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Objetos sagrados con poderes paranormales: La obsesión de Hitler y los nazis




11/02/2015 - 14:54:04
Emol.- En la famosa pel�cula �Los Cazadores del Arca perdida� (Steven Spielberg, 1981), la primera de las cintas que mostraba las aventuras del arque�logo y aventurero Indiana Jones, la Alemania Nazi, obsesionada por expandir su reinado de terror, se empe�aba en encontrar el Arca de la Alianza, la famosa reliquia jud�a donde se guardaban las tablas de la ley y que tambi�n serv�a como una suerte de �transmisor� para que los sacerdotes jud�os hablaran con Dios. El inter�s de los nazis por hacerse con el Arca radicaba sobre todo en los poderes sobrenaturales de este cofre de madera de acacia revestido en oro, que seg�n la Biblia era capaz de diezmar ciudades y hacer desaparecer ej�rcitos enteros.

Pues bien, lo que para muchos era un imaginativo argumento de Hollywood, escond�a muchos visos de realidad, ya que Adolf Hitler, el implacable l�der del Tercer Reich, era aficionado a la mitolog�a, la astrolog�a, el yoga y la m�stica medieval, inter�s que compart�a con otros jerarcas nazis, como Heinrich Himmler (jefe de las temidas Schutz Staffel o SS, una de las organizaciones paramilitares m�s grandes y temidas dentro del Tercer Reich), Rudolph Hess, Alfred Rosenberg y Richard Walther Darr�.

Las SS, de hecho, hab�an creado una secci�n paracient�fica que recorri� el mundo en busca del origen del pueblo ario, de pruebas de su superioridad racial y de objetos de poder que le permitiesen dominar el planeta: la Deutsches Ahnenerbe, o �Sociedad para la Investigaci�n y Ense�anza sobre la Herencia Ancestral Alemana�, organizaci�n integrada en las SS como secci�n antropol�gica y arqueol�gica liderada por el mismo �Reichf�hrer� Heinrich Himmler, y dirigida por el coronel Wolfram von Sievers, que convirti� el castillo de Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel general y destino de las reliquias que se lograron recolectar alrededor de todo el mundo.

Seg�n se cuenta, la secci�n esot�rica de las SS quiso robar de la abad�a de Westminster la Piedra de Scone o Piedra de la Coronaci�n, sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra y que, cre�an los nazis, fue sobre la que Jacob se recost� antes de so�ar con la escalera que llevaba a Dios. Pero el Tercer Reich no consigui� hacerse con esa fant�stica reliquia, que se conserva hoy en el castillo de Edumburgo junto al resto de las joyas de la Corona escocesa.

Los nazis de la Ahnenerbe tambi�n se interesaron por Sudam�rica. Un comando de la secci�n esot�rica de las SS, al mando del �brigadef�hrer� Karl-Maria Wiligut, un ex coronel del Ej�rcito Imperial de Austria que hab�a ayudado a convertir el castillo de Wewelsburg en un aleg�rico �centro del mundo�, y que afirmaba ser descendiente del dios n�rdico Thor y poseer conocimientos secretos de las antiguas tribus germ�nicas, habr�a viajado a Sudam�rica con el fin de encontrar y apoderarse de distintos �objetos de poder�, como el Martillo de Wotan (s�mbolo supremo del dios n�rdico de la guerra) o las misteriosas calaveras de cristal precolombinas.

La b�squeda del Santo Grial por los nazis

De entre todos los objetos de poder que busc� la Ahnenerbe, una de las piezas m�s codiciadas por la secci�n ocultista de las SS fue el Santo Grial, la copa que utiliz� Jes�s en la �ltima Cena y que recogi� su sangre cuando muri� crucificado. Seg�n la leyenda, Jos� de Arimatea llev� el Santo Grial a Europa, y los c�taros fueron los �ltimos en guardarlo en el Languedoc franc�s, en la fortaleza c�tara de Montsegur, cerca de la frontera con Espa�a.

Siglos m�s tarde, en 1931, Otto Rahn, un fil�logo alem�n de 27 a�os y experto en Historia Medieval, viaj� por primera vez a Montsegur en busca del Santo Grial, el que supuestamente pod�a encontrarse oculto en alguna de las intrincadas cuevas cercanas a la antigua fortaleza de los c�taros, o en sus pasadizos secretos. A�os despu�s de sus investigaciones, en 1936, Rahn conoci� a Heinrich Himmler, y �ste, entusiasmado por el relato que Rahn le hizo sobre la leyenda del Santo Grial y los c�taros, le ofreci� los medios necesarios para regresar al lugar y continuar con sus pesquisas.

