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Los milagros del padre Pío de Pietrelcina: el santo que tenía los estigmas de Jesucristo




28/07/2015 - 18:59:56
Emol.- Francesco Forgione, quien ser�a conocido en la posteridad como el Padre P�o, naci� en la localidad de Pietrelcina, en la Campania italiana, en 1887. Desde ni�o sinti� una profunda vocaci�n religiosa y a los 16 a�os fue aceptado como novicio en el convento de los frailes capuchinos en Morcone. En agosto de 1916 fue ordenado como sacerdote en la catedral de Benevento y posteriormente fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, en la provincia de Foggia, donde vivi� hasta su muerte en 1968.

El ni�o Francesco comenz� desde muy peque�o a tener visiones m�sticas (su madre relataba que cuando ni�o �l aseguraba que pod�a hablar con su �ngel guardi�n y el de otras personas, algo que para �l era algo tan natural que pensaba que todo el mundo pod�a hacerlo). El 20 de septiembre de 1918, mientras acababa de terminar el rezo de la Liturgia de las Horas, el padre Arc�ngel, uno de los religiosos que lo acompa�aba en ese momento, se percat� que las manos del Padre P�o estaban sangrando. Con aire preocupado, le pregunt�: ��Se ha herido?�. Con el rostro desencajado y el paso vacilante, el Padre P�o se present� a su Superior, quien al verlo qued� petrificado. Adem�s de las manos y los pies, tambi�n el costado de su cuerpo sangraba profusamente. Lo incre�ble era que la sangre no coagulaba y, adem�s, emanaba un agradable perfume a flores (el denominado �olor a santidad�). El Superior enseguida puso al tanto de la situaci�n al Padre Provincial, aunque la noticia no dur� mucho tiempo oculta. Miles de personas comenzaron a llegar al convento a ver al �santo�, para confesarse con �l o escucharlo celebrar la Santa Misa. La Santa Sede orden� intensificar el estudio m�dico y sustraer al Padre P�o de la curiosidad popular, por lo que se le prohibi� celebrar misa en p�blico y confesar. El Padre P�o, obedeciendo la orden, vivi� durante mucho tiempo una vida perfecta de claustro y bajo las �rdenes de los m�dicos, que no encontraron las causas naturales de sus heridas.

Los estigmas pasionarios de Jesucristo acompa�ar�an por el resto de su vida al Padre P�o hasta el d�a de su muerte, a los 81 a�os. Por ello, cuando confesaba o hac�a misa, llevaba las manos cubiertas con guantes o vendas, aunque en algunas ocasiones eran sus mismos superiores los que le ped�an que descubriera sus manos para que los estigmas pudieran ser fotografiados.

Adem�s de sufrir los estigmas pasionarios y desprender el �olor a santidad�, una fuerte fragancia de flores que se pod�a percibir en su presencia, los ac�litos del padre P�o aseguraban que �ste ten�a otros dones como la clarividencia y discernimiento extraordinario o capacidad de leer las conciencias, don que utiliz� frecuentemente durante el ministerio del sacramento de la confesi�n; la curaci�n de enfermedades mediante el poder de la oraci�n; la levitaci�n o poder de suspenderse por s� s�lo en el aire; la xenoglosia o facultad de hablar varios idiomas; la bilocaci�n o la capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo; y la capacidad de ver apariciones de �ngeles, demonios, personas fallecidas, la Virgen Mar�a y Jesucristo.

Figura controvertida
Los milagros del Padre P�o fueron objeto de numerosas investigaciones. En el per�odo comprendido entre 1924 a 1931, de hecho, la Santa Sede hizo varias declaraciones negando que los acontecimientos en la vida del padre P�o se debieran a alguna causa divina. Y en un momento dado, como se mencion� anteriormente, se le impidi� p�blicamente el desempe�o de sus deberes sacerdotales, como el confesar y dar misa. El padre m�dico y psic�logo Agostino Gemelli, enviado por el Vaticano para investigar el caso, afirm� que sus estigmas �eran de origen neur�tico�. Por temor a disturbios locales, un plan para transferir al padre P�o a otro convento fue abandonado por temor a los disturbios que se pudieran producir y un segundo plan fue cancelado cuando una manifestaci�n organizada por sus ac�litos estuvo a punto de desbordarse.

Como consecuencia de esto, el Padre P�o pas� 10 a�os ―de 1923 a 1933― aislado completamente del mundo exterior. El Papa P�o XI orden� a la Santa Sede que se revirtiera la prohibici�n de la celebraci�n de misa y confesi�n, mientras que el Papa P�o XII, quien asumi� el papado en 1939, anim� a los devotos a visitar al religioso, que fundar�a por esta �poca la �casa de alivio al sufrimiento�, un hospital para curar a los enfermos tanto desde el punto de vista espiritual como f�sico.

El papa Juan XXIII, por el contrario, despu�s de atender algunas denuncias que aseguraban que el Padre P�o falsificaba sus milagros, provocaba sus estigmas con �cido n�trico y usaba agua de colonia para crear el �olor de santidad� que lo hac�a famoso, le prohibi� decir la misa en p�blico, publicar sus populares oraciones, recibir visitas y hablar con mujeres en privado. El papa Pablo VI, que reemplaz� a Juan XXIII tras su muerte en 1963, neg� las acusaciones de su antecesor y reivindic� la figura del Padre P�o. El papa Juan Pablo II, finalmente, lo consagrar�a como santo en el a�o 2000.

Los asombrosos milagros del Padre P�o
Con respecto a las bilocaciones del Padre P�o o su capacidad de estar en dos lugares a la vez, existen testimonios bastante fidedignos. El Cardenal Merry del Val cont� al Papa P�o XII que una vez hab�a visto al Padre P�o, que se encontraba enclaustrado como siempre en su capilla de San Giovanni Rotondo, rezando en San Pedro frente a la tumba de San P�o X, el d�a de la canonizaci�n de Santa Teresita. El Papa entonces le pregunt� al Beato Don Orione qu� pensaba del asunto, a lo que �ste respondi�: �Yo tambi�n lo vi. Estaba arrodillado rezando a San P�o X. Me mir� sonriente y luego desapareci�.

En otra oportunidad, Monse�or Damiani, un obispo uruguayo, fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre P�o. Luego de hacerlo se qued� unos d�as en el convento. Una noche se sinti� enfermo y llamaron al Padre P�o para que le diera los �ltimos sacramentos. �ste tard� mucho en llegar y cuando lo hizo le dijo: �Ya sab�a yo que no te morir�as. Volver�s a tu di�cesis y trabajar�s algunos a�os m�s para gloria de Dios y bien de las almas�. �Bueno�, contest� Monse�or Damiani, �me ir� pero si usted me promete que ir� a asistirme a la hora de mi muerte�. El Padre P�o le contest�: �Te lo prometo�. Monse�or Damiani volvi� al Uruguay y trabaj� durante cuatro a�os en su di�cesis. En el a�o 1941, cuando Monse�or Alfredo Viola festej� sus bodas de plata sacerdotales, hacia la medianoche el Arzobispo de Montevideo Antonio Mar�a Barbieri se despert� al o�r que alguien golpeaba a su puerta. Cuando abri�, apareci� un fraile capuchino que nunca hab�a visto y que le dijo: �Vaya inmediatamente a ver a Monse�or Damiani. Se est� muriendo�. Monse�or Barbieri fue corriendo a la alcoba de Monse�or Damiani, justo a tiempo para que �ste recibiera la extremaunci�n y escribiera en un papel las siguientes palabras: �Padre P�o..� aunque no pudo terminar la frase. Esa noche, por cierto, fueron muchos los testigos que vieron a un desconocido padre capuchino caminando por los corredores. En 1949 Monse�or Barbieri fue por primera vez a San Giovanni Rotondo y, con estupefacci�n, cuando vio al Padre P�o reconoci� en el religioso al capuchino que hab�a visto aquella noche, a m�s de diez mil kil�metros de distancia. El Padre P�o, por supuesto, no hab�a salido en ning�n momento de su convento. Hoy d�a, en Uruguay, hay una gruta que recuerda esta bilocaci�n, la misma donde el Padre P�o supuestamente ha hecho varios milagros.

