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Cómo Perón boicoteó la integración regional y deterioró la relación con Uruguay




05/07/2015 - 12:20:33
Infobae.- Jos� "Pepe" Mujica dice que la "Argentina no acompa�a un carajo la integraci�n regional" y que "cuando tiene viento de cola" nuestro pa�s "agarra para otro lado". Lo dijo a pocos d�as de dejar el gobierno, y luego de a�os de pagar un alto costo interno por ejercer la "paciencia estrat�gica" con los argentinos. Pero la d�cada kirchnerista no fue la primera que los uruguayos padecieron con nosotros. La tensi�n entre los dos pa�ses tiene una larga historia, aunque tuvo un pico dram�tico durante la Segunda Guerra Mundial, que fue vivida en los pa�ses del R�o de la Plata con sentimientos notoriamente contrapuestos, y todav�a empeor� inmediatamente despu�s, con la victoria de Juan Domingo Per�n en las elecciones.

Uruguay estuvo a favor de los aliados apenas iniciado el conflicto. Su sociedad democr�tica y abierta, su vocaci�n igualitaria, la pusieron natural y autom�ticamente de ese lado. Rodeado por dos importantes naciones, eligi� apoyarse en los Estados Unidos, el pa�s m�s lejano y aun m�s grande, para sentirse protegido. Por eso cuando se realiz� la III Reuni�n de Consulta entre Ministerios de Relaciones Exteriores de las Rep�blicas Americanas entre el 15 y el 28 de enero de 1942 en R�o de Janeiro, Uruguay estaba dispuesta a declarar la beligerancia contra el Eje, como otros pa�ses de la regi�n, M�xico y la mayor�a de los pa�ses de Am�rica Central.

As� y todo, Uruguay acept� una convocatoria previa en Buenos Aires, realizada por el canciller Enrique Ruiz Gui�az�, convencido nacionalista que impulsaba la neutralidad, para coordinar posiciones entre Chile, Paraguay y Per�. Los vecinos ve�an en esa convocatoria un intento argentino por liderar desde Buenos Aires un bloque hegem�nico que escondi�ndose en la neutralidad, favoreciera al Eje, pero aceptaron la reuni�n.

Efectivamente, nuestro pa�s algo logr�. Ya en R�o de Janeiro, Argentina obtuvo un �xito importante frente a Sumner Welles, secretario adjunto de Estado, al lograr que el documento evitara obligar a las naciones a declarar la guerra al Eje, para solo "recomendar" esa decisi�n. Sin embargo, la mayor�a de los pa�ses latinoamericanos, incluido Uruguay, aunque no declararon la guerra, rompieron relaciones diplom�ticas con los pa�ses del Eje. Argentina y Chile fueron la excepci�n.

El contexto facilit� el viraje de Brasil, que durante la Segunda Guerra se fue convirtiendo en el m�s poderoso aliado latinoamericano de Estados Unidos, que promovi� el potencial militar brasile� �o con la clara intenci�n de presionar a la Argentina, que usaba su influencia para comerciar libremente con los pa�ses aliados europeos y proteger los intereses nazis en la regi�n.

El nuevo balance de fuerzas entre Brasil y Argentina tambi�n favoreci� a Uruguay, que pudo estrechar las relaciones con los Estados Unidos sin tutelas regionales. A mediados de 1942, Uruguay y Estados Unidos suscribieron un primer acuerdo bilateral para fortalecer el comercio entre ambos pa�ses sobre la base de un intercambio libre de tarifas discriminatorias o trabas arancelarias, adem�s de cr�ditos con los que nuestro vecino pudo comprar la The Montevideo Telephone Company, de propiedad norteamericana, e iniciar un vasto programa de obras p�blicas y viales. "Es decir, la coyuntura b�lica y la situaci�n estrat�gica de Uruguay frente a su renuente vecino, promovieron un acercamiento pragm�tico", opina Juan Oddone, historiador uruguayo, en Vecinos en discordia.

Como era de esperar, ni el presidente ni el canciller uruguayos asistieron a la asunci�n del 4 de junio del 46. Uruguay tampoco estuvo entre los primeros env�os de trigo que dispuso Per�n apenas asumido como Presidente, lo que oblig� a nuestros vecinos a depender del pan negro por muchos a�os. Y por si fuera poco, en julio del 46, la polic�a uruguaya desbarat� un intento de golpe liderado por el coronel Esteban Cristi, oficial retirado de clara ideolog�a pro nazi, que hab�a tenido estrecha vinculaci�n con los agregados militares argentinos desde el golpe argentino en 1943.

