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Por qué no hay una hora correcta pero sí una hora exacta




12/03/2017 - 10:53:15
BBC.- En 1845, le a�adieron un detalle curioso al reloj de la iglesia de St John en Exeter, Inglaterra occidental: otra manecilla que se mov�a con 14 minutos de atraso con relaci�n a la original.

La raz�n, como explic� el semanario local, era "una cuesti�n de gran conveniencia p�blica", pues le permit�a al reloj mostrar "el horario de los trenes as� como la hora correcta en Exeter".
Derechos de autor de la imagen Getty Images
Image caption El reloj de la Tierra, la Luna y el Sol de la Catedral de Exeter data del siglo XV.

El sentido humano del tiempo siempre ha sido definido por el movimiento planetario.

Empezamos a hablar de "d�as" y "a�os" desde mucho antes de que supi�ramos que la Tierra rota sobre su eje y que orbita el Sol; de la Luna creciente y menguante concebimos la idea del mes. El tr�nsito del Sol por el cielo nos dio palabras como "mediod�a".

Sin embargo, el momento exacto en el que nuestra estrella alcanza su cenit depende, por supuesto, del lugar desde el que lo estemos mirando. Si est�s en Exeter, lo ver�s unos 14 minutos despu�s que alguien que est� en Londres.

Cuando los relojes se volvieron comunes, la gente, naturalmente, los ajust� de acuerdo a sus observaciones celestiales locales.

Eso no era problema si necesitabas coordinar citas con tus vecinos: si est�s en Exeter y acuerdas reunirte con alguien que est� ah� a las 7 p. m., no importa si en Londres -a 300 kil�metros de distancia- piensan que son las 7:14 p. m.

Pero apenas un tren conect� a Exeter con Londres -deteni�ndose en otras m�ltiples ciudades, todas con su propia idea de qu� hora era-, se toparon con una pesadilla log�stica.

Las primeras tablas con los horarios de los trenes valientemente le informaban a los viajeros que "la hora de Londres es unos 4 minutos m�s temprano que en Reading, 7 y medio minutos anterior a la de Cirencester...". Y claro, muchos quedaban completamente confundidos.

Lo peor, no eran s�lo los pasajeros sino tambi�n los conductores y encargados de la se�alizaci�n los que no entend�an, aumentando el riesgo de accidentes.

Es por eso que los ferrocarriles adoptaron el "horario del tren": lo basaron en el Greenwich Mean Time -GMT-, dictado por el famoso observatorio en el barrio londinense de Greenwich.

Algunas autoridades municipales r�pidamente notaron cu�n �til era estandarizar el tiempo en todo el pa�s, y ajustaron sus relojes.

Otras resintieron esa imposici�n de la metr�polis, y se aferraron a la idea de que su tiempo era -como dec�a el semanario de Exeter, no sin cierto encanto- "el tiempo correcto".

Por varios a�os, el de�n de Exeter rehus� cambiar la hora del reloj de la catedral de la ciudad.

De hecho, no existe "la hora correcta".

Como el valor del dinero, se trata de una convenci�n cuya utilidad se deriva de la aceptaci�n generalizada de los otros.

Lo que s� existe es la hora precisa o exacta.

Esa data de 1656, y se lo debemos a un holand�s llamado Christiaan Huygens.

Hab�a relojes antes de Huygens, por supuesto. Los antiguos egipcios y los persas del Medioevo ten�an relojes de agua; otros marcaban el paso del tiempo con marcas en velas.

No obstante, hasta los artilugios m�s precisos se desfasaban hasta en 15 minutos al d�a.

Eso no importa mucho si eres un monje que quiere saber cu�ndo empezar a rezar. Pero la incapacidad de medir el tiempo con precisi�n ten�a una importancia econ�mica enorme cuando se trataba de la navegaci�n.

Observando el �ngulo del Sol, los marinos pod�an calcular su latitud: el lugar en el que estaban entre el norte y el sur.

Pero la longitud -entre este y oriente- era algo que ten�an que adivinar. Y cuando adivinaban mal, atracaban en lugares a cientos de kil�metros de donde deb�an estar, en el mejor de los casos. En el peor, chocaban y naufragaban.
�C�mo ayudaba saber la hora precisa?

