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Marcelo Ostria Trigo

El lenguaje de los caudillos


2017-03-15 - 20:54:59
En la actualidad se conoce con suma rapidez lo que sucede en el mundo; entre las noticias publicadas figuran los discursos y las declaraciones de los Jefes de Estado, los que que son tomados como indicadores de la política seguida por su gobierno, tanto en lo interno como en lo internacional. Esto es relevante, como lo afirma Mario Luís Fuentes: “El lenguaje del jefe del Estado nos revela quién es y cómo piensa; nos sitúa en el "desde donde" se percibe y construye su idea del mundo y de lo que debe ser la sociedad; de ahí la importancia de una actitud mesurada y reflexiva, considerando que vivimos en un mundo en el que el vértigo comunicativo tiende a paralizar los sentidos y nublar la razón”. (Excélsior. México, 22.10.12). Y, si se trata de populistas, el analista Enrique Krauze dice: “El populista usa y abusa de la palabra, hasta apoderarse de ella. Propone una única verdad de la cual él es poseedor, usa la retórica demagógica, para que el pueblo entienda el mundo desde una única perspectiva…”.

La mesura en las declaraciones —que no supone abandonar firmeza— es señal de madurez. Los adjetivos no contribuyen a dar fuerza a los mensajes; menos aun si son ofensivos. Los problemas, son mejor comprendidos si se los expone con serenidad y consideración. Lamentablemente, son frecuentes los agravios —muchas veces mutuos— entre jefes de estado y altos funcionarios que creen que los mensajes ofensivos cambian hechos políticos o las posiciones de los países. Habrá que entender: la pretendida agudeza que linda en el insulto, no convence, solo inflama enconos.

Ese estilo se hace más evidente cuando se incurre en errores: “se luchó contra el imperio romano”, o se cuentan historias de ultratumba, como la del “pajarico” que encarna a un caudillo desparecido. Esto da lugar a críticas, no desprovistas de humor, que son las que más duelen.

La manía de declarar diariamente sobre todos los temas habidos y por haber, lleva a equívocos y no pocas veces provoca solo sonrisas. Por ejemplo, el presidente venezolano, acaba de enviar un mensaje verbal en inglés al presidente Donald Trump y, como Maduro no habla ese idioma, su locuaz canciller le sopló en la oreja lo que quería decir. No es difícil imaginar lo ridículo de este intento.

Por supuesto que lo cómico no oculta toda la maledicencia ya frecuente en el caudillaje latinoamericano. Recuerda a quien mereció el ”¿Por qué no te callas?”. Lo peor: así estos “elegidos” van perdiendo el respeto y el apoyo de sus conciudadanos.

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