Meses despu�s, ya en la campa�a pol�tica uruguaya, que el 27 de noviembre del 46 eligi� la nueva f�rmula presidencial, el gobierno argentino intervino en forma expl�cita, "desplegando publicidad a cara descubierta en favor del Partido Nacional, o aun irrumpiendo en los actos pol�ticos colorados", cont� Oddone. Adem�s, precis� que Tom�s Berreta, el candidato a presidente del Partido Colorado, se quej� en Washington de la presencia de "provocadores peronistas" que aparecieron en veh�culos identificados con chapas argentinas buscando disolver reuniones partidarias o amedrentar a sus asistentes. Tambi�n confirm� que hab�a llegado dinero en efectivo desde enviados peronistas para solventar la campa�a de Luis Herrera, una informaci�n que apareci� en algunos diarios montevideanos, pero que el Partido Blanco hab�a negado.


La f�rmula colorada integrada por Berreta-Luis Batlle Berres gan� c�modamente. El presidente electo fue invitado a una gira por los Estados Unidos donde todav�a estaba Spruille Braden como secretario adjunto de Estado, con quien tuvo una conversaci�n personal. Dijo en el encuentro privado con Braden el presidente uruguayo electo: "No hay duda de que Per�n est� buscando la hegemon�a sobre la totalidad de la porci�n meridional del continente, y estamos muy preocupados. R�o de Janeiro est� lejos y Estados Unidos a�n m�s; nosotros estamos cruzando el r�o tan solo. �Por qu� se est� armando? �Por qu� est� construyendo una gran industria b�lica cerca de C�rdoba?".

Seis meses despu�s, Berreta muri�. Asumi� Batlle Berres, sobrino de Jos� Batlle y Ord��ez, el carism�tico caudillo uruguayo que lleg� dos veces a la presidencia. Luis Batlle ten�a 47 a�os cuando tuvo que asumir como Presidente. Casado con la argentina Matilde Ib��ez, se trataba de un hombre de vanguardia. Apasionado aviador entre 1916 y 1920, promovi� la creaci�n de la Fuerza A�rea cuando lleg� a la Primera Magistratura. Hab�a sido diputado en la d�cada del 30 y se enfrent� duramente al golpe de 1933, apoyado por el herrerismo.

Este era el hombre que se reuni� con Per�n el 27 de febrero de 1948 en el medio del R�o de la Plata, adonde el argentino lleg� a bordo del yate Tecuara y el uruguayo del Capit�n Miranda. La elecci�n del lugar del encuentro fue toda una victoria para los uruguayos. Hubo una formulaci�n que realiz� el canciller argentino Estanislao Severo Zevallos en 1890, pensamiento conocido como "Doctrina Zeballos", que postulaba que Uruguay ten�a una "costa seca", que su soberan�a terminaba en la arena de sus playas, basado en la interpretaci�n de que en la Convenci�n Preliminar de Paz (el tratado firmado en 1828 entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del R�o de la Plata), nuestro pa�s no hab�a cedido ni renunciado a parte alguna del R�o de la Plata. Que la reuni�n se hiciera a equidistancia de ambas costas pod�a ser le�do como un reconocimiento -aunque impl�cito- de los derechos uruguayos.

El encuentro fue propuesto por la Argentina, y Uruguay r�pidamente dio el s�, interesado por resolver la gran cantidad de litigios por el turismo (el gobierno peronista hac�a cada vez m�s complicadas las regulaciones para entrar y salir del pa�s), por la balanza comercial (siempre negativa para los uruguayos) y los l�mites fluviales (una preocupaci�n estructural de nuestro vecino). Ambos Presidentes hicieron un notable esfuerzo por encarrilar la relaci�n. La reuni�n se hizo frente a la Playa de la Agraciada, Carmelo. Fueron acompa�ados por sus esposas, que se mantuvieron, tensas, al margen de las negociaciones. Tambi�n fueron parte de la delegaci�n el canciller argentino Bramuglia, el presidente del Consejo Econ�mico Nacional, Miguel Miranda, el presidente del Banco Central, Orlando Maroglio, y el empresario Alberto Dodero.

Seg�n public� El Pa�s, de Montevideo, la reuni�n la arranc� Per�n, que oficiaba de anfitri�n, ya que el encuentro se estaba realizando arriba del Tecuara. Su preocupaci�n era formar un frente de productores de carne para defender mejor el precio ante los compradores europeos, b�sicamente los brit�nicos, que quer�an deprimirlo. Los detalles de la propuesta los dio Miguel Miranda, quien explic� que por ser Argentina el pa�s con mayor producci�n c�rnica, se encargar�a de los cobros correspondientes a las ventas conjuntas. "Un s�lido silencio sigui� a las expresiones del jefe de Estado argentino", escribi� Jorge Otero Men�ndez en su libro Uruguay, un destino incierto hasta que un miembro de la delegaci�n uruguaya dijo: "Muy bien, ministro, muy bien, brindemos por la hermandad rioplatense", que fue el modo que tuvieron nuestros vecinos de desviar el asunto y pasar a los problemas que interesaban a Uruguay.