Tambi�n es famoso el caso de un comandante general de las Fuerzas A�reas Americanas que, en plena Segunda Guerra Mundial, mientras �stas se encontraban acuarteladas en la ciudad italiana de Bari, en el sur de Italia, orden� a un escuadr�n de bombarderos que arrasaran un dep�sito de material de guerra alem�n supuestamente localizado cerca de San Giovanni Rotondo. Sin embargo, cuando los aviones se encontraban cerca del blanco, sus hombres y �l aseguran que vieron en el cielo a un monje con las manos alzadas. Las bombas que hab�an dejado caer cayeron finalmente en los bosques, mientras los aviones invert�an por s� solos su curso. Despu�s de la fallida misi�n, todos se preguntaban qui�n era ese monje a qui�n los aviones hab�an obedecido. Posteriormente, alguien le cont� a este general que �en San Giovanni Rotondo hab�a un monje que hac�a milagros�. Una vez terminada la guerra, el general fue al convento de los Capuchinos acompa�ado de varios pilotos. Una vez que entr� en la sacrist�a, el general se encontr� delante de varios monjes. Entre ellos, reconoci� de inmediato al monje que hab�a detenido sus aviones. Era el Padre P�o, quien, al verlo, camin� hacia �l y le dijo: ��Usted es quien quiso matarnos a todos nosotros?�. Aturdido y conmocionado por la mirada y por las palabras del Padre, el general se arrodill� delante de �l. Como de costumbre, el Padre P�o le hab�a hablado en dialecto italiano, pero el militar asegur� posteriormente que el monje le hab�a hablado en ingl�s. Despu�s de este episodio el general y sus compa�eros, todos protestantes, se convirtieron al catolicismo.

El padre Ascanio, uno de los hermanos del padre P�o en su parroquia de San Giovanni Rotondo, relat� una vez que �nosotros est�bamos esperando al Padre P�o que ten�a que venir a confesar a los penitentes. La Sacrist�a estaba llena de gente y todos est�bamos pendientes de la puerta para ver cuando entrara. La puerta estaba cerrada y de repente vi al padre P�o que camin� sobre las cabezas de las personas, dirigi�ndose luego hacia el confesionario. Posteriormente desapareci� y despu�s de algunos minutos comenz� a confesar. Yo no dije nada porque pens� que estaba so�ando, pero cuando me lo encontr� le pregunt�: �Padre P�o �C�mo usted ha logrado caminar sobre las cabezas de las personas? �. Su respuesta fue bastante c�mica: �Puedo asegurarte, hijo m�o, que es igual que caminar en el suelo��

Los campesinos de San Giovanni Rotondo recuerdan tambi�n que una vez, mientras esperaban con impaciencia que florecieran los �rboles de almendras en primavera para obtener una buena cosecha, lleg� una plaga de voraces orugas que devoraron las hojas y las flores de este fruto. Despu�s de varios d�as de intentar detener esa invasi�n, los campesinos, preocupados por la ruina econ�mica que se les avecinaba, le pidieron al Padre P�o que los ayudara. El sacerdote, que ten�a una hermosa vista de los �rboles frutales a trav�s de su ventana en el convento, se puso las sagradas vestiduras y empez� a orar. Cuando termin�, tom� el agua bendita e hizo la se�al de la Cruz en el aire, en direcci�n a los �rboles. Al d�a siguiente no s�lo las orugas hab�an desaparecido, sino que los �rboles de almendras ten�an nuevamente los reto�os de sus frutos, lo que fue la antesala de una cosecha abundante.

En otra oportunidad, en una tarde de verano, mientras el Padre P�o disfrutaba de una jornada de conversaci�n con varios religiosos en el jard�n de su convento, donde abundaban todo tipo de �rboles, much�simos p�jaros comenzaron a cantar y a hacer un gran ruido a la sombra de los �rboles. El Padre P�o, inc�modo por la sinfon�a de sonidos de las aves que le imped�a escuchar lo que dec�an sus hermanos de congregaci�n, mirando a los p�jaros les dijo: �silencio �. En ese mismo instante, los p�jaros, los grillos y las cigarras quedaron en el m�s absoluto silencio. Las personas que estaban en el jard�n quedaron estupefactas porque el Padre P�o les hab�a hablado a los p�jaros, tal como lo hac�a San Francisco.

