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El cerebro emocional: la empatía


2015-08-24 - 18:22:23

Si nuestro cerebro percibe cierto nivel de malestar psicológico lo manifestará mediante síntomas físicos. Así, nuestro cerebro emocional es el soporte físico que conecta la mente con el cuerpo.

Somos seres emocionales que aprendimos a pensar, no máquinas pensantes que aprendimos a sentir.

Hoy en día todos tenemos muy claro que los primeros años de vida son los responsables de entretejer nuestra mente y nuestro cuerpo con nuestras emociones, formando una red que influirá en nuestra salud y nuestro bienestar para siempre.

Esto significa que el desarrollo correcto de nuestro cerebro dependerá del tipo de experiencias emocionales que tengamos. Lo cierto es que, de alguna manera, nuestros primeros intercambios emocionales nos enseñarán qué ver y no ver en el mundo emocional y social en el que nos encontramos.

¿Qué es la empatía?

Es la capacidad de percibir, comprender y contagiarnos de las emociones que nos rodean. Con esta definición nos podemos imaginar el alcance que tiene en nuestro desarrollo esta habilidad.

Aunque el historial emocional de cada uno influye en la destreza de percibir las emociones de los demás, es algo que tenemos que trabajar de manera constante. Además, a pesar de que nuestras experiencias tempranas no hayan sido favorables, somos capaces de desarrollarla.

Podríamos “traducir” como contagio emocional. Transmitimos y captamos nuestros estados de ánimo de forma verdaderamente mágica; y la verdad es que el hecho de que estemos invisiblemente tan conectados no deja de sorprendernos.

La conexión mente-cuerpo-emoción

De unos años a esta parte, parece que la ciencia va obteniendo respuestas, lo que le va permitiendo localizar dónde reside nuestra capacidad emocional. Entre otras cuestiones, los hallazgos en relación a este tipo de fenómenos se centran en las neuronas espejo.

Estas neuronas son células cerebrales cuya misión es reflejar la actividad que estamos observando y son las culpables de que, por ejemplo, bostecemos cuando alguien lo hace ante nosotros.

No obstante, el circuito emocional que procesa nuestras emociones es muy amplio. Veamos con algo más de detenimiento las zonas que intervienen en el procesamiento de nuestras emociones:

El sistema límbico, el cerebro emocional

Esta zona del cerebro es totalmente funcional desde que nacemos y se cree que, incluso, en el vientre materno. Engloba el lóbulo temporal, la zona orbitofrontal, la amígdala y el hipocampo.

Digamos que la zona de la corteza cerebral orbitofrontal es una de las principales responsables del desarrollo de nuestra capacidad empática. Funciona como estación de repetición que percibe y transmite nuestras sensaciones sobre el estado anímico propio y ajeno al resto de zonas del cuerpo.

El lóbulo frontal, el cerebro ejecutivo

Esta parte del cerebro logra modular y gestionar las emociones del sistema límbico para que podamos encajarlas en nuestro ambiente externo, permitiendo que seamos seres funcionales en la sociedad.

Es decir, nos capacita para actuar correctamente conforme a las normas sociales, así como para reflexionar sobre nuestros sentimientos y acciones.

Los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo

En términos generales, en el hemisferio izquierdo los pensamientos y juicios del cerebro ejecutivo dominan las emociones del sistema límbico, mientras que en el derecho el cerebro emocional domina al ejecutivo.

Así es que, aunque hay diferencias individuales abismales en este tema, según cuál de estos hemisferios sea el dominante, las emociones gobernarán más o menos la actuación de las personas.

En cuanto a las diferencias de género, se ha hallado que el cerebro emocional es frecuentemente más dominante en mujeres, mientras que el ejecutivo lo es en varones. Esto apoyaría la aseveración de que el mundo femenino es más emocional.

La conexión entre la salud emocional y la física

Los verdaderos oyentes empáticos hasta pueden oír lo que se dice en el silencio. Lo más importante en la comunicación es oír lo que no se está diciendo.

Nuestra naturaleza establece conexiones muy concretas con objeto de unir estas estructuras cerebrales a las distintas zonas de nuestro cuerpo, tales como las que regulan la respiración, la función gastrointestinal, el sistema cardiovascular y el sistema hormonal.

Tal es la conexión que si nuestro cerebro registra cierto malestar emocional, aunque no seamos conscientes de él, no sepamos o no podamos expresarlo, los sistemas físicos nos hablan mediante síntomas. Digamos que mostrándose así pretenden darnos uno de estos tres mensajes:

•Hay una necesidad emocional que no se ha satisfecho.
•Algo debe cambiar en nuestra vida para satisfacer esa necesidad.
•Algo o alguien está desequilibrado en nuestro alrededor y debemos atenderlo.

O sea, que nuestro cerebro emocional es una especie de soporte físico que conecta la mente con el cuerpo.

Si bien es cierto que la impronta bioquímica que generan nuestras primeras experiencias con el mundo es fundamental para mantener el equilibrio de nuestro estado emocional, a lo largo de nuestra vida recibimos mensajes estimulantes de manera constante.

Así, la calidad de nuestras relaciones dependerá de nuestra capacidad para compenetrarnos con los demás. Es decir, cuanta mayor sintonización, mayor capacidad adquiriremos para expresar y para recibir estados de ánimo positivos o negativos.

En definitiva, funcionar bien a nivel emocional articula nuestro desarrollo, por lo que la empatía es indispensable para mantenernos sanos y unidos a nuestro entorno.


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