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Enrique Bachinelo

16 de julio de 1809

16/07/2009 - 23:32:50

La historia est� escrita y Pedro Domingo Murillo marcha al cadalso con su grito de: �La tea que dejo encendida nadie la apagar�. �Viva la Libertad!�  En el nuevo amanecer  Murillo marcha con la bandera creada por los constituyentes para simbolizar el nacimiento de una nueva naci�n acunada por los ideales del protom�rtir. 

Algunos patriotas fueron condenados a prisi�n perpetua en las Malvinas y Filipinas luego de la confiscaci�n de sus bienes. En La Paz el 29 de enero de 1810 se cumpli� la sentencia de muerte para nueve m�rtires de la independencia: Juan Antonio Figueroa, Basilio Catacora, Apolinar Ja�n, Buenaventura Bueno, Juan Bautista Sag�rnaga, Melchor Jim�nez, Mariano Graneros, Gregorio Garc�a Lanza y Pedro Domingo Murillo, quien pas� a la historia como autor de la c�lebre frase: "La tea que dejo encendida, nadie la apagar�. �Viva la libertad!"

Recordar los acontecimientos hist�ricos del nacimiento de una naci�n, no siempre es  grato puesto que la tierra fue regada con sangre de patriotas; juicios para aplicar la justicia peninsular con la violencia y la brutalidad de la bota ib�rica, que se encajaba cada vez mas, sobre las espaldas de un pueblo que clama libertad.

El 25 de mayo de 1809 se dio el primer paso, con un acto de profundo contenido pol�tico que la historia recuerda como el Primer Grito Libertario en el Alto Per�, en Chuquisaca, donde los insurgentes lograron deponer al Presidente de la Audiencia de Charcas, encendiendo la chispa revolucionaria de los pace�os que empezaron a reunirse clandestinamente con tintes subversivos.

Este movimiento se arm� con tal rapidez que para la llegada de los emisarios chuquisaque�os ya se estaban dando los �ltimos toques a una sublevaci�n cuidadosamente planificada. El plan consist�a en iniciar la revuelta durante la tarde del 16 de julio de 1809, aprovechando que toda la atenci�n estaba depositada en la fiesta de la Virgen del Carmen, que indirectamente fue c�mplice del plan subversivo.  Este hecho anecd�tico signific� que, en la rep�blica el pa�s le diera el grado de �Coronela� de las fuerzas armadas de Bolivia. 

Mientras se realizaba la procesi�n de la patrona castrense, aproximadamente a las cinco de la tarde,  los revolucionarios tomaron el cuartel de Veteranos, donde pidieron Cabildo Abierto y depusieron al gobernador, eligi�ndose una Junta Tuitiva. Circularon varias proclamas: mientras una aclaraba la lealtad de Murillo al movimiento. Otros grupos, temerosos de las represalias, solo manifestaban su deseo de libertad pero que su lealtad al rey Fernando segu�an inc�lumes. El 27 de julio, la Junta lanz� la proclama que en su texto declaraba la independencia de las colonias, siendo enviada a las principales ciudades en espera de su pronunciamiento y adhesi�n a la causa.

Las colonias espa�olas, que hab�an vivido durante m�s de trescientos a�os a la sombra del rey, ahora ve�an la oportunidad de trazar sus propios caminos luego de que Napole�n invadiera a la Madre Patria en 1808. A fines del mes de mayo, los ib�ricos se organizaron en juntas provinciales para resistir al invasor franc�s, logrando que para septiembre del mismo a�o, una Junta Central invocara el nombre del rey y solicitara la unidad de Espa�a con los dominios americanos.

Estos sucesos fueron propicios para que patriotas americanos, ante la ausencia de autoridad, tomaran el camino de la revoluci�n y el cambio del gobierno.
Con estos antecedentes, el origen de estos movimientos se remonta a la invasi�n napole�nica a Espa�a, la Revoluci�n Francesa y la independencia de Estados Unidos, que trajeron vientos de cambio y libertad para los americanos. Los criollos -que durante a�os hab�an soportado el estigma de haber nacido en el Nuevo Mundo, sin derecho a acceder a puestos p�blicos y bajo la eterna sombra de los ib�ricos- cultivaron un gran resentimiento.

