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La titánica y delicada tarea de desminar las Malvinas Falklands y por qué los pingüinos de las islas no las activan cuando las pisa




08/05/2017 - 09:19:14
BBC.- Al costado se extiende majestuosa la arena blanca, flanqueada por dunas coronadas de matorrales, formados por una planta que crece poco y da esas dulces bayas rojas que los lugare�os llaman diddle-dee.

Pero ante tal pl�cido paisaje, un ruido me sobresalta.

Es el c�mico graznar de miles de ping�inos magall�nicos o patag�nicos (Spheniscus magellanicus), un sonido que llega a opacar el del oc�ano.

Uno de ellos, que vigila su nido al lado del camino, tuerce el cuello para mirarme, aletea con violencia y me muestra su desagrado a un volumen ensordecedor.


Parece un rebuzno. Y as� entiendo por qu� a estas aves se les conoce localmente como "jackass", burro en ingl�s.

La playa, salpicada tambi�n por grupos de ping�inos gent� -Pygoscelis papua, tambi�n conocidos como ping�inos pap�a o de vincha- es tentadora, pero una cerca de alambre de p�as con un cartel que advierte del peligro me impide el paso hacia ella.

Esto es Bah�a Yorke, situada a las afueras de Puerto Argentino/Stanley, la capital de las islas Malvinas o Falklands.

Y se estima que bajo su arena siguen existiendo cientos de minas antipersonales y otros explosivos que Argentina y Reino Unido usaron durante su enfrentamiento por la soberan�a de las islas, conocido como la Guerra del Atl�ntico Sur, entre el 2 de abril y el 14 de julio de 1982.

El acuerdo sobre las islas Malvinas / Falklands que marca un giro en las relaciones entre Argentina y Reino Unido



Afortunadamente las minas no son problema para los ping�inos, no al menos para los magall�nicos y para los gent� de Bah�a Yorke.

"Al parecer no son lo suficientemente pesados como para activarlas", dice Esther Bertram, la directora ejecutiva de la organizaci�n brit�nica no gubernamental Falklands Conservation.

Al otro lado de la cerca, protegidos de la invasi�n humana, estas aves han llevado una vida tranquila sobre su campo minado.

"Las minas son horribles y muy dif�ciles de eliminar. Pr�cticamente te tienes que arrodillar y quitar la arena y la tierra con tus manos, y trastornar as� el ecosistema", dice Paul Brickle, el director del Instituto de Investigaci�n Ambiental del Atl�ntico Sur (Saeri), una organizaci�n de acad�micos con sede en Puerto Argentino/Stanley.

De hecho, al menos al inicio, no toda la poblaci�n de la isla -unas 3.000 personas- apoyaba el desminado.

"La idea no les entusiasmaba, para decirlo sin rodeos", dice Barry Elsby, miembro de la Asamblea Legislativa de las Malvinas/Falklands.

"Hubi�ramos preferido que se dejaran los campos minados tal cual. Est�n claramente demarcados y cercados. Ning�n civil ha resultado nunca herido", explica.

"Le decimos al gobierno brit�nico que no gaste el dinero en esto, que lo haga en un pa�s que necesite limpiar su tierra agr�cola de minas", a�ade.

"Desafortunadamente, el gobierno de Reino Unido firm� la convenci�n de Ottawa, lo que los obliga a hacerlo".


Y adem�s de vedar la adquisici�n, la producci�n, el almacenamiento y la utilizaci�n de minas antipersonales, obliga a sus firmantes a retirar �stas de los territorios que est�n bajo su control.

Por lo tanto, piensen lo que piensen los lugare�os -y los ping�inos- sobre ello, las minas deben retirarse.
"Con suavidad"

Desde 2009 el gobierno brit�nico ha gastado decenas de millones de libras para desminar las islas.

Guy Marot, de la Oficina del Programa de Desminado de las Malvinas/Falklands, supervisa un equipo formado mayoritariamente por t�cnicos zimbabuenses, muy apreciados por su gran experiencia en limpiar los terrenos de su pa�s de estos explosivos.

El experto me lleva a una uno de las zonas en las que est�n trabajando.

En un p�ramo, luchando contra el viento y la lluvia, me encuentro con el especialista en desminado Innocent Mudzamiri.

