interlocutores crean en su palabra al pie de la letra. Durante las últimas semanas Bolivia atraviesa por una severa crisis de verdad, de credibilidad desde el alto mando de la Nación.

Cuanta mayor cultura tenga un colectivo, mayor sea su respeto por la verdad y por ende la credibilidad ante los ciudadanos. La honestidad sobre la que una persona construye su vida, al margen de mentiras y de falsedad. Por mucho que alguno hubiese logrado convencer al resto, si no hubo honestidad, esta estructura se cae. Puede suceder en cuestión de días, o de horas, de ayer para hoy. Así si Bolivia fuese Japón, hace rato que el vaciamiento de los intestinos habría tenido lugar en un escenario público.

Tanto teólogos como sociólogos están de acuerdo cuando afirman que la credibilidad nace de la confianza y del grado de componentes que generen esa confianza nutrida por afinidad ética, ideológica, de estética. Por ello siempre que se confiera responsabilidad a determina persona estamos interesados en sus acreditaciones, en su nivel de solvencia, de prestigio, si bien su dinamismo o carisma también se toma en cuenta, lo básico es que esa fe y confianza resultan de la mano de la verdad y del consenso. Los bolivianos solemos ser tolerantes, aunque cada vez en menor escala, y crédulos y aceptamos los testimonios que nos ofrecen sin dudas de deshonestidad, ni siquiera tomamos en cuenta la acumulación de errores, de incongruencias en la hoja de vida de los políticos que nos dan “gato por liebre” y nos engañan las más de las veces sin mayor trámite.

Lo descrito ha venido sucediendo consuetudinariamente, los bolivianos hemos resultado engañados, hemos confiado demasiado y nuestro recelo no ha sido suficiente para rechazar de plano a personajes que se propagandeaban como “hechura de corrección y de honradez”, vaya ingenuidad del ciudadano, ahora arrepentido cuando comprueba tanta desfachatez y falsía, que se descubre con las mentiras institucionales “proclamadas a voz en cuello” sin la mejor indulgencia ni consideración al ciudadano sólo interesado en Bolivia.

Internet se ha convertido desde los noventa en un instrumento incomparable para descubrir la verdad y denunciar la mentira, tiene como fuente de información la red universal comenzando por el Google, cualquier cibernauta armado de un simple ordenador penetra muros anteriormente insalvables, hoy con un clic está dentro de archivos insondables, porque los Estados exigen de sus instituciones, de sus funcionarios “transparencia” no tanto para el público cuanto para el control estatal, pero que “sin quererlo” se abren globalmente.

Las universidades De California y Stamford han implementado cursos, análisis sobre la credibilidad en Internet, también España los periodistas están integrados en estudios similares así como en Suecia y Finlandia para verificar datos, enlaces, búsqueda y consultas avanzadas, finalmente está la credibilidad de la calle, que está ofreciendo resultados patéticos.

Cuando el colectivo ha perdido la confianza en sus mandatarios y la carencia de credibilidad está presente en los actos de Gobierno, resta una vía de purificación y devolución de esta virtud. La renuncia y la vuelta a empezar.

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