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Del 11-S a los atentados en Bélgica, la cadena de la desgracia del mundo árabe




01/05/2016 - 16:25:30
George Chaya
INFOBAE.- El tr�gico derrotero de los pueblos que prefieren la victimizaci�n y el martirio en la apuesta del regreso a un pasado idealizado en vez de analizar sus propios problemas y desaf�os hacia el futuro

Ante la desgracia y el infortunio actual de los pueblos �rabes isl�micos, hay quienes han perdido la esperanza y piensan que los �rabes se encuentran en un callej�n oscuro del que no son capaces de salir, lo cual empeora y profundiza su situaci�n.

Este juicio enquistado en la calle �rabe es compartido por un ala extremista del pensamiento moderno formada desde sectores nacionalistas decepcionados, antiguos militante de izquierda y hasta liberales laicos agobiados por los hechos que se suscitan profundizando la crisis que comenz� para los pueblos �rabes una ma�ana del 11 de septiembre de 2001.
En noviembre de 2015 el Estado Isl�mico perpetr� m�ltiples atentados en Par�s

Desde ese punto de vista, la regresi�n es tan generalizada que se condena la idea misma de renacimiento de manera retrospectiva, ya que no solo se habr�a saldado con un fracaso sino que adem�s habr�a sido una anomal�a de la historia, abocada de antemano a no tener futuro. Pero todos los intentos por sacar a los �rabes de su situaci�n -en particular del nacionalismo- no han hecho m�s que agudizar y agravar el problema.

Algunos desencantados radicalizados han llegado incluso a interiorizar los esquemas culturalistas. La variante m�s voluntarista sostiene, siguiendo a los conservadores occidentales, que el cambio y la democracia solo pueden ser aportados por esa corriente, sin caer en la cuenta que por esa v�a solo se logra agravar las frustraciones, mantener despierta la victimizaci�n y la cultura de la muerte de quienes asesinaron en Par�s y Bruselas, y contin�an asesinando en Siria para, de ese modo, mantener perenne esa desgracia sin tener en cuenta que son los propios �rabes quienes deben salir del marasmo y el desastre en el que est�n inmersos.

Estos �ltimos creen que el empeoramiento de la situaci�n es bueno para ellos. Ya se sabe de quienes se trata son: los islamistas yihadistas que, llevados por sus ideas mesi�nicas, no ven en el infortunio �rabe m�s que un mal trago inevitable, pero no tan malo al fin y al cabo, puesto que puede servir para ganar el para�so con sus cuarenta hur�es (v�rgenes) a la espera de ese curioso "Gran Atardecer" que no est� pensado como un salto hacia el futuro, al contrario del original marxista, sino como una vuelta a la pureza original de la religi�n, aunque hubiera que buscarla en la noche de los tiempos.

Como pensamiento estructurado, el islamismo yihadista est� lejos de ser la ideolog�a dominante, aunque no por ello deja de ser un peligro verdadero con una poderosa capacidad de convocatoria por ser la �nica corriente que ofrece una v�a de escape al estatuto de victimas que los �rabes se complacen en alimentar, pero que el islamismo yihadista no deja de alentar.

La victimizaci�n va mas all� del "�por qu� nos odian?" con que los �rabes creen tener derecho a oponer frente a la pregunta que se hicieron los norteamericanos aquella ma�ana del 11 de septiembre de 2001.

El culto de la v�ctima plantea que los �rabes son el primer blanco de Occidente, lo cual lleva a subestimar a los dem�s pueblos del mundo y a la historia moderna. Sin embargo, son v�ctimas por excelencia de sus propios gobiernos �rabes que los han utilizado y los utilizan por a�os, no saben o no pueden librarse de los reg�menes que los someten, aun cuando la suerte a la que los lleva su dirigencia favorece la propensi�n a comulgar con el culto de la victimizaci�n, pues ella es el precio de la derrota de lo universal. Y la aparici�n de ese culto que celebran hasta el infinito los medios �rabes solo ha sido posible porque la ideolog�a del momento acarrea el rechazo de lo universal, de no ser as�, los �rabes no aceptar�an el yihadismo.

