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Elizabeth Kübler-Ross: La connotada científica que confirmó que sí existe el Más Allá




03/06/2015 - 09:29:58
Emol.- La doctora suiza Elizabeth K�bler-Ross se convirti� en el siglo XX en una de las mayores expertas mundiales en el t�trico campo de la muerte, al implementar modernos cuidados paliativos con personas moribundas para que �stas afrontaran el fin de su vida con serenidad y hasta con alegr�a (en su libro �On death and dying�, de 1969, que versa sobre la muerte y el acto de morir, describe las diferentes fases del enfermo seg�n se aproxima su muerte, esto es, la negaci�n, ira, negociaci�n, depresi�n y aceptaci�n). Sin embargo, esta m�dico, psiquiatra y escritora nacida en Zurich en 1926 tambi�n se transform� en una pionera en el campo de la investigaci�n de las experiencias cercanas a la muerte, lo que le permiti� concluir algo que espant� a muchos de sus colegas: s� existe vida despu�s de la muerte.

La f�rrea formaci�n cient�fica de esta doctora, que se gradu� en psiquiatr�a en Estados Unidos, recibiendo posteriormente 23 doctorados honor�ficos, se pondr�a a prueba luego de que a lo largo de su prolongada pr�ctica profesional los enfermos moribundos a los que trataba le relataran una serie de incre�bles experiencias paranormales, lo que la motiv� a indagar si exist�a el M�s All� o la vida despu�s de la muerte. As�, se dedic� a estudiar miles de casos, a trav�s del mundo entero, de personas de distinta edad (la m�s joven ten�a dos a�os, y la mayor, 97 a�os), raza y religi�n, que hab�an sido declaradas cl�nicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida.

Elizabeth-Kubler-Ross-1�El primer caso que me asombr� fue el de una paciente de apellido Schwartz, que estuvo cl�nicamente muerta mientras se encontraba internada en un hospital. Ella se vio deslizarse lenta y tranquilamente fuera de su cuerpo f�sico y pronto flot� a una cierta distancia por encima de su cama. Nos contaba, con humor, c�mo desde all� miraba su cuerpo extendido, que le parec�a p�lido y feo. Se encontraba extra�ada y sorprendida, pero no asustada ni espantada. Nos cont� c�mo vio llegar al equipo de reanimaci�n y nos explic� con detalle qui�n lleg� primero y qui�n �ltimo. No s�lo escuch� claramente cada palabra de la conversaci�n, sino que pudo leer igualmente los pensamientos de cada uno. Ten�a ganas de interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba bien, pero pronto comprendi� que los dem�s no la o�an. La se�ora Schwartz decidi� entonces detener sus esfuerzos y perdi� su conciencia. Fue declarada muerta cuarenta y cinco minutos despu�s de empezar la reanimaci�n, y dio signos de vida despu�s, viviendo todav�a un a�o y medio m�s. Su relato no fue el �nico. Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una reanimaci�n o una intervenci�n quir�rgica y observa, efectivamente, dicha intervenci�n�.

La doctora K�bler-Ross a�ade que �otro caso bastante dram�tico fue el de un hombre que perdi� a sus suegros, a su mujer y a sus ocho hijos, que murieron carbonizados luego que la furgoneta en la que viajaban chocara con un cami�n cargado con carburante. Cuando el hombre se enter� del accidente permaneci� semanas en estado de shock, no se volvi� a presentar al trabajo, no era capaz de hablar con nadie, intent� buscar refugio en el alcohol y las drogas, y termin� tirado en la cuneta, en el sentido literal de la palabra. Su �ltimo recuerdo que ten�a de esa vida que llev� durante dos a�os fue que estaba acostado, borracho y drogado, sobre un camino bastante sucio que bordeaba un bosque. S�lo ten�a un pensamiento: no vivir m�s y reunirse de nuevo con su familia. Entonces, cuando se encontraba tirado en ese camino, fue atropellado por un veh�culo que no alcanz� a verlo. En ese preciso momento se encontr� �l mismo a algunos metros por encima del lugar del accidente, mirando su cuerpo gravemente herido que yac�a en la carretera. Entonces apareci� su familia ante �l, radiante de luminosidad y de amor. Una feliz sonrisa sobre cada rostro. Se comunicaron con �l sin hablar, s�lo por transmisi�n del pensamiento, y le hicieron saber la alegr�a y la felicidad que el reencuentro les proporcionaba. El hombre no fue capaz de darnos a conocer el tiempo que dur� esa comunicaci�n, pero nos dijo que qued� tan violentamente turbado frente a la salud, la belleza, el resplandor que ofrec�an sus seres queridos, lo mismo que la aceptaci�n de su actual vida y su amor incondicional, que jur� no tocarlos ni seguirlos, sino volver a su cuerpo terrestre para comunicar al mundo lo que acababa de vivir, y de ese modo reparar sus vanas tentativas de suicidio. Enseguida se volvi� a encontrar en el lugar del accidente y observ� a distancia c�mo el chofer estiraba su cuerpo en el interior del veh�culo. Lleg� la ambulancia y vio c�mo lo transportaban a la sala de urgencias de un hospital. Cuando despert� y se recuper�, se jur� a s� mismo no morirse mientras no hubiese tenido ocasi�n de compartir la experiencia de una vida despu�s de la muerte con la mayor cantidad de gente posible�.

