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El día en que un elefante mató a mi hija




11/05/2017 - 11:33:15
BBC.- El conflicto entre seres humanos y elefantes es m�s intenso en Sri Lanka que en cualquier otra parte del mundo: cada a�o, esta lucha deja 70 personas y 250 elefantes muertos. Los choques son particularmente frecuentes en las zonas abandonas por largos per�odos durante la extensa guerra civil que vivi� el pa�s entre 1983 y 2009.

Una soleada tarde de junio, Raja Thurai y su hija Sulojini de seis a�os estaban regresando desde el r�o a su casa, cuando repentinamente apareci� un elefante de entre unos arbustos y los atac�.

"Nos levant� con su trompa y nos tir� al suelo", recuerda Thurai. "Me qued� inconsciente y, cuando me despert�, mi hija ya estaba muerta".

El incidente ocurri� cerca del poblado de Thurai, Paavatkodichchinai, en la Provincia del Este, en Sri Lanka, cerca de una zona con campos de arroz y �rboles frutales.

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"Perd� a dos de mis hijos -uno en la guerra y a Sulojini por un elefante", dice.
Ataque

Paavatkodichchinai est� habitado por una minor�a tamil, al igual que muchas otras comunidades en el este de la isla.


Durante la guerra civil, la presencia de rebeldes de los Tigres Tamiles transform� a la Provincia del Este un objetivo militar para las fuerzas del gobierno, y cuando los enfrentamientos se intensificaban, los locales hu�an.

Raja Thurai y su familia se fueron a vivir en un campamento de refugiados en 2007. Cuando regresaron despu�s de la guerra, que lleg� a su fin en 2009, los elefantes hab�an invadido sus tierras.

Ahora, estos inmensos animales son una presencia continua y aterradora, sobre todo por la noche, cuando deambulan por el poblado buscando alimentos en los campos y en las casas.

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"Los perseguimos, pero regresan una y otra vez. Todas las noches tenemos que quedarnos despiertos. La noche anterior, no dorm�", me dice Thurai.

Su casa es una de muchas en el pueblo que fue atacada durante la noche. Resguardada del sol por dos grandes �rboles de mango, todav�a le falta una pared, destruida por un elefante la noche antes de que muriera Sulojini.

"Ocurri� a las dos de la ma�ana", dice Indranai, esposa de Raja Thurai. "El elefante se abalanz� sobre la casa, golpeando el techo y la pared".

Sulojini qued� tan asustada que le dio fiebre, dice.

La pareja no tiene una foto de la hija que perdieron, pero se guardaron las peque�as chancletas rosas que ten�a puestas el d�a que muri�.
Vigilancia

Desde entonces, el pueblo ha organizado un plan de vigilancia informal. Cada casa tiene acceso a unos petardos para espantar a los elefantes, aunque los expertos dicen que �sta no es la soluci�n.

"Las comunidades se empiezan a armar", explica Pruthu Fernando, un conservacionista que pas� gran parte de su carrera tratando de mitigar el conflicto entre humanos y elefantes en Sri Lanka.


"Si un elefante viene y trata de comer los cultivos, la gente le grita. Entonces el animal se asusta y se va. Luego el elefante se da cuenta de que la gente s�lo est� gritando, pero es inofensiva. Por eso la pr�xima vez que la gente grita, el elefante viene e invade".

Los locales han puesto en pr�ctica una serie de medidas para evitar que se acerquen: primero les lanzan rocas, despu�s prenden fuegos. Finalmente, usan petardos.

"Algunos explotan como una bomba", dice Fernando. "Pero los elefantes se dan cuenta r�pidamente de que eso es solo ruido, as� que regresan. Hasta que, al final, la gente termina dispar�ndoles. Todos estas cosas son provocadoras".
Vallas

Fernando es pionero en el uso de vallas electrificadas, emplazadas en ciertas �pocas del a�o.

Los elefantes pueden moverse libremente en tierras agr�colas cuando la tierra est� vac�a. Los campesinos solo las erigen cuando plantan sus cultivos.


Sri Lanka tiene 3.500 km de vallas electrificadas para contener el avance de los elefantes, pero muchas est�n en los lugares equivocados.

Hist�ricamente, se han usado para delimitar territorio (o propiedades privadas y parques nacionales). Pero eventualmente, los elefantes las destruyen.

Para que sirvan, tienen que estar cerca de donde hay actividad humana.

"Las cercas funcionan. Si las mantienes, los elefante saben que all� no pueden ir. Ellos no confrontan, con lo cual esto abre la posibilidad de una mejor coexistencia", explica Fernando.
Coexsistencia pac�fica

La comunidad Rathugala Veddh, cerca del Parque Nacional Gal Oya, en el sureste de Sri Lanka -y cuyos ancestros son algunos de los habitantes m�s antiguos de la isla- cantan, invocan a los dioses y a los esp�ritus para que los proteja cuando est�n en el bosque.

Nadie recuerda que haya habido heridos -y menos a�n- muertos a causa de los elefantes.

"Podemos sentir cuando hay uno cerca", dice Poramal Aththo. "Tenemos esa capacidad".

Es posible que �l est� describiendo la comunicaci�n por infrasonido, y que los locales hayan aprendido a sentirla porque han estado viviendo en muy cerca de ellos por mucho tiempo.

Poramal Aththo afirma que �l podr�a ense�arles a otros c�mo cuidarse, pero esto es un arte, no algo que se puede aprender en un d�a.
Bombas

Del otro lado del conflicto entre humanos y elefantes est� la elefante beb� Leila.

A Leila la rescataron despu�s de comer un hukka patta, una bomba primitiva camuflada para parecer una fruta.

Le explot� en la boca y le fractur� al mand�bula y le destruy� media lengua.


Leila est� siendo tratada en un centro del Departamento de Conservaci�n de la Vida Silvestre cerca de la ciudad sagrada de Polonnaruwa.

"El �ndice de mortalidad de elefantes que comen hