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Dante N. Pino Archondo

Esa pena tengo


2019-01-23 - 22:20:54
Hay un peligro que se cierne sobre Bolivia y es el retorno político de la “derecha”. Micrófono en mano y con voz temblorosa el vicepresidente García Linera repite: “esa pena tengo”. La invocación fue hecha en Montero ante una concentración de campesinos y militantes del MAS, son giras electorales en las que está embarcado junto con Evo Morales para pedir el voto a una repostulación ilegal.

Arenga a los que le escuchan sobre las inminentes, según él, políticas que esa derecha tomaría si ganan las elecciones: devaluación monetaria, aumento de tarifas eléctricas, eliminación de bonos, todo para favorecer a los “ricos” y perjudicar a los “pobres”.

Conoce a detalle el programa económico de sus adversarios, advirtiendo que las tarifas eléctricas se multiplicarían por cuatro o cinco, que la devolución de una casita de diez mil dólares se convertiría en una de siete mil y así una por una desgrana las desgracias que vendrían si la derecha gana, “no permitan que unos abusivos les quiten lo que por derecho les corresponde” advierte con trémula voz.

La farsa tiene ya trece años y no cesa. Desde que fue elegido vicepresidente como segunda opción, ha tenido un comportamiento de genio superior y visionario sin discusión, aunque su realidad sea distinta; ni genio, ni visionario ni siquiera inteligente, el tiempo se encargó de develar sus falsificaciones ideológicas y materiales, engaños planificados para mostrarse en sociedad como profesional de éxito y de enormes conocimientos, cuando en realidad solo venció el bachillerato. Este personaje viene gobernando Bolivia desde hace trece años, junto con el presidente que no ha terminado ni el bachillerato. Bolivia ha caído en manos de dos impostores, qué desgracia mayor podría pedir una sociedad.

Siendo así un hombre de pocos conocimientos, con gran facilidad de palabra y con talento para hilvanar frases e ideas sin ninguna coherencia, cree que puede conocer hasta lo que piensan sus adversarios y por supuesto “conoce” a la derecha y su programa.

La ironía de todo esto es que lleva trece años desarrollando un programa de derecha y de la peor derecha que se pueda uno imaginar. En su falta de educación y formación considera que las subvenciones, los bonos y tipos de cambio fijos son ejemplos que distinguen a la izquierda de la derecha, craso error. Es precisamente la derecha quien acude a estas recetas populistas para endulzar a las masas empobrecidas. Esa derecha nacionalista, esa derecha socialista y esa derecha social demócrata fueron las que sustentaron este tipo de medidas económicas que en el mediano y largo plazo no solo mantienen a los pobres como están sino los empobrecen más.

En Bolivia hay que decirlo de una buena vez, nunca hubo derecha, esa derecha seria que no contempla en su ideario constreñir, limitar o anular al individuo y su libertad para crear y emprender, nunca hemos tenido esa derecha que hubiera constitucionalizado la propiedad privada como sagrada y reconocida como la base de la creación de la riqueza, esa derecha que defiende al capital y al trabajo como las bases sociales para consolidar la soberanía y la dignidad nacionales. Lo que tuvimos fue un derecha manca, pendular, insignificante en su visión de país, contemplativa y cohonestadora de la demagogia.

Quienes creen que convertir al Estado en un instrumento de la empleomanía, que usarlo para fomentar la corrupción, que mantenerlo como productor de materias primas, generador del contrabando y de actividades ilegales, es ser de izquierda pues no se equivocan. Eso es y ha sido la izquierda mimetizada de nacionalista y de socialista.

Por eso los bolivianos somos un país que ha nadie le importa, somos insignificantes y no pesamos como sociedad. Hemos mostrado a la comunidad internacional que nos gusta tener como autoridades a bravucones y falsarios, hace sesenta años que nadie quiere tocar al Estado populista, que todos corren a maquillarlo de popular y nacional.

La revolución ha sido la palabra mas usada desde finales de los cuarenta del siglo pasado y ha servido para justificar el latrocinio más grande que se haya instituido en un país. Y cual adictos no queremos erradicarla de nuestro vocabulario, porque ella encierra lo que entendemos por el poder, por el mando para enriquecer a cupulas transitorias que pasan y que como ahora quieren eternizarse en ese Estado hecho de barro.

Cuando comprendamos que todo lo vivido ha sido un error comenzaremos a entender que es hora del cambio. Que es momento de preocuparnos por educar a nuestros hijos, que la educación es liberadora de la demagogia y que tenemos que colocar al individuo como la base de la sociedad, a la familia como su centro y al capital y al trabajo como los elementos que generan riqueza y prosperidad.
Demos un giro radical a la historia.

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