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Dante N. Pino Archondo

Fractura democrática


2019-01-14 - 17:15:01
Lo sucedido en Venezuela es algo difícil de imaginarse en un escenario democrático. Por un parte el juramento de un presidente ante Tribunal Supremo de Justicia nueve meses después de haber “ganado” una elección en la participó prácticamente solo, con una oposición en la cárcel, el exilio o la persecución y frente a una comunidad internacional que le dio la espalda y declaró que no le reconoce como presidente de Venezuela y el llamado del presidente de la Asamblea Legislativa a desconocer esa presidencia.

Es que esas elecciones fueron convocadas por una Asamblea Constituyente que emergió como contraparte de la Asamblea Legislativa, órgano creado con el fin de anular al poder legislativo donde el gobierno es minoría y no cuenta con los votos para defenderlo. Tanto este hecho, como el de haber diezmado a la oposición fueron los detonantes para que se pusiera en tela de juicio la victoria electoral de Maduro.

En realidad lo que termina este 10 de enero es el mandato del señor Hugo Chávez que ganó las elecciones del 2013 fallecido, habilitó al señor Maduro para asumir la presidencia. Maduro que perdió el control de la Asamblea Legislativa confeccionó la Asamblea Constituyente y convocó a nuevas elecciones con mes y medio de anticipación. O sea Maduro termina el mandato de Chávez este 10 de enero y comienza el suyo con la victoria de esas curiosas elecciones convocadas entre apuros y bayonetas.

Este proceso ya no puede comprenderse en el ámbito del Estado de Derecho, fue fracturado el mismo momento en que emergió por voluntad del poder ejecutivo la Asamblea Constituyente, que anuló al poder legislativo y asumió el control absoluto de poder judicial y electoral.

El Estado de Derecho fue aniquilado. Las elecciones en sí mismas no sostienen la democracia, que tiene además de ella otros elementos esenciales para considerarse como tal. Por eso y en medio de una barbarie económica que ha destruido el aparato productivo venezolano, la resistencia política, social e internacional fue creciendo con un vigor inusitado. La inmigración o busca de refugio de millones de venezolanos hacia Colombia, Ecuador, Perú y Argentina a lo largo de estos meses ha concitado la atención mundial y ha desnudado los elementos de violencia irracional y desconocimiento de los derechos humanos sustentados por el régimen chavista.

La OEA como nunca en su historia a la cabeza del señor Almagro tuvo que reaccionar con firmeza y legalidad para abrir el foro del debate que ponga fin a un régimen que ya no es democrático ni garantía de estabilidad para la región. Diez y nueve países han firmado un acta de desconocimiento del nuevo período presidencial del señor Maduro, la Unión Europea ha hecho lo mismo, Paraguay rompe relaciones y la tensión política pasa de color naranja a rojo.

El régimen chavista se cae. Maduro está aislado y sin soporte económico pero cuenta aún con el apoyo de sus Fuerzas Armadas. Y este es el pilar más fuerte que tiene el gobierno.

La dualidad del mando que se ha presentado entre Maduro y Guaidó es un punto de no retorno que solo se resuelve por la correlación de fuerzas políticas y militares. Y este es el cuadro más delicado al que se ha llegado después de cruentas movilizaciones sociales, exilios forzados, asesinatos producidos en las cárceles políticas, llamados diplomáticos a que cese la represión, debates acalorados para pedir la restitución de la democracia y esfuerzos desplegados por gobiernos democráticos que ha dicho basta al continuismo de un gobierno que se ha convertido en un verdugo de la democracia y los derechos humanos.

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