Hab�an transcurrido 25 a�os del cerco a la ciudad de La Paz, liderado por el caudillo T�pac Katari y los pace�os reci�n empezaron a cultivar las semillas de la emancipaci�n. La rebeli�n campesina de T�pac Katari que cerc� la ciudad en 1781, a pesar de no obtener �xito y ser aplastada  por espa�oles y criollos peleando juntos en un solo frente, sac� a la luz las profundas contradicciones pol�ticas, sociales y econ�micas que en ese entonces viv�a la sociedad colonial.

Posesionada la Junta Tuitiva y ante el peligro de la aproximaci�n de tropas realistas al mando de Goyeneche, quien pese a las sospechas de ser partidario carlotista, fue llamado para sofocar la insurrecci�n. Los revolucionarios se alistaron para la defensa marchando hasta Chacaltaya en espera del enemigo. Mientras eso suced�a, se produjo una contrarrevoluci�n encabezada por Pedro Indaburo, quien apres� a Murillo acus�ndolo de traici�n. Calmados los �nimos, Indaburo fue ajusticiado por Antonio de Castro.

Poco despu�s, llegaron las fuerzas de Goyeneche a la ciudad de La Paz, lo que oblig� a los patriotas al repliegue de sus fuerzas hasta los Yungas, donde entre octubre y noviembre de 1809 fueron derrotados en los combates de Irupana y Chicaloma, donde perecieron Victorio Garc�a Lanza y Antonio de Castro. Murillo consigui� huir, pero fue apresado los primeros d�as de diciembre en Zongo.

Para el Nuevo Mundo estos hechos eran una clara se�al de la crisis de legitimidad pol�tica y de poder que atravesaban los espa�oles en las colonias. Las tierras que se hab�an regido con los designios del Rey, de pronto ya no ten�an a qui�n obedecer, el poder se les escapaba de las manos y fueron los criollos, la clase que pugnaba para lograr  el poder pol�tico de la regi�n, los que tomaron el control de los acontecimientos.

Los criollos o patricios, hijos de espa�oles nacidos en tierras americanas, viv�an a la sombra de los peninsulares. Pese a haber conseguido poder pol�tico, econ�mico y militar, un criollo deb�a someterse siempre a los mandatos de un espa�ol, que aunque se tratase de un reci�n llegado, ten�a el derecho pleno de ocupar los cargos importantes. Y es que para la Corona el linaje ten�a m�s importancia que cualquier otro m�rito.

Para acceder a cualquier puesto, el postulante deb�a presentar primero una limpieza de sangre, en que se probara, con un gran n�mero de documentos, la calidad de su casta y estirpe. La chispa de la libertad estaba prendida y fueron 15 a�os de luchas, encuentros, peleas caudillistas, y el reguero de la p�lvora corr�a por todo el continente. 

Los hispanos desesperados por retener sus posesiones, no dieron cuartel a los revolucionarios. El Alto Per�, parad�jicamente, fue el primero que lanz� el grito de �Libertad� y el �ltimo que consigui� su liberaci�n en 1825.  Alg�n historiador anotaba que la llegada de los libertadores Bol�var y Sucre, al Alto Per� signific� ratificar lo que ya los h�roes nativos hab�an logrado a costa de sangre de miles de patriotas locales.

El ep�logo final de la batalla por el nuevo amanecer en Am�rica del Sur  fue dada en los campos de Ayacucho.  El Alto Per� hab�a conquistado su libertad  por esfuerzo propio con  la muerte de cientos de lideres y miles de patriotas an�nimos.

Han transcurrido doscientos a�os de la fecha gloriosa del 16 de julio de 1809 lanzado en La Paz y es el momento que los bolivianos -que llevan el nombre del libertador- hagan  promesa de despojarse de ambiciones bastardas y buscar la unidad e integraci�n nacional. 

Los caminos del progreso est�n trazados y solo la inteligencia, el m�sculo humano y el  sacrificio de sus diez millones de habitantes unidos, alcanzar�n la luz de un nuevo amanecer. Todo es posible  si hay fe y esperanza, voluntad y sacrificio. La llave de la puerta al triunfo es el trabajo; solo el trabajo llevar� la luz del progreso y el renacer de una Nueva Bolivia.

"La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino" (Sim�n Bol�var)

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