En honor a la verdad, ideolog�a es una palabra excesiva. De hecho, "se trata del maridaje de los restos del nacionalismo �rabe que, precisamente por estar fosilizados, se han desligado de sus inspiraciones universalistas in�ciales, y un nacionalismo isl�mico que, por su parte, pretende expl�citamente desmarcarse de lo universal, incluso suplirlo y/o eliminarlo".

Hay algo en la cultura de la muerte que sin duda la explica. No se trata de un elemento invariable en el Islam ni de un sustrato de "la arabidad", sino del espect�culo de sangre por sangre, al menos para que ella consuele a falta de la posibilidad de vencer. La sangre debe ser la los dem�s, claro est�, y en los �ltimos a�os por no ir m�s lejos lo vimos emerger en el ataque a la revista Charlie Hebdo en Par�s, y continuar un a�o despu�s en operaciones terroristas masivas nuevamente en Par�s y Bruselas. As�, prevalece una visi�n religiosa del mundo, incluso una visi�n de la religi�n como sistema de crueldad, incluso si esa sangre que se busca derramar fuera de los propios �rabes; como dir�a Nietzsche: Entend�monos, no es la idea de sacrificio la que est� en tela de juicio. Est� en la base de todas las luchas humanas desde los albores de la historia. Los �rabes no son una excepci�n, y ese es el verdadero sentido de la yihad entendida "c�mo y para la guerra" -pues tambi�n existen formas pac�ficas de la yihad-.

En el siglo XX, los combatientes palestinos se hac�an llamar fedayines (los que pagan con su vida) y antes que ellos, los nacionalistas egipcios que combat�an a los brit�nicos en el Canal de Suez. No es cuesti�n de terminolog�a en el nuevo yihadismo, para el que "la muerte no es ya el precio posible o incluso probable, sino el medio indispensable para alcanzar el fin tan ansiado, cuando no un fin en s� mismo". Esa ha sido la explicaci�n que en uno de sus discursos de 2015 ha declarado Ali Khamenei, el gu�a espiritual de la Rep�blica Isl�mica de Ir�n, cuando habl� del sacrificio de los �rabes para vencer a Israel.

Esta visi�n de la Yihad guerrera, que encarna en la figura del istichadi ("el que pide y persigue el martirio") no tiene m�s antecedente real en la postura islamista que "el de la secta" de los criminales.

En la �poca contempor�nea, hab�a que esperar la revoluci�n iran� para verla en acci�n. Es en primer lugar persa chiita y se dejo ver en los a�os "80 en la guerra entre Ir�n e Irak, donde las oleadas humanas de voluntarios detuvieron el avance de divisiones blindadas iraqu�es antes de lanzarse al asalto de las l�neas de defensa enemigas. Y se observo el mismo patr�n de conducta luego en L�bano, aunque de manera m�s individualizada, en forma de coches bombas conducidos por suicidas y dirigidos contra intereses Occidentales y veh�culos militares israel�es.

Si ese m�todo radical y extremo fue eficaz contra los norteamericanos y los franceses, mucha m�s decisiva ha sido incluso la participaci�n de partidos laicos en ese tipo de operaciones suicidas porque copiaron esa simbolog�a para derramar sangre y adorar el T�tem del istichadi. Esta simbolog�a del chiismo iran�, r�pidamente se extendi� a la guerra civil en Siria e Irak a partir de los levantamientos islamistas de lo que se dio en llamar -con total desconocimiento y sin fundamento alguno- "primaveras �rabes". Y deja ver el estado de cosas al que las creencias sectarias y violentas han encaminado a los movimientos terroristas en sus ansias de derramar sangre, sea esta de los que consideran sus enemigos o incluso de sus propios hermanos.

