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Marcelo Ostria Trigo

Lo que deja el año 2016


2017-01-05 - 21:40:29
Hace dos milenios, Séneca afirmaba: “En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto”. El futuro —por ser dudoso—, es el que causa las mayores inquietudes, especialmente cuando en el pasado se han cometido errores y se ha incurrido en culpas. Peor aún, si se persiste en recorrer caminos equivocados que dañan la moral de la sociedad.

Ese es el caso provocado por los que, obcecadamente y a cualquier precio, buscan eternizarse en el Gobierno, lo que es un tema trascendente: se pretende –según el propio presidente– permanecer en el poder durante 500 años, lo que es, desde luego, una fantasía, especialmente cuando se sabe que los ciudadanos ya no favorecen el continuismo, como fue comprobado en las urnas en febrero de 2016. Esto muestra que el apoyo inicial que gozaba el oficialismo se va esfumando, lo que pone en apuros a sus dirigentes empeñados en esconder su temor a perder el poder. En este afán, no hay ni altruismo ni respeto por lo que piensan los ciudadanos; predomina el capricho.

Lo que también es deplorable es que, para conseguir el continuismo en el poder, se pretenda dividir a los bolivianos en buenos —que apoyan el designio oficial— y malos —que buscan que se dé paso a la alternancia democrática en el poder. Esta pugna es desigual, pues el “maravilloso instrumento del poder” puede torcer resultados y, si hay empecinamiento, no sería extraño que se recurra a procedimientos vedados para conseguir el propósito continuista. Si se prosigue con tal conducta, se presentará una disyuntiva: resignación o la decisión de resistir a quienes proclaman el continuismo como deseable, necesario e inevitable. Esto, a la vez, amenaza con crear más enconos, poniendo en riesgo la convivencia pacífica de los ciudadanos.

Se están forzando argumentos para justificar el continuismo. Sobresale el que califica a la vigente Constitución Política del Estado como “chaleco de fuerza” que impide propósitos continuistas. Se olvida que la ley fundamental, fue impulsada y aprobada forzadamente y en medio de protestas reprimidas cruentamente en La Calancha por los mismos que ahora buscan modificarla con propósitos sectarios.

En el año pasado se han destapado los afanes de retener el poder, y que parece que seguirá en el 2017. Es que no hay muchas esperanzas de que haya cambios de conducta, puesto que es notoria la insistencia en lo ilegal, pernicioso e irresponsable. Esto ya es un desafío para la democracia.

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