�Te acuerdas por qu� la hora de los relojes de Exeter difer�a 14 minutos de la de Londres, a 300 kil�metros?

Si sabes que son las 12:00 GMT, puedes observar el Sol en donde est�s, calcular la diferencia del tiempo y deducir la distancia.

El reloj de p�ndulo de Huygens era 60 veces m�s preciso que cualquiera de los anteriores.

Aunque no lo suficiente. Adem�s, los p�ndulos no se balancean muy bien en la cubierta de un barco.

Los reyes de las naciones mar�timas estaban muy conscientes del problema con la longitud y ofrec�an premios por resolverlo, algo que finalmente logr� un ingl�s llamado John Harrison, con un aparato que perd�a s�lo dos segundos al d�a.
Para qu� tanta exactitud

Desde la �poca de la intransigencia del de�n de Exeter, el mundo entero acord� adoptar una "hora correcta", el tiempo universal coordinado, o UTC, mediado por varios husos horarios.

Usualmente, las zonas correspondientes a los husos mantienen la convenci�n de que el mediod�a es vagamente cercano al cenit del Sol.

Pero no siempre: desde que Mao Zedong declar� que toda China tendr�a la misma hora que Pek�n, los residentes del occidental T�bet y Sinkiang han escuchado las campanadas de sus relojes anunciando que son las 12:00 poco despu�s del amanecer.


Entretanto, desde Huygens y Harrison, los relojes se han vuelto mucho m�s precisos. El UTC lo dan relojes at�micos, que miden oscilaciones de los niveles de energ�a de electrones. Su desfase es de menos de un segundo cada cien millones de a�os.

�Para qu� se necesita tanta exactitud? No planeamos nuestros d�as en milisegundos. La verdad es que los relojes de pulsera muy exactos siempre han sido art�culos que denotan prestigio no practicidad.

Pero hoy en d�a hay lugares en los que los milisegundos importan.
El tiempo es dinero

Uno de ellos es el mercado burs�til: se pueden ganar fortunas explotando una oportunidad de arbitraje un instante antes que los competidores.

Es tan importante para los que juegan a la bolsa que unos financieros calcularon recientemente que val�a la pena gastar US$300 millones perforando monta�as entre Chicago y Nueva York para colocar cables de fibra �ptica en una l�nea ligeramente m�s recta. Eso aceler� la comunicaci�n para los intercambios entre las dos ciudades en tres milisegundos.

Ante eso, es razonable cuestionar si esa es la infraestructura m�s socialmente �til que tal cantidad de dinero podr�a haber comprado, pero la obra ya est� hecha.

El mantenimiento preciso del tiempo universalmente aceptado tambi�n es importante para las redes de computaci�n y comunicaciones.

Pero quiz�s el impacto m�s significativo del reloj at�mico -como lo fue primero con los barcos y luego con los trenes- ha sido en los viajes.
Para ir por el camino correcto

Hoy en d�a, nadie necesita navegar guiado por el �ngulo del Sol: tenemos GPS.

El m�s b�sico de los tel�fonos inteligentes puede localizarte recogiendo se�ales de una red de sat�lites: debido a que sabemos donde debe estar cada uno de esos sat�lites en el cielo en un momento dado, triangulando sus se�ales te dice d�nde est�s en la Tierra.

Es una tecnolog�a que ha revolucionado todo, desde la navegaci�n hasta la aviaci�n, la topograf�a y el senderismo. Pero s�lo funciona si la hora en todos esos sat�lites es la misma.

Los sat�lites GPS suelen llevar cuatro relojes at�micos, hechos de cesio o rubidio.

Huygens y Harrison no podr�an haber ni imaginado algo tan preciso y sin embargo a�n no es suficiente: pueden identificar mal tu posici�n por un par de metros.

Es por eso que los autom�viles de conducci�n autom�tica necesitan sensores, adem�s de GPS: en la carretera, un par de metros es la diferencia entre mantenerse en el carril y una colisi�n frontal.

Mientras tanto, los relojes contin�an avanzando: los cient�ficos han desarrollado recientemente uno basado en un elemento llamado iterbio, que no habr� perdido m�s de un cent�simo de segundo cuando el Sol muera y se trague la Tierra, en unos 5.000 millones de a�os.

�C�mo podr�a esta precisi�n extra transformar la econom�a de ahora en adelante?

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