Cereales, padres millonarios y otros factores insospechados que influyen en el sexo de un bebé
07/11/2016 - 13:12:52
BBC.- A lo largo de la historia, las parejas han recurrido a medidas extraordinarias para influir en el sexo que tendr�an sus hijos.
En la Edad Media, las mujeres cre�an que podr�an tener m�s posibilidades de tener un var�n si les ped�an a sus maridos que miraran hacia el este durante el acto sexual.
Otras los seduc�an con un c�ctel preparado a base de vino tinto y �tero de conejo fresco.
Si eso no funcionaba, el anatomista franc�s del siglo XVIII Procope-Couteau ten�a un truco m�s extremo: los hombres que "dar�an su test�culo izquierdo" por tener un ni�o deb�an, efectivamente, hacerlo. Seg�n el m�dico, esa cirug�a no era mucho m�s dolorosa que la extracci�n de una muela.
Incluso hoy d�a, si buscas en internet encontrar�s una serie de ex�ticas "soluciones", desde vitaminas hasta jarabes para la tos o ciertos colores de ropa interior.
Para los m�s racionales, eso no sirve de nada; siempre existen las mismas posibilidades de tener un ni�o o una ni�a. Es una cuesti�n de probabilidades y no se puede enga�ar a la diosa Fortuna.
Sin embargo, algunas investigaciones recientes probar�an que los verdaderos factores son a�n m�s extra�os de lo que nuestros supersticiosos ancestros pudieron haberse imaginado.
�Realmente se puede adivinar el sexo del beb�?
Mortalidad masculina
Adem�s, las madres con personalidades dominantes, las que desayunan cereales y las que tienen esposos multimillonarios son mucho m�s propensas a tener hijos varones.
Pero, fundamentalmente, la predisposici�n para tener m�s ni�os o ni�as reside en nuestros genes; los hombres con m�s hermanas suelen tener ni�as mientras que aquellos que tienen hermanos suelen tener ni�os.
De hecho, las probabilidades de tener un ni�o o una ni�a nunca han sido exactamente del 50%.
En el mundo nacen unos 109 por cada 100 ni�as.
Los hombres tienen sistemas inmunes m�s d�biles, mayores niveles de colesterol, problemas del coraz�n, susceptibilidad a la diabetes, mayores tasas de c�ncer y menores posibilidades de sobrevivir a �l.
Constituyen m�s de dos tercios de las v�ctimas de asesinato, tres cuartas partes de los muertos en accidentes automovil�sticos y son tres veces m�s propensos a cometer suicidio.
Por eso, las madres tienen que parir m�s hijos varones, para que haya un n�mero m�s equitativo que sobreviva.
Ni Darwin pudo
Las probabilidades de concebir hijos o hijas llevan d�cadas desconcertando a los cient�ficos.
El fen�meno llam� la atenci�n de Charles Darwin, quien estudi� cuidadosamente la proporci�n de descendencia masculina y femenina en el mundo animal.
Pero el asunto se volvi� tan complicado que, al final, Darwin se dio por vencido. "El problema es tan complejo que es mejor dejar esta soluci�n para el futuro", dijo el naturalista.
El tema requer�a de una mente intelectual atrevida. Y aqu� entra en escena el cient�fico Robert Trivers.
Seg�n explica en su propia p�gina web, pas� tiempo en prisi�n y perteneci� a una banda jamaicana que proteg�a a hombres homosexuales frente a la violencia. Y fue expulsado de campus universitarios, tras haber sufrido crisis nerviosas y cambiado numerosas disciplinas en varias ocasiones.
Hoy, trabaja como antrop�logo en la Universidad Rutgers, en EE.UU.
En 1972, tras cansarse de la historia, Trivers centr� su atenci�n en el tema que hab�a intrigado Darwin.
La hip�tesis Trivers-Willard
Junto a un colega, Dan Willard, desarroll� una de las teor�as m�s famosas en biolog�a evolutiva, la cual se conoce como la hip�tesis Trivers-Willard y dice as�:
Asumamos que puedes elegir el sexo de tus hijos. Y que el juego consiste en dejar el mayor n�mero de descendientes posibles.
Es un hecho probado cient�ficamente que un alto estatus social atrae a las mujeres.
Las mujeres f�rtiles prefieren hombres m�s dominantes, y quienes obtienen m�s dinero o influencia suelen casarse con mujeres m�s j�venes. Y a menudo tienen m�s relaciones extramaritales.
Si tu hijo tiene �xito, ganaste en el juego de la evoluci�n. Pero si no lo tiene, puede que no logre encontrar pareja.
Sin embargo, las mujeres no se enfrentan a tal competencia.
