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Álvaro Riveros Tejada

Celebrando de Octubre el gran día


2016-10-19 - 19:13:22
Doña Paz de Chuquiago Marka, distinguida dama nacida hace cuatrocientos sesenta y ocho años, se ha caracterizado siempre por su excesiva altura y una frigidez comparable a los nevados que la circundan empero, su aristocrática figura, su cálida como acogedora hoyada y el carácter hospitalario de sus ascendientes, hizo que fuera lisonjeada por nobles caciques; conquistada por ilustres españoles; rescatada por valientes libertadores latinoamericanos; y una pléyade de honrados mestizos altoperuanos que, como producto de su profundo amor, estuvieron destinados a convivir con ella.

Desde su niñez fue llamada para grandes destinos, y así lo comprendieron los administradores de su inmensa fortuna, que orientaron sus esfuerzos en esa dirección. No en vano, Pedro Domingo Murillo, uno de sus más preclaros hijos, proclamó en su seno el primer grito libertario de América, imbuido del orgullo de su estirpe, y dejando encendida una tea que no debe apagarse jamás.

Cuando todo hacía presagiar que doña Pacesa se convertiría en una de las damas más importantes del país y del continente, un repentino proceso de involución familiar permitió que se dé fin con su dote y su riqueza. Nada explica la razón de esta suerte, pues en su casa, famosa por ser la cuna de valientes, tumba de tiranos, y crisol de la bolivianidad, su proverbial generosidad estuvo presente, para cobijar a sus ocho hermanas, con la misma ternura que lo hizo con los collas que nacieron de sus entrañas. De ahí que el regionalismo y las poses de un etnocentrismo obtuso, nunca anidaron en su seno.

La madre naturaleza fue pródiga con ella y desde sus breñas andinas, hasta la más profunda Amazonia, se hizo presente con esa inconfundible magia que la torna noble, generosa, altiva, valiente y admirable. No en vano le fue otorgado ese justo calificativo de “Ciudad Maravillosa” al contemplarla extendida, como en un tálamo nupcial, usando de cabecera al majestuoso Illimani y haciendo gala de ese misterioso sincretismo que enriquece y adorna su cultura.

Como toda urbe moderna, no escapa de esa vorágine de manifestaciones, paros y bloqueos que continuamente la acechan, así como de las innumerables fiestas y desfiles que detienen su marcha cotidiana. Tales expresiones la tornan a veces conflictiva y difícil, como cuando en nombre del desarrollo y con vocación de tractoristas, una legión de insensibles individuos, presa de su codicia depredadora, se adueñan de sus áreas verdes y talalos hermosos cerros que la circundan. Empero asimismo, no logran desdibujar su belleza y su enigmático atractivo.

A horas de celebrar las efemérides de su nacimiento, el transporte público ha anunciado un paro, acto que dudamos responda a una muestra de cariño a Doña Pacesa, por el contrario, en lugar de reflejar la eliminación de todo tipo de violencia, se constituye en una afrenta a ella y una obscena forma de celebrar de Octubre el gran día.

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