En octubre de 1940 el mismo Himmler realiz� un viaje a Barcelona, Espa�a, para preparar la reuni�n que el d�a 23 del mismo mes tendr�an en la localidad espa�ola de Hendaya (zona fronteriza vasco francesa) el mism�simo Adolf Hitler con el dictador espa�ol, el general�simo Francisco Franco. Pero ese no era el �nico objetivo de su viaje, pues Himmler llevaba consigo los libros escritos por Rahn (�Cruzada contra el Grial� y �La corte de lucifer�) y tambi�n deseaba visitar la monta�a de Montserrat, pues cre�a que la cumbre catalana era uno de los puntos geogr�ficos donde podr�a hallarse el Santo Grial, un objeto sagrado que, seg�n los nazis de la Ahnenerbe, dotaban de poderes superiores a quien lo poseyera.

Himmler lleg� a Montserrat acompa�ado de un s�quito militar alem�n y espa�ol, adem�s de Miguel Matheu Pla, alcalde de Barcelona. Se cuenta que el jefe de las SS, obsesionado por encontrar el Santo Grial, lleg� hasta la cumbre de uno de los picos m�s encumbrados de Montserrat (ubicado a unos 40 kil�metros por ruta desde Barcelona) en b�squeda del preciado objeto. Posteriormente el �Reichf�hrer� germano visit� el monasterio de Montserrat y les pidi� a los religiosos del convento, que en esa �poca era regido por el padre Andreu Ripoll, cualquier informaci�n relativa al C�liz sagrado. Himmler, de hecho, solicit� ver todos los documentos del monasterio que estuviesen relacionados con esta reliquia cristiana y pidi� que lo condujeran tambi�n hasta las cavernas y pasadizos subterr�neos de la monta�a, donde supuestamente podr�a encontrarse oculto el Santo Grial. Los religiosos se negaron de plano, provocando el enojo del nazi, quien, ante la negativa del padre Ripoll, habr�a vociferado a viva voz: ��Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial est� en Montserrat!�.

En busca del Arca de la Alianza

Otro de los tesoros que ambicion� la Ahnenerbe fue la m�tica Arca de la Alianza, el s�mbolo de la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel, una especie de cofre rectangular construido seg�n las instrucciones de Dios, tallado en madera de acacia y revestido con planchas de oro en su exterior, y en cuyo interior los jud�os guardaban las Tablas con los Diez Mandamientos, la vara de Aar�n y restos de man� sagrado en un jarr�n dorado. Seg�n las Santas Escrituras, el Arca serv�a al mismo tiempo como recipiente para las Tablas de la Ley y como �transmisor� para comunicarse con la divinidad hebrea: el �trono de Dios� se posaba sobre el Arca generando una �luz celestial� y durante el d�a, Yahv� era visible en forma de columna de humo, mientras que en la noche parec�a una estela llameante. Pero, adem�s de ser un objeto para comunicarse con Dios, se trataba tambi�n de un arma formidable, pues se dec�a que con s�lo tocarla se provocaba la muerte, y poseerla otorgaba la victoria segura en un campo de batalla. De hecho, con el Arca a cuestas, el ej�rcito hebreo march� durante siete d�as alrededor de la ciudad de Jeric� y al s�ptimo d�a los sacerdotes tocaron sus trompetas y las murallas de las ciudad se derrumbaron como un castillo de naipes.

El paradero del Arca siempre fue un gran misterio, pues nadie sabe con exactitud cu�ndo y en qu� circunstancias desapareci�. La �ltima referencia hist�rica al Arca alude a la �poca en la que el rey persa Nabucodonosor invadi� Jerusal�n y destruy� el primer Templo de Salom�n, lugar donde se encontraba el preciado objeto. Otras fuentes, como el Libro de los Macabeos, aseguraban que el Arca hab�a sido ocultada por el profeta Jerem�as en el monte Nebo, mientras otros apostaban que estaba oculta en un punto de Etiop�a, tras ser sacada de Jerusal�n por un hijo del rey Salom�n, Menelik I.

Sin embargo, antes de buscar el Arca, los nazis de la Ahnenerbe sab�an que en caso de encontrar la m�tica reliquia se les presentar�a un problema insoluble, pues seg�n la tradici�n hebrea, s�lo un gran rabino jud�o podr�a manipular el Arca sin morir en el acto (se dec�a que para ello era necesario conocer el verdadero nombre de Dios, y �nicamente mediante la cabal�stica, o ciencia que persigue la comprensi�n de lo divino a trav�s de los n�meros y las letras, podr�an los nazis conocer el nombre de Dios y abrir el Arca). La Ahnenerbe busc� un cabalista jud�o, y se asegura que lo encontr� en el campo de exterminio de Auschwitz. Este cabalista habr�a dirigido a la Ahnenerbe hasta la comunidad jud�a de Toledo. Poco despu�s el almirante Wilhelm Canaris, jefe m�ximo del espionaje de la Wehrmacht y la Marina Imperial, se dirigi� al Museo Arqueol�gico Nacional de Madrid, donde se interes� por varias piezas tra�das de Egipto en 1871, posibles pistas para hallar el Arca.