La islamizaci�n de la lucha contra Israel no basta para explicar la amplitud que ha tomado la cultura de la muerte, ni la equiparaci�n entre chiitas y sun�es. Para ello es necesario analizar, adem�s de la realidad sobre el terreno, la imagen que transmiten de �sta los medios de comunicaci�n adorn�ndola con su discurso del mayor denominador com�n, a saber, una mezcla de nacionalismo �rabe y nacionalismo isl�mico. Y esto desde antes del 11 de septiembre es una muestra de que, tanto por medio de la apolog�a como por la justificaci�n del fin o con la victimizaci�n como bandera, la opini�n p�blica �rabe ha sido preparada para aceptar el absurdo de la tem�tica sobre la guerra entre civilizaciones.

Sin embargo, habr�a que seguir rechazando a Huntington y recordando a Levi- Strauss. Si fuera posible interpelar en t�rminos acad�micos a los protagonistas de la "guerra contra el terrorismo" y a los "yihadistas contra los cruzados", esta deber�a ser probablemente la consigna para un nuevo universalismo.

Rechazar a Huntington puede resultar lo m�s dif�cil en un momento en que, ambas energ�as se esfuerzan en cultivar la diferencia. No olvidar a Levi-Strauss significa tener presente que la "civilizaci�n" no es un grado y no se pueden plantear desde ese punto de vista de jerarqu�as naturales; pero que adem�s, la humanidad es una desde el momento en que reposa sobre un fondo antropol�gico com�n. Dicho de otro modo, no tiene sentido hablar de un "choque de civilizaci�n", no m�s en todo caso que pretender clasificar los pueblos en funci�n de su adhesi�n a una fe, sea musulmana u otra.

Pero hay que rechazar a la vez el pragmatismo que intenta legitimarse en el culto a la v�ctima: "si no es aceptable que el fin justifique los medios entre los poderosos, tampoco lo es que lo justifique entre las v�ctimas. Para ello, es preciso renunciar a las justificaciones esencialistas, manifiestas en el silencio que envolvi� el prolongado asunto de los rehenes occidentales en Ir�n en su tiempo o en la complacencia hacia la fatwa contra Salman Rusdhie y aceptar la idea de que los valores democr�ticos se han convertido en un patrimonio com�n de la humanidad.

La percepci�n desesperada del pensamiento y de la cultura �rabes aferrados al inmovilismo y al fanatismo ha dificultado la visi�n de ciertos fen�menos que podr�an preparar la salida de la crisis. Sin embargo, no se trata de ser del todo optimista, pues el mundo �rabe sigue prisionero de un funcionamiento pol�tico y social que, en el mejor de los casos deja a la diversidad expresarse aunque sin jam�s permitir que se traduzca en cambios en los procedimientos de tomas de decisi�n.

As� las cosas, es evidente que las estructuras econ�micas y pol�ticas bloqueadas por las relaciones de fuerza internas representan un factor determinante de paralizaci�n. Tampoco hay que infravalorar los obst�culos sociol�gicos, aunque sin inferir de ello una imposibilidad antropol�gica. Como ya se vio, la historia del islamismo arabista contradice esta visi�n culturalista. La ausencia de v�nculos entre la cultura creativa y la cultura social es igualmente preocupante. Y quiz� sea ah� donde haya que buscar soluciones, aprovechando la fuerza de arrastre de los nuevos medios de comunicaci�n en el desarrollo cultural, as� como la de la cultura en el desarrollo econ�mico duradero.

Sin duda, resultar�a excesivamente ambicioso prever un final a corto plazo de "la cadena de la desgracia". El deficiente desarrollo �rabe ha empeorado demasiado como para aspirar a la felicidad inmediata, el agravamiento que trae el yihadismo radical y su delirio del Califato islamista en Siria e Irak, no permite postular un despertar �rabe r�pido.

Pero nada, ni la dominaci�n extranjera real o imaginaria, ni los vicios estructurales de las econom�as, menos a�n la herencia de la cultura �rabe, impiden buscar la posibilidad de un equilibrio a pesar de las p�simas condiciones del presente. Para lograrlo es preciso que los �rabes abandonen la quimera de un pasado inigualable para enfrentarse por fin a su historia real y serle fieles alg�n d�a.

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