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Marcelo Ostria Trigo

Un mundo casi en llamas


2018-04-18 - 18:11:52
La expresión latina Homo homini lupus est (el hombre es el lobo del hombre) se refiere al carácter destructivo de los seres humanos que, siendo capaces de lograr avances extraordinarios, aún no han logrado vencer el atávico impulso de herir y matar a sus semejantes.

Hubo siempre preocupación por esta tendencia violenta. Al término de Primera Guerra Mundial, que dejó millones de víctimas, se creó la Sociedad de las Naciones para precautelar la paz y la convivencia pacífica y consolidar un mundo seguro. Pero esta organización internacional no tuvo la fuerza ni la determinación de sus integrantes para evitar una nueva y mayor tragedia: la Segunda Guerra Mundial.

En 1945, en San Francisco, se creó, con la misma intención de consolidar la paz, cuidar que se preserven los derechos humanos y fomentar la cooperación entre las naciones, fue creada la Organización de Naciones Unidas. En más de seis décadas, no estalló un conflicto bélico global, pese al peligroso enfrentamiento no armado —la Guerra Fría— entre las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Realmente fue un logro. Se evitó, hasta ahora, lo pavoroso: una tercera guerra mundial con armas nucleares, y con más víctimas que las de todas las guerras en la historia de la humanidad lo que, inclusive, pidiera terminar con la vida en el planeta.

Sin embargo, sigue la violencia entre las naciones, por lo que cabe preguntar: ¿La ONU en verdad pudo en 64 años cuidar la paz universal? Las estadísticas muestran que desde 1945 hubo muchísimos conflictos no generalizados que dejaron más muertos que los de toda la Segunda Guerra Mundial. Al recuento de estos conflictos entre países, se deben añadir otras tragedias, igualmente dolorosas: la violencia que desatan los señores de la droga, las guerrillas, como las FARC, RTP, ELN, Tupas, etc., y, ahora en los casos en que hubo acuerdos de paz, disidentes que matan, además de las represiones violentas de las tiranías empeñadas en dominar por la fuerza. Y así se van sumando más víctimas. Es más: no se contribuye a la paz apoyando, por afinidades ideológicas, a los violentos, es decir a los que niegan la libertad y retienen el poder por la fuerza y el engaño.

¿Habrá maneras de hacer que en el mundo se respete la vida, la libertad, las convicciones, la propiedad y el honor de las personas, deteniendo a ese lobo que llevamos dentro? ¿Se requiere reformar y fortalecer la ONU para que sea capaz de evitar la violencia interna y externa de los Estados? Esto se espera porque ya vivimos en un mundo casi en llamas.

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