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La niña de El exorcista no estaba poseída


2016-09-15 - 16:54:03
Todo comenzó hace ocho meses: Sofía (6 años) llegó una tarde del colegio diciendo que le dolía la cabeza.

Sus padres pidieron cita para visitar al pediatra, pero no llegaron a ir porque esa misma noche comenzaron las convulsiones. "Parecía un ataque epiléptico, le temblaban los brazos y las piernas y no podía respirar.

La llevamos de urgencia al hospital y allí le pusieron medicación. Estuvo sedada todo el día, cuando despertó no recordaba nada y las convulsiones habían cesado, solo presentaba pequeños tics en los ojos, nariz y boca", cuenta su madre, Carolina Ardila Lenis.

Pero al día siguiente, la niña empezó a realizar movimientos extraños y espectaculares: "Ponía los ojos en blanco, giraba la cabeza con el cuello totalmente rígido y retorcía el cuerpo: apoyaba la parte posterior de la cabeza en la cama al mismo tiempo que arqueaba la espalda y se elevaba.
Además, tenía alucinaciones, apenas dormía, se mostraba muy agresiva y mostraba mucha fuerza, tanta que, para sujetarla, se necesitaban seis enfermeras. En algunos momentos, cesaban las crisis y actuaba con normalidad", describe la madre, aún visiblemente afectada.

El cuadro era tan increíble –encaja más en el escenario de una película de terror que en la habitación de un hospital–, que le hacía en algún tipo de hechizo.

"Yo soy de Latinoamérica y allí se practica la magia negra, por eso llegué a creer que le habían echado mal de ojo", recuerda esta madre, quien a pesar de tener estudios en medicina, asegura que ya había contactado con una persona experta en eliminar este mal.

Mientras, el tiempo corría en contra de Sofía: "Dejó de hablar, de caminar, de comer, perdió el control de esfínteres…".

Una enfermedad con tratamiento

La pesadilla duró un mes largo: después de tres ingresos, tres altas y un cambio de hospital, la niña llegó al Hospital La Fe de Valencia, al límite de sus fuerzas.

Allí, encontraron al doctor Miguel Tomás Vila, neuropediatra que ya había tratado otros casos similares.

El diagnóstico, encefalitis autoinmune, venía con buena noticia: tenía tratamiento. Basado en inmunomoduladores (corticoides, inmunoglobulina, rituximab, plasmaféresis), una batería de fármacos que el médico maneja en función de la gravedad del cuadro y de la evolución del paciente.

Según afirma el neuropediatra, en el 60% de los casos se consigue una recuperación total, sin secuelas. Este es el caso de Sofía que ya lleva varios meses sin síntomas.

"No recuerda nada de la enfermedad. Hemos tenido que enseñarle de nuevo a caminar, vestirse, comer, escribir… Pero está recuperada", concluye, feliz, la madre.

BUENAVIDA



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