Al concluir, los dos Presidentes realizaron una declaraci�n conjunta donde se destacaron los acuerdos m�s importantes: el establecimiento de un servicio de ferry, la libre circulaci�n a trav�s de la frontera argentino-‌uruguaya, la creaci�n de una comisi�n permanente para regular el comercio entre ambos pa�ses, y la intenci�n de terminar con los litigios lim�trofes a trav�s de un arbitraje internacional. Eran, de todos modos, generalidades y ninguna propuesta de soluciones concretas. Los diarios uruguayos reflejaron cierta decepci�n con el encuentro que era vital para sus intereses. Efectivamente, los acuerdos no fueron sustanciales, el documento finalmente no fue firmado, y la distancia personal entre Per�n y Batlle no fue saldada. En particular, un cable del embajador norteamericano ante Montevideo, Ellis O. Briggs, coment� que a Batlle le molest� cierta arrogancia de parte del presidente argentino, y que incluso se sinti� presionado a firmar un documento en el que la canciller�a uruguaya no hab�a intervenido

Jorge Batlle, hijo de Batlle Berres, que acompa�� a su padre a la edad de 20 a�os, ya que actuaba como una especie de asesor informal, cont� su experiencia: "La tensi�n era evidente, sobre todo para los uruguayos, que nos sent�amos maltratados por Per�n. Para mi mam�, especialmente, fue dif�cil, como puede verse en las fotos de la �poca, sobre todo unas en las que mira de reojo a Evita, con cierto desd�n".

Para Batlle, la reuni�n entre su padre y Per�n no fue demasiado importante, pero reconoce que tuvo un valor estrat�gico: "Al realizarse en el medio del R�o, se sent� un precedente que le dio sustentabilidad al reclamo de l�mites uruguayo. Cuando Per�n volvi� a ser Presidente, quiso reconciliarse con Uruguay y lo primero que hizo en materia internacional fue firmar el tratado que puso fin a la disputa por los l�mites en el r�o entre ambos".

En efecto, Per�n asumi� su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973 y el 19 de noviembre ya hab�a firmado el Tratado del R�o de la Plata y su Frente Mar�timo, que estableci� la libertad de navegaci�n y la igualdad de uso de los canales situados en agua de uso com�n, permitiendo la navegaci�n de buques comerciales y de guerra de terceros pa�ses autorizados por la otra parte, siempre que no afectaran el orden p�blico y la seguridad. Cuando se fue de este mundo, el l�der argentino hab�a resuelto las cuentas pendientes que ten�a con el vecino pa�s, pero entre la reuni�n con Batlle Berres y el golpe del 55, todav�a hizo sufrir bastante a los uruguayos.


El historiador Oddone cuenta: "Antes de terminar 1948, se hizo p�blico en Buenos Aires un supuesto complot criminal contra la vida de Per�n y su esposa, del que se responsabiliz� a John Griffiths, un ex agregado de prensa expulsado de Argentina y luego radicado en Montevideo. Tal circunstancia dio pie en los diarios peronistas a la versi�n de un complot con ramificaci�n uruguaya, lo que acrecent� la hostilidad popular contra los Estados Unidos y reavivando, de paso, la inquina contra el gobierno de Batlle Berres".

Se trataba del episodio que termin� con Cipriano Reyes en la c�rcel. De paso, el gobierno argentino aprovechaba para criticar al uruguayo, a quien acus� de excesiva tolerancia contra los que intentaban asesinar a la pareja presidencial argentina.

Pero a Per�n no le alcanzaron las desmentidas. Por cadena nacional, como responsabilizando al gobierno uruguayo, asegur� que Griffiths no actuaba por su cuenta, por eso "se instal� c�modamente en el Uruguay, y desde all� est� dirigiendo la insurrecci�n en este pa�s. Hoy ha tenido la desverg�enza, desde Radio El Espectador de Montevideo, de afirmar que esto es una farsa y que no existe tal conspiraci�n2.

La investigadora cordobesa Delia del Pilar Otero, docente de la Universidad Cat�lica de C�rdoba y especialista de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Brasilia, realiz� un valioso trabajo sobre "Propaganda pol�tica y relaciones interregionales" durante las presidencias de Ib��ez y Per�n. Para ella, la "peronizaci�n" de la vida cotidiana, "un rasgo distintivo de la democracia de masas" con realizaci�n de grandes concentraciones p�blicas como competencias deportivas, actos conmemorativos y encuentros multitudinarios con participaci�n de sectores populares, tuvo su r�plica en las relaciones de Per�n con Am�rica latina.

