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Humberto Vacaflor Ganam

El Quijote en Bolivia


2016-04-20 - 17:59:44
Hace 400 años, un 22 de abril, Miguel de Cervantes Saavedra “dio su espíritu, quiero decir que se murió”, como escribió él al dar cuenta de la muerte de Alonso Quijano.

En 1590 había pedido su nombramiento de corregidor de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz. Pero Felipe II se lo negó, felizmente, porque si bien La Paz perdió con esa decisión al mejor corregidor del planeta, él no hubiera escrito en 1605 la primera parte de la mejor novela que conoce la humanidad. Las tareas de administrar el comercio de la coca en La Paz le hubieran absorbido. O la novela hubiera resultado alborotada. Don Quijote habría tenido que luchar contra otro tipo de monstruos. Su Dulcinea hubiera sido no una segadora de trigo, sino una pisadora de coca. Y quizá hubiera comenzado la novela diciendo “En un lugar del altiplano de cuyo nombre no quiero acordarme”, porque los nombres en aimara son difíciles de recordar, claro, no por otra cosa.

Pero quizá hubiera llegado hasta Potosí don Quijote, buscando la montaña rica, para comprobar que estaba ante la evidencia de uno de los consejos de Alonso Barba: “cerro en forma de teta, búscale la veta”. Porque forma de teta, tiene Potosí, aunque ahora un poco deteriorada por 500 años de succión ininterrumpida. Pero entonces, el Quijote hubiera entrado no en la Cueva de Montesinos, sino en alguno de los socavones de Potosí, donde hubiera tenido fantasías similares, pero esta vez agravadas por la falta de oxígeno, a 4.200 metros sobre el nivel del mar. Para ese problema, los mineros le habrían recomendado un te de coca. Allí, en Potosí, hubiera estado en una de las más grandes ciudades del mundo, en cantidad de habitantes. Más grande que Madrid, por ejemplo. En su obra, menciona dos veces a Potosí y una vez al Perú.

Pero el hombre no se vino por estos lares. No necesitaba hacerlo. Está en casi todas las casas de la gente de estas partes del planeta. Nos ha educado con su humor. Nos ha incorporado a la religión de los españoles, el quijotismo, que practicamos más que la otra.
En mi caso, a mi edad, la frase que más me emociona es la despedida de Barcelona, después de haber sido derrotado por el Caballero de la Blanca Luna.
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