Adem�s de estos incre�bles testimonios, se cuentan una infinidad de an�cdotas que grafican no s�lo la capacidad de hacer milagros del padre P�o, sino tambi�n su sagacidad y buen humor. Un humilde y devoto trabajador de Roma, oyendo de los milagros del Padre P�o, deseaba ir a su convento para conocerlo. Pero hab�a un ligero inconveniente. Una banda de ladrones estaba merodeando su barrio, lo que le imped�a dejar su casa sola. As� las cosas, el hombre hizo el siguiente pacto mental con el sacerdote: �Padre, yo ir� a visitarte si t� me cuidas la casa��. Una vez que el hombre lleg� a San Giovanni Rotondo, logr� conocer al Padre P�o y confesarse con �l. Al d�a siguiente, cuando fue de nuevo a saludarlo, el Padre P�o, en tono de broma, lo reprendi�: ��A�n est�s aqu�? �Y yo que estoy sudando tinta para sostenerte la puerta!�. El hombre se puso en marcha de inmediato, sin haber comprendido qu� hab�a querido decirle el religioso. Cuando lleg� a su casa comprendi� todo: Hab�an forzado la cerradura de su casa, pero los ladrones no hab�an logrado abrir la puerta.

En otra oportunidad, un sacerdote argentino que hab�a o�do hablar mucho sobre los famosos consejos del Padre P�o, decidi� viajar desde su pa�s a Italia con el �nico objeto de que el padre le diera alguna recomendaci�n �til para su vida espiritual. Cuando lleg� a Italia, se confes� con el Padre P�o, pero �ste, despu�s de bendecirlo y darle la absoluci�n, lo despidi� sin darle ning�n consejo. El padre lleg� a Argentina bastante desilusionado, por lo que comenz� a desahogarse contando el episodio a todo el mundo. �No entiendo por qu� el padre no me dijo nada�- les dec�a- �Y yo que cruc� el Atl�ntico s�lo para eso. Se supone que el Padre P�o lee las conciencias y sab�a que yo hab�a ido con la esperanza de que me diera alguna recomendaci�n para mi ministerio�. As� se quejaba, una y otra vez, hasta que uno de sus fieles le pregunt�: �Padre, �est� seguro que el padre P�o no le dijo nada?�no habr� hecho alg�n gesto, algo fuera de lo com�n?�. Entonces el sacerdote se puso a pensar y, finalmente, record� que el Padre P�o s� hab�a hecho algo un poco extra�o. �Me dio la bendici�n final haciendo la se�al de la cruz sumamente despacio, tan despacio que yo pens�: �es que no va a acabar nunca?�, le cont� a su ac�lito. ��He ah� el consejo!�- le dijo �ste- �Usted hace la se�al de la cruz tan r�pido que cuando nos bendice m�s que una cruz parece que estuviera formando un garabato�.

El santo m�s popular de Italia
El 20 de septiembre de 1968 el padre P�o cumpli� 50 a�os sufriendo los estigmas pasionarios, por lo que se celebr� una misa multitudinaria en su capilla de San Giovanni Rotondo. Sus fieles ubicaron alrededor del altar 50 grandes macetas con rosas rojas, simbolizando su medio siglo de sangre. Tres d�as despu�s, a los 81 a�os, el padre P�o falleci� y su funeral fue tan multitudinario (llegaron m�s de 100 mil personas) que tuvieron que pasar cuatro d�as para que la multitud de personas pasara a despedirse. La tarde anterior al d�a de su muerte, el padre P�o realiz� su �ltima bilocaci�n, pues mientras estaba en su lecho de muerte fue a �saludar� a G�nova a un amigo religioso que acababa de accidentarse por una ca�da. Se cuenta que cuando una religiosa entr� a la pieza de este religioso para llevarle una taza de t�, sinti� un fuerte perfume de flores que inundaba todo el entorno. Al preguntarle sobre el origen de la fragancia, el cura le contest�: �Es el Padre P�o que ha venido a saludarme y me ha dado su �ltimo adi�s.�

El 16 de junio de 2002 el religioso capuchino que sufr�a los estigmas de Jesucristo, pod�a flotar en el aire y estar en dos lugares a la vez, leer las conciencias de sus ac�litos, hacer florecer a los almendros y callar a los p�jaros, fue canonizado bajo el nombre de san P�o de Pietrelcina. Su cuerpo, que pese al paso del tiempo permanece incorrupto en una urna de cristal en el santuario de Santa Mar�a de la Gracia, en San Giovanni Rotondo, fue expuesto a p�blica veneraci�n en 2008. Hoy, San P�o de Pietrelcina, el santo m�s venerado de Italia, es conocido en la pen�nsula simplemente como �el santo de la gente�.

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