As�, el presidente argentino no solo fund� Agencia Latina, que ten�a sede en M�xico DF, para competir con las United Press y Associated Press, sino que cre� el Servicio Internacional Radiof�nico Argentino (SIRA), con el que distribu�a programas radiales y compraba publicidad o incluso emisoras en distintos pa�ses de la regi�n.

Seg�n Otero, el gobierno argentino ten�a espacios de propaganda en Radio Nacional de Lima, Radio Venezuela de Caracas, Radio Panamericana de Managua, La Voz de Honduras de Tegucigalpa, Radio Colonial de Quito, La Voz de las Am�ricas de Guatemala, La Voz del Salvador de El Salvador, Cadena Continental de M�xico, Radio Globo de R�o de Janeiro, Radio Aspiazu de La Paz y Radio Miramar de Panam�. Lo comprob� analizando en el Archivo General de la Naci�n varios expedientes de Gastos Reservados de Propaganda entre los a�os 1951-1954.

A trav�s del Servicio Internacional Cinematogr�fico Argentino (SICA) se procedi� a la difusi�n y promoci�n pol�tica en cines latinoamericanos y a trav�s del Comit� Ol�mpico Argentino y la Confederaci�n Argentina de Deportes se realizaron los Primeros Juegos Panamericanos de 1951, bautizados Juan Domingo Per�n.

Por su lado, la diplomacia sindical vino acompa�ada con el nacimiento de ATLAS (Agrupaci�n de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas), la central sindical creada para contrarrestar el congreso sindical que se realiz� en Lima el 10 de enero de 1948, del que fue excluida la CGT de la Argentina, acusada por los norteamericanos de ser el instrumento de "un gobierno totalitario y antidemocr�tico". La American Federation of Labor (AFL) convoc� a esa conferencia para sentar las bases de una federaci�n sindical hemisf�rica. La ocasi�n fue aprovechada para que Argentina enviara delegados a todos los pa�ses americanos a visitar nuestro pa�s, donde ser�an agasajados por Per�n y Evita. Fue una de las primeras responsabilidades de los agregados obreros, cuyas acciones cayeron muy mal no solo en Lima, sino tambi�n en R�o de Janeiro, M�xico, Ciudad Trujillo, La Habana, San Jos� de Costa Rica, Santiago de Chile y Quito.

As� fue que Buenos Aires se transform� en una meca de sindicalistas de todo el continente. Entre ellos, el mexicano Luis Morones, que fue a la conferencia de Lima, tom� la palabra y cuestion� duramente que no se hubiera invitado a la CGT. Se retir�, viaj� inmediatamente a nuestro pa�s, y aqu� se reuni� con Jos� Espejo, secretario general de la central sindical argentina. Ambos fueron los primeros responsables de organizar la ATLAS, que se present� en sociedad en noviembre de 1952 en la ciudad de M�xico, gracias al respaldo econ�mico del gobierno argentino, aunque su sede permanente estuvo en Buenos Aires.

En La internacional justicialista, Zanatta asegura que "el activismo sindical peronista en el extranjero no hizo otra cosa que crecer y atacar a Washington", lo que facilitaba la llegada de sindicalistas a Buenos Aires, pero complicaba excesivamente los v�nculos pol�ticos con los pa�ses, que evidentemente no pod�an tolerar semejantes injerencias. El italiano atribuye a la influencia de Eva Duarte en la pol�tica exterior, la decisi�n de darle preponderancia a la ideolog�a por sobre la diplomacia, y al mesianismo expansionista por sobre la pol�tica, en detrimento de Bramuglia.

Para Zanatta, la pol�tica exterior de Per�n fue un fracaso, porque dej� un legado de temor y desconfianza: "[...] una herencia desfavorable nunca revertida con el paso del tiempo, la de un pa�s refractario a asumir compromisos y a adherir a instituciones multilaterales, a veces poco confiable y otras veces transgresor y con frecuencia oportunista en la obtenci�n de ventajas a corto plazo a costa de estropear bienes raros y fr�giles que solo dan fruto con el paso del tiempo: prestigio, confianza, credibilidad".

La experiencia es tan parecida a la d�cada kirchnerista que asusta.

Este art�culo es una versi�n condensada del cap�tulo "Per�n y los pa�ses vecinos", incluido en el libro "El relato peronista", de Silvia Mercado (Planeta).

http://www.infobae.com/2015/07/05/1739741-como-peron-boicoteo-la-integracion-regional-y-deterioro-la-relacion-uruguay

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