La doctora K�bler-Ross a�adi� �que investigamos casos de pacientes que estuvieron cl�nicamente muertos durante algunos minutos y pudieron explicarnos con precisi�n c�mo los sacaron el cuerpo del coche accidentado con dos o tres sopletes. O de personas que incluso nos detallaron el n�mero de la matricula del coche que los atropell� y continu� su ruta sin detenerse. Una de mis enfermas que sufr�a esclerosis y que s�lo pod�a desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: �Doctora Ross, �Yo pod�a bailar de nuevo!�, o ni�as que a consecuencia de una quimioterapia perdieron el pelo y me dijeron despu�s de una experiencia semejante: �Ten�a de nuevo mis rizos�. Parec�an que se volv�an perfectos. Muchos de mis esc�pticos colegas me dec�an: �Se trata s�lo de una proyecci�n del deseo o de una fantas�a provocada por la falta de ox�geno.� Les respond� que algunos pacientes que sufr�an de ceguera total nos contaron con detalle no s�lo el aspecto de la habitaci�n en la que se encontraban en aquel momento, sino que tambi�n fueron capaces de decirnos qui�n entr� primero en la habitaci�n para reanimarlos, adem�s de describirnos con precisi�n el aspecto y la ropa de todos los que estaban presentes�.

La muerte no existe
La doctora K�bler-Ross asegur� que despu�s de investigar estos casos concluy� que la muerte no exist�a en realidad, pues �sta ser�a no m�s que el abandono del cuerpo f�sico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. �Ninguno de mis enfermos que vivi� una experiencia del umbral de la muerte tuvo a continuaci�n miedo a morir. Ni uno s�lo de ellos, ni siquiera los ni�os. Tuvimos el caso de una ni�a de doce a�os que tambi�n estuvo cl�nicamente muerta. Independientemente del esplendor magn�fico y de la luminosidad extraordinaria que fueron sido descritos por la mayor�a de los sobrevivientes, lo que este caso tiene de particular es que su hermano estaba a su lado y la hab�a abrazado con amor y ternura. Despu�s de haber contado todo esto a su padre, ella le dijo: �Lo �nico que no comprendo de todo esto es que en realidad yo no tengo un hermano.� Su padre se puso a llorar y le cont� que, en efecto, ella hab�a tenido un hermano del que nadie le hab�a hablado hasta ahora, que hab�a muerto tres meses antes de su nacimiento�.

La doctora agreg� que �en varios casos de colisiones frontales, donde algunos de los miembros de la familia mor�an en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales, me toc� ocuparme particularmente de los ni�os y sentarme a la cabecera de los que estaban en estado cr�tico. Yo sab�a con certeza que estos moribundos no conoc�an ni cu�ntos ni qui�nes de la familia ya hab�an muerto a consecuencia del accidente. En ese momento yo les preguntaba si estaban dispuestos y si eran capaces de compartir conmigo sus experiencias. Uno de esos ni�os moribundos me dijo una vez: �Todo va bien. Mi madre y Pedro me est�n esperando ya.� Yo ya sab�a que su madre hab�a muerto en el lugar del accidente, pero ignoraba que Pedro, su hermano, acababa de fallecer 10 minutos antes�.

La luz al final del t�nel
La doctora K�bler-Ross explic� que despu�s que abandonar el cuerpo f�sico y de reencontrarse con aquellos seres queridos que partieron y que uno am�, se pasa por una fase de transici�n totalmente marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un t�nel, un p�rtico o la traves�a de un puente. All�, una luz brilla al final. �Y esa luz era m�s blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se sent�an llenos del amor m�s grande, indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una experiencia del umbral de la muerte, puede mirar esta luz s�lo muy brevemente. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Viv�an la comprensi�n sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se daban cuenta de que toda vuestra vida aqu� abajo no es m�s que una. Y all� se alcanzaba el conocimiento. Conoc�an exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que pronunciaron. En el momento en que contemplaron una vez m�s toda su vida, interpretaron todas las consecuencias que resultaron de cada uno de sus pensamientos, de sus palabras y de cada uno de sus actos. Muchos se dieron cuenta de que Dios era el amor incondicional. Despu�s de esa �revisi�n� de sus vidas ya no lo culpaban a �l como responsable de sus destinos. Se dieron cuenta de que ellos mismos eran sus peores enemigos, y se reprocharon el haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer. Sab�an ahora que cuando su casa ardi�, que cuando su hijo falleci�, cuando su marido fue herido o cuando sufrieron un ataque de apoplej�a, todos estos golpes de la suerte representaron posibilidades para enriquecerse, para crecer�.