Puede sonar algo sexista, pero Trivers dice que eso surge del hecho de que la mujer invierte m�s tiempo en su juventud, comparado con el hombre, quien s�lo tiene las relaciones sexuales y deja a los hijos con la madre.
Despu�s, est� el tema de los recursos.
Para hacer que un ni�o se convierta en un hombre dominante de un alto estatus social, los padres tienen que hacer una gran inversi�n.
Con esos factores en mente, Trivers dijo que, en condiciones favorables, ten�a sentido a nivel evolutivo que tuvieran m�s ni�os que ni�as.
Pero en condiciones m�s desfavorables, la selecci�n natural har�a que los padres tuvieran m�s ni�as, pues no tendr�an que enfrentarse a tal competici�n.
El ejemplo chino
"En esa �poca hice la broma de que esa era la teor�a perfecta porque les tomar�a 20 a�os probar que me equivocaba. Pero 11 a�os despu�s, result� que ten�a raz�n", dice Trivers.
En 1958, el partido gobernante de china anunci� un ambicioso proyecto: el Gran Salto Adelante, con el que esperaba impulsar a los campesinos de la naci�n al �xito industrial en pocos a�os.
Obligaron a las familias a que abandonaran sus granjas, al tiempo que el pa�s se preparaba para intensificar la producci�n de acero en un 30 por ciento.
En poco tiempo, la naci�n se transform�. Pero no de la forma en que el gobierno hab�a imaginado.
A tan s�lo un a�o de que comenzara el proyecto, la producci�n de cereales se redujo en un 15 por ciento. Un a�o despu�s, volvi� a bajar. Y en cuatro a�os de hambruna murieron 45 millones de personas.
Cerca de cuatro d�cadas despu�s, el economista Douglas Almond comenz� a analizar los registros del censo chino para averiguar c�mo fue la vida para ni�os de mediana edad.
Junto a colegas de la Universidad de Columbia, EE.UU., compar� los resultados de aquellos nacidos despu�s de la hambruna con la informaci�n sobre la provincia donde hab�an nacido sus padres.
Algunas �reas hab�an sido afectadas en mayor medida que otras. Y los resultados fueron alarmantes.
Aunque los ni�os no hab�an experimentado el hambre directamente, los de las regiones m�s afectadas ten�an niveles m�s bajos de alfabetizaci�n y, y sus casas eran m�s peque�as.
Adem�s, las madres afectadas por la hambruna sol�an tener menos ni�os. Y estos, a su vez, eran m�s propensos a concebir ni�as.
Ahora sabemos que el tabaco, la guerra o el cambio clim�tico son condiciones desfavorables que hacen quelas mujeres tengan m�s ni�as que ni�os.
Por otra parte, las mujeres con personalidades m�s dominantes, con dietas ricas en alimentos altos en calor�as o aquellas casadas con presidentes estadounidenses suelen tener m�s ni�os.
Para los padres multimillonarios, las posibilidades de que sea ni�o son del 65 por ciento.
Balanceando la balanza
Pero, �c�mo es posible entonces el equilibrio entre sexos?
Seg�n Keith Bowers, un ecologista de la Universidad de Memphis, EE.UU., "con el tiempo, era de esperar que se igualara el n�mero de ni�os y ni�as que nacen".
Seg�n Corry Gellatly, bi�logo de la Universidad de Utrecht, Pa�ses Bajos, puede que este restablecimiento del equilibrio natural ya est� ocurriendo.
En China, donde culturalmente prefieren los ni�os a las ni�as, la pol�tica del hijo �nico propici� el n�mero de ni�as abortadas.
Pero en familias que sol�an tener m�s de un hijo, el primero sol�a ser ni�a.
En las sociedades son sobreabundancia de hombres, podr�a haber horribles consecuencias, desde mayores tasas de violencia dom�stica hasta m�s crimen organizado y asesinatos"
Ir�nicamente, al tratar de que hubiera m�s ni�os que ni�as provocaron el efecto contrario.
Pero esto no equilibrar� completamente la cifra.
Se cree que en 2030, uno de cada cuatro hombres chinos no podr� casarse.
En las sociedades son sobreabundancia de hombres, podr�a haber horribles consecuencias, desde mayores tasas de violencia dom�stica hasta m�s crimen organizado y asesinatos.
Hay quien sugiere que los solteros frustrados podr�an sentirse m�s atra�dos ante la idea de ingresar en el ej�rcito, lo cual resultar�a en m�s conflictos internacionales.
Tal vez es momento de dejar a un lado los cereales, olvidarnos de los test�culos y aceptar que, al final, las posibilidades de tener un ni�o son -y deber�an ser- pr�cticamente del 50 por ciento.