Tumbado sobre el terreno pantanoso y equipado con ropa protectora y una visera, me explica en qu� consiste su labor mientras limpia con cuidado un artilugio que podr�a hacerle saltar por los aires.

"Simplemente hay que tener cuidado. Lo tienes que hacer con suavidad, para no alterar la bomba", me dice.

"Y tienes que tener la mente clara, no pensar en la familia o en cualquier otra cosa, concentrarte".
Las amenazas

Mudzamiri y sus colegas ya han limpiado de minas m�s de siete millones de metros cuadrados de campo.

Pero ahora, en la quinta fase del programa de desminado, est�n revisando superficies delicadas desde el punto de vista medioambiental, como por ejemplo Bah�a Yorke.

Su labor forma parte del proyecto que est� desarrollando el gobierno de las islas para evaluar el posible impacto ambiental que tendr�a la eliminaci�n de las minas, para medir sus riesgos y los posibles beneficios para la vida silvestre del lugar.

Y Bah�a Yorke es una de las parcelas m�s complejas en ese sentido.

Es que, en los 35 a�os posteriores al que fueron colocadas en las dunas blanquecinas, los explosivos han ido movi�ndose con el viento y cambiando de forma.

Incluso con los gr�ficos de la guerra en mano, es imposible saber d�nde se ubica hoy cada una de ellas. Podr�an haberse desplazado a una gran distancio o estar enterradas a metros de profundidad.

As� que los expertos se enfrentan a tener que excavar toda la playa, quiz� con la ayuda de maquinaria armada, para tamizar toda la arena.

La idea ser�a hacerlo durante el invierno, cuando los ping�inos est�n mar adentro.

Pero mientras, su h�bitat y el ecosistema entero quedar�an destruidos.

Y es que cada a�o llegan a las islas unos 50.000 visitantes, la mayor�a a pasar el d�a y volver de noche a los cruceros con los que siguen despu�s surcando las aguas de Sudam�rica y la Ant�rtica.

As�, cuando un barco de ese tipo llega a puerto, desembarcan cientos de pasajeros con la intenci�n de disfrutar de la vida silvestre del lugar.

Y si Bah�a Yorke volviera a abrirse al p�blico, se convertir�a en un im�n para estos, por su cercan�a de Puerto Argentino/Stanley. Se encuentra apenas a 10 minutos en coche de la capital.

Pero no s�lo los extranjeros se volver�an una amenaza para el medioambiente tras el desminado en la bah�a. Los lugare�os tambi�n podr�an jugar ese papel.

Esto se debe a que Yorke, a diferencia de la mayor�a de las playas de las Malvinas/Falklands, es p�blica.

De hecho, las autoridades ya est�n preocupadas por los efectos que podr�an estar provocando en el entorno los paseos en quads y el pastoreo que tiene lugar en las tierras p�blicas aleda�as a la zona vallada de la bah�a Yorke.

E incluso si el terreno ya desminado siguiera cercado, es incierto cu�n protegido permanecer�a.
En la encrucijada

En 2010 Marot supervis� la retirada de las 1.800 enterradas en Bah�a Surf, otra playa contigua a Puerto Argentino/Stanley.

Y hoy ve con preocupaci�n c�mo los lugare�os caminan sobre las dunas, donde pasean tambi�n a sus perros, ya que no est� claro el da�o que esto podr�a estar causando a la reserva natural.

"La recuperaci�n es notable", reconoce.

"Los procesos utilizados en su momento incluyeron la explosi�n de las minas antitanque in situ, generando agujeros de hasta 10 metros de profundidad. El paisaje se volvi� lunar", recuerda.


"Pero lo volvimos a rellenar con la arena y tratamos de hacerlo de una manera que permitiera a la naturaleza recubrir la zona completamente. Y eso es precisamente lo que se aprecia hoy".

As� que hoy las Malvinas/Falklands se encuentra en una encrucijada, entre la obligaci�n de desminar su suelo y el imperativo de conservar el medioambiente.

Y mientras, los ping�inos magall�nicos siguen multiplic�ndose al otro lado de la cerca, ir�nicamente gracias a una de las peores cosas que la humanidad puede hacer: la guerra.

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