La especialista, en este punto, hizo una recomendaci�n a todos aquellos que sufren el trance de tener cerca a alg�n ser querido a punto de morir. �Deben saber que si se acercan al lecho de su padre o madre moribundos, aunque est�n ya en coma profundo, ellos oyen todo lo que les dicen, y en ning�n caso es tarde para expresar �lo siento�, �te amo� o alguna otra cosa que quieran decirles. Nunca es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea despu�s de la muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo momento se pueden arreglar �asuntos pendientes�, aunque �stos se remonten a diez o veinte a�os atr�s. Se pueden liberar de su culpabilidad para poder volver a vivir ellos mismos�.

La �conciencia c�smica � de la doctora K�bler-Ross
La doctora Elizabeth K�bler-Ross, intrigada por todos estos asombrosos relatos, decidi� una vez comprobar por s� misma su veracidad. Y, luego de ser inducida a una muerte artificial en un laboratorio m�dico de Virginia, experiment� dos veces estar fuera de su cuerpo. �Cuando volv� a la conciencia ten�a la frase �Shanti Nilaya�, que por cierto no sab�a qu� significaba, d�ndome vueltas en mi cabeza. La noche siguiente la pas� sola, en una pensi�n aislada en medio del bosque de Blue Ridge Mountains. All�, luego de sufrir inexplicables dolores f�sicos, fue gratificada con una experiencia de renacimiento que no podr�a ser descrita con nuestro lenguaje. Al principio hubo una oscilaci�n o pulsaci�n muy r�pida a nivel del vientre que se extendi� por todo mi cuerpo. Esta vibraci�n se extendi� a todo lo que yo miraba: el techo, la pared, el suelo, los muebles, la cama, la ventana y hasta el cielo que ve�a a trav�s de ella. Los �rboles tambi�n fueron alcanzados por esta vibraci�n y finalmente el planeta Tierra. Efectivamente, ten�a la impresi�n de que la tierra entera vibraba en cada mol�cula. Despu�s vi algo que se parec�a al capullo de una flor de loto que se abr�a delante de m� para convertirse en una flor maravillosa y detr�s apareci� esa luz esplendorosa de la que hablaban siempre mis enfermos. Cuando me aproxim� a la luz a trav�s de la flor de loto abierta y vibrante, fui atra�da por ella suavemente pero cada vez con m�s intensidad. Fui atra�da por el amor inimaginable, incondicional, hasta fundirme completamente en �l. En el instante en que me un� a esa fuente de luz cesaron todas las vibraciones. Me invadi� una gran calma y ca� en un sue�o profundo parecido a un trance. Al despertarme ca� en el �xtasis m�s extraordinario que un ser humano haya vivido sobre la tierra. Me encontraba en un estado de amor absoluto y admiraba todo lo que estaba a mi alrededor. Mientras bajaba por una colina estaba en comuni�n amorosa, con cada hoja, con cada nube, brizna de hierba y ser viviente. Sent�a incluso las pulsaciones de cada piedrecilla del camino y pasaba �por encima� de ellas, en el propio sentido del t�rmino, interpel�ndolas con el pensamiento: �No puedo pisaros, no puedo haceros da�o�, y cuando llegu� abajo de la colina me di cuenta de que ninguno de mis pasos hab�a tocado el suelo y no dud� de la realidad de esta vivencia. Se trataba sencillamente de una percepci�n como resultado de la conciencia c�smica. Me fue permitido reconocer la vida en cada cosa de la naturaleza con este amor que ahora soy incapaz de formular. Me hicieron falta varios d�as para volver a encontrarme bien en mi existencia f�sica, y dedicarme a las trivialidades de la vida cotidiana como fregar lavar la ropa o preparar la comida para mi familia. Posteriormente averigu� que �Shanti Nilaya� significa el puerto de paz final que nos espera. Ese estar en casa al que volveremos un d�a despu�s de atravesar nuestras angustias, dolores y sufrimientos, despu�s de haber aprendido a desembarazarnos de todos los dolores y ser lo que el Creador ha querido que seamos: seres equilibrados que han comprendido que el amor verdadero no es posesivo�.

La Dra. Elizabeth K�bler-Ross, luego que en 1995 sufriera una serie de apoplej�as que paralizaron el lado derecho de su cara, falleci� en Scottdale, Arizona, el 24 de agosto del 2004. Se enfrent� a su propia muerte con la valent�a que hab�a afrontado la de los dem�s, y con el coraje que aprendi� de sus pacientes m�s peque�os. S�lo pidi� que la despidieran con alegr�a, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada.

En su lecho de muerte, por cierto, sus amigos y seres queridos le preguntaron si le tem�a a la muerte, a lo que ella replic�: �No, de ning�n modo me atemoriza; dir�a que me produce alegr�a de antemano. No tenemos nada que temer de la muerte, pues la muerte no es el fin sino m�s bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el cuerpo terrenal s�lo representa una parte muy peque�a de nuestra existencia. Nuestra muerte no es el fin o la aniquilaci�n total, sino que todav�a nos esperan alegr�as maravillosas�.

http://www.guioteca.com/fenomenos-paranormales/elizabeth-kubler-ross-la-connotada-cientifica-que-confirmo-que-si-existe-el-mas-alla/

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