Himmler y sus secuaces, finalmente, lograron determinar que los caballeros templarios, despu�s de las Cruzadas, supuestamente hab�an escondido el Arca en alg�n lugar del norte de �frica, alrededor del a�o 1300. Semanas m�s tarde, los alemanes habr�an comenzado unas excavaciones en el norte de Egipto en el m�s absoluto secreto, supervisadas por Hebert Braum, un arque�logo de las SS.

Hitler y la Lanza de Longino

La Ahnenerbe tuvo tambi�n entre sus objetivos la Lanza del Destino, la m�tica lanza con la que, seg�n los relatos b�blicos, el centuri�n romano Cayo Casio Longinus hiri� en el costado a Cristo cuando �ste acababa de morir en la cruz (el Evangelio seg�n San Juan, 19: 33-37: cuenta que �� pero llegando a Jes�s, como lo vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atraves� con su lanza el costado y al instante sali� sangre y agua�). Seg�n San Mateo y San Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento: �Viendo el centuri�n que estaba frente a �l de qu� manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios�. (San Marcos, 15:39).

Pero �Por qu� Hitler, un declarado antisemita que le gustaba releer �El Anticristo� de Nietzsche y que sosten�a que el cristianismo era �la �ltima consecuencia del juda�smo�, se sinti� tan atra�do por este mitol�gico s�mbolo cristiano? Al parecer, seg�n relata el vien�s Walter Johannes Stein, amigo de Hitler en la �poca en la que el futuro Canciller de Alemania viv�a a salto de mata en la capital austr�aca, cuando la reliquia se custodiaba en el Palacio Imperial del Hofburg, en Viena, un joven Hitler se encontraba un d�a admirando la lanza cuando escuch� a un gu�a cont�ndoles a los visitantes que exist�a una leyenda asociada a la lanza, seg�n la cual cualquiera que la poseyera y resolviera sus enigmas, tendr�a el destino del mundo en sus manos. A partir de ese momento, seg�n Stein, Hitler se sinti� subyugado por el aura m�gica y paranormal de la reliquia. Hitler se habr�a mostrado particularmente impresionado por el hecho de que supuestamente el emperador Carlomagno hab�a vivido siempre con la lanza al alcance de la mano, y s�lo cuando la dej� caer accidentalmente, de regreso de su �ltima campa�a victoriosa, falleci� al poco tiempo. Asimismo, Federico �Barbarroja�, emperador del Sacro Imperio Romano Germ�nico, lleg� a obtener victorias fulgurantes con la ayuda del preciado talism�n, aunque su suerte cambi� cuando atraves� un r�o en Anatolia en 1190, pereciendo ahogado por el peso de su armadura (se dec�a que la lanza se le hab�a ca�do de las manos minutos antes). El emperador Napole�n Bonaparte tambi�n habr�a intentado hacerse con ella, pero no lo consigui�.

Si bien exist�an cuatro lanzas que supuestamente pod�an corresponder a la verdadera lanza de Longino, los nazis cre�an que la verdadera lanza se encontraba en el Museo Hofburg de Viena. Cuando el Tercer Reich se anexion� Austria el 14 de marzo de 1938, la pieza cay� por fin en manos de Adolf Hitler. En octubre de ese mismo a�o el F�hrer alem�n dio la orden de llevar el tesoro de los Habsburgo a N�remberg, hogar espiritual del movimiento nazi, cargados en un tren blindado provisto de una nutrida guardia de las SS. Despu�s de alcanzar la frontera alemana, el tesoro termin� en el vest�bulo de la iglesia de Santa Catalina. Despu�s de los intensos bombardeos aliados de octubre de 1944, durante los cuales N�remberg sufri� enormes da�os, Hitler orden� que la lanza, junto con el resto del tesoro de los Habsburgo, fuera enterrada en una b�veda construida especialmente. Seis meses despu�s, el S�ptimo Ej�rcito norteamericano rode� la antigua ciudad, defendida por m�s de 20 mil soldados SS, 100 tanques panzers y varios regimientos de artiller�a, y logr� tomarla el 20 de abril de 1945, el mismo d�a en que Hitler cumpl�a 56 a�os.

10 d�as m�s tarde, El 30 de abril de 1945, la Compa��a C del Tercer regimiento del ej�rcito americano, al mando del teniente William Horn, logr� localizar el tesoro de los Habsburgo y la fabulosa lanza de Longino. Curiosamente, tal c�mo le ocurri� supuestamente a Carlomagno y Federico Barbarroja, que conocieron de sonoras victorias y perecieron cuando la reliquia se les escap� de las manos, Hitler correr�a la misma suerte. En una incre�ble coincidencia, ese mismo d�a y a unos cientos de kil�metros de distancia, en un bunker localizado en el subterr�neo de la Canciller�a de Berl�n, el pr�cer del nacionalsocialismo se quitaba la vida dispar�ndose con su pistola, poniendo fin al macabro reinado de terror del Tercer Reich alem�n.

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