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No permitas que tu hijo gane en Monopoly


2015-12-24 - 16:15:29
A los cinco o seis años, los niños empiezan a interesarse en los juegos competitivos.

Al embarcarnos en las primeras rondas de una partida de Monopoly, Theo, mi hijo de siete años, está seguro de sí mismo.

“Te estoy ganando, mamá,” se jacta cuando llega a su estación de tren. Por primera vez, veo en mi hijo un contrincante real y empiezo a jugar de verdad.

Compro Boardwalk y Park Place y los lleno de hoteles. Él toma malas decisiones y tiene mala suerte y en ocho rondas está casi en bancarrota. Unas lágrimas caen de sus ojos. “¿Te hago un préstamo?”

Niega con la cabeza. “Se acabó”.

Mi marido dice que debería haber ofrecido a Theo una última oportunidad estratégica para que ganara. Él perdió la última vez que jugó contra nuestro hijo. “Está bien”, dice. “Me vio perder. Todos perdemos”.

Durante las vacaciones, las familias gravitan hacia los juegos de mesa, disfrutando de memorias que se crean en torno a competencias amistosas. Diferentes filosofías de crianza pueden hacer complejo un juego simple. Por una parte, los niños deben sentirse apoyados. Por la otra, el mundo es un lugar difícil y perder es una parte vital del desarrollo, la resistencia y el coraje necesarios para triunfar.

“Todo el mundo se acuerda del niño en el parque que pateó la pelota hacia los árboles tras perder un partido”, dice Matthew Biel, un psiquiatra pediátrico en el Centro Médico de la Universidad de Georgetown. “A ese niño no le dieron las destrezas para recuperarse tras el fracaso. Nadie quiere ser ese niño”.

A los cinco o seis años, los niños empiezan a interesarse en los juegos competitivos. Esto es el principio de lo que el psicólogo de desarrollo Erik Eriksson llama la fase industriosa intensa, cuando los niños tienen la cognición suficiente para saber las reglas, calibrar probabilidades y juzgar el juego limpio.

Por primera vez, empiezan a medirse frente a otros para establecer su lugar en el mundo. Si parece que su hijo de siete años está teniendo una crisis existencial tras perder un juego de Uno, es porque realmente la está teniendo.

“Uno tiene que reconocer que lo que está en juego es muy importante para los niños. No quiere decir que sean inmaduros. Están jugando a un nivel apropiado de seriedad”, dice Biel. “Es por eso que es tan divertido jugar con ellos”.

Divertido, sí, pero es la razón por la que una partida de Monopoly puede salirse de control. Aun así, los psicólogos parecen coincidir en que dejar en forma obvia que un niño gane después de los cuatro años es una mala idea.

Los niños en edad escolar saben cuándo usted no está esforzándose y podrían interpretar su rendición como una pérdida de fe en ellos. Tampoco debe ganarles con toda su eficiencia adulta. El niño no sólo dejará de jugar con usted, sino que podría aprender lo que los psicólogos llaman impotencia aprendida, el sentimiento de que el triunfo es imposible sin importar las probabilidades.

La solución, como comúnmente lo es en materia de ser padres, es falsear un poquito.

Bill Craver, padre de tres, dejó Wall Street hace varios años y trabaja en una micro cervecera de Carolina del Norte. Dice que si los adultos reciben ventaja (handicaps) cuando juegan golf, los niños deberían tener la posibilidad de repetir sus movidas en los juegos de mesa. “Mire, hay lecciones que se pueden aprender jugando. Pero, ¿tenemos que aprender esas lecciones cada vez que jugamos? No. Si mi hijo va a perder su reina en el ajedrez, le voy a preguntar si de verdad quiere hacer ese movimiento. Él sabe lo que estoy haciendo y nivela el terreno de juego”.

Suavizar o cambiar las reglas es particularmente común en juegos como Monopoly que se han pasado de generación en generación. Jonathan Berkowitz, vicepresidente sénior de marketing global para Hasbro Gaming, dice que las familias tienen diferentes reglas para el estacionamiento y el intercambio de tarjetas. Algunos jugadores incluso se prestan dinero entre ellos.

“El lado competitivo [de las personas] sale a flote jugando Monopoly”, dice Berkowitz. “Los adultos quieren competir también, pero si se hace bien, los niños también pueden emocionarse [jugando]”.

Berkowitz añade que aunque Hasbro no tiene una política oficial sobre la forma correcta de jugar, piensa que dejar que mi hijo gane fue una mala idea. “Tiene que perder para saber lo bueno que es ganar”.

Al parecer, las familias que más disfrutan jugando son aquellas que incorporan valores que van más allá de ganar una partida. A los niños se les felicita por su buena conducta y precisión táctica. Los padres hablan del juego antes y a menudo hay costumbres que incluyen ceremonialmente la crudeza del ganar o perder.

Jack Thompson es un gerente de inversiones y padre de gemelos de cinco años y otro hijo de dos. Después de lo que él llama un proceso de escrutinio elaborado, él y su esposa, Karin, una especialista geriátrica, introdujeron cinco reglas que aplican a sus vidas cotidianas y especialmente a los juegos con sus hijos. Cuando la competencia se vuelve demasiado dura, paran el juego y piden a sus hijos que muestren las características que les ayudarán a continuar. Les recuerdan suavemente que sean fuertes, pacientes, flexibles, agradecidos o serviciales. Cuando el niño ha conseguido ese atributo, o dice que lo ha hecho, el juego puede continuar. Al final, los niños tienen que darse la mano y decir “buen juego”.

“No es mi intención ser un hippie, pero no creo que estén listos para una competencia total”, dice Thompson. “Estamos practicando para los juegos de más adelante. Tiene que aprender los rituales”.

Este método de parar y evaluar el juego es muy útil para los niños que observan a sus padres para ver cómo la sociedad acepta el fracaso. Aunque los rituales parezcan forzados, si se empiezan a una edad temprana, como a los dos o tres años, preparan a los niños para la competencia real.

“Básicamente, usted necesita tener un plan”, dice Kenneth Barish, un profesor de psicología clínica en Weill Cornell Medical College en Nueva York, especializado en psicología infantil. “Explique el juego antes de comenzar. ‘Escucha, vamos a jugar Monopoly. Es un juego difícil. En la vida los negocios también son difíciles. A lo mejor ganas. A lo mejor pierdes, pero no puedes llorar si pierdes”.

Los padres, añade Barish, deberían tener en cuenta sus instintos y mirar cuidadosamente cómo sus hijos reaccionan al perder. “Cuando uno corre en el parque con un niño de dos años, deja que lo alcance, por supuesto que sí. Pero cuando tienen cuatro años corres más rápido y a los seis más rápido”.

THE WALL STREET JOURNAL



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