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Amenazas desapercibidas para todo matrimonio


2015-07-08 - 10:59:11
Se le echa la culpa a la mala comunicación de los problemas matrimoniales, pero ésta no siempre es la causa.

Me siento mal por la comunicación entre cónyuges, ¡se le culpa por todo! Durante generaciones, encuesta tras encuesta, las parejas ponen a la comunicación como el problema número uno en el matrimonio. Y no lo es...

La comunicación tiene cada vez peor reputación. Es como el niño que se defiende en una pelea: los supervisores escuchan un alboroto y, cuando miran, justo ven al niño tirar un golpe. Él no creó el problema, él estaba reaccionando al problema. Pero es a él a quien vieron y, por ello, lo envían a la oficina del director. O, en el caso de la comunicación entre esposos, a la oficina del terapeuta.

Todo el mundo acusa a la comunicación de ser el problema, cuando la verdad es que en el patio de juegos del matrimonio, ésta solo reacciona contra alguno de los otros alborotadores que iniciaron la pelea. Te explico por qué:

1. Nos casamos con alguien porque nos gusta quien es


Este es el primer error: la gente cambia, acepta el hecho. No te cases con alguien por lo que es, o por lo que tú deseas que sea. Cásate con alguien por lo que está decidido a llegar a ser. Y luego pasa toda tu vida ayudándole en su devenir, así como ella te ayudará en el tuyo.

2. El matrimonio no termina con la soledad

Estar vivos es estar solos; es la condición humana. El matrimonio no cambia la condición humana, no puede hacernos permanentemente "acompañados". Y cuando no lo hace, culpamos a nuestra pareja o vamos a buscar compañía en otros lugares. El matrimonio es un lugar donde dos seres humanos comparten su soledad y, al compartirla, crean momentos en los que la soledad se disipa.

3. El peso de la vergüenza

Sí, todos lo llevamos. Pasamos la mayor parte de nuestra adolescencia y adultez tratando de fingir que nuestra vergüenza no existe, y cuando la persona que amamos la activa, le echamos la culpa de crearla. Y, encima, exigimos que la eliminen. Pero la verdad es que no la crearon y que no pueden eliminarla. A veces la mejor terapia de pareja es la terapia individual, donde trabajamos para sanar nuestra propia vergüenza.

4. El ego gana

Todos tenemos uno. Probablemente lo encontramos en algún momento en cuarto grado de educación básica, cuando los otros niños comenzaron a tratarnos mal; tal vez antes, si en nuestra propia familia nos trataron mal. Entonces, tener ego era algo bueno: nos mantuvo a salvo de los golpes emocionales. Pero ahora que hemos crecido y estamos casados, el ego es un muro que nos separa de nuestra pareja. Es hora de derrumbarlo con una actitud abierta y positiva, en lugar de una actitud defensiva: practicar perdón en lugar de venganza, disculpar en lugar de culpar, mostrar vulnerabilidad en lugar de opresión, cortesía en lugar de fuerza y autoridad.

5. La vida es un caos y el matrimonio es parte de la vida

Sí la vida es caótica, entonces el matrimonio también lo es. El problema es que, cuando las cosas dejan de funcionar a la perfección, empezamos a culpar a nuestra pareja por los inconvenientes. Añadimos problemas innecesarios al caos inherente de la vida y el amor. En lugar de señalar con el dedo, debemos empezar a entrelazarlos, entonces podremos entrar al desorden de la vida juntos. Sin culpa y sin vergüenza.

6. La empatía es algo difícil


Por su propia naturaleza, la empatía no puede suceder de forma simultánea entre dos personas. Uno de los dos siempre debe demostrarla primero y no hay ninguna garantía de reciprocidad. Se necesita tomar el riesgo. Es un sacrificio, así que la mayoría de nosotros esperamos a que nuestra pareja lo haga primero. Y cuando uno demuestra empatía, casi siempre se da un planchazo. La verdad es que la gente que amamos son seres humanos que se equivocan y que nunca serán tan perfectos como los deseamos. ¿Podemos amarlos de todos modos, mostrando empatía primero?

7. Nos preocupamos más por nuestros hijos que por la pareja

Los niños nunca deben ser más importantes que el matrimonio, y nunca deberían ser menos importantes tampoco. Si son más importantes, los pequeños bribones lo detectarán y lo usarán para conseguir lo que quieran. Si son menos importantes, van a hacer rabietas hasta que se les dé prioridad. La familia debe ser constante y encontrar equilibrio.

8. La lucha oculta por el poder

La mayoría de los conflictos en el matrimonio son, al menos en parte, una negociación en torno al nivel de interconexión. Los hombres por lo general quieren menos y las mujeres por lo general quieren más. A veces, esos papeles se invierten. En cualquier caso, cuando se lee entre líneas en la mayoría de las peleas, esta es la pregunta que encontrarán: ¿Quién decide cuánta distancia mantener entre nosotros? Si no hacemos esa pregunta de forma explícita, discutiremos sobre ello implícitamente, por siempre.

9. Ya no sabemos cómo mantener el interés por algo

Vivimos en un mundo que nos distrae con miles de cosas diferentes. La práctica de la meditación (poner atención a una cosa y luego volver nuestra atención a ella cuando nos distraemos, una y otra vez) es un arte esencial. Se nos enseña a mirar los reflejos brillantes y superficiales de las cosas y mirar algo más en cuanto nos aburrimos. Por eso, en nuestra vida meditar sobre la persona que amamos es un acto revolucionario y es absolutamente esencial para que cualquier matrimonio sobreviva y prospere.

Como terapeuta, puedo enseñarle a una pareja cómo comunicarse en una hora. No es complicado. Pero, ¿a hacerle frente a las situaciones que iniciaron la pelea? Bueno, eso lleva toda la vida.

Incluso así, toma toda la vida convertirnos en versiones de nosotros mismos cada vez más amorosos, que pueden soportar el peso de la soledad, que han abandonado el peso de la vergüenza, que han cambiado paredes por puentes, que han aceptado el caos de la vida, que se arriesgan a mostrar empatía y perdonar decepciones, que aman a todos con la misma intensidad, que a veces ganan y otras pierden pero se conforman, y que se han dedicado a estar presentes, ser conscientes y estar atentos. Y esa es una vida por la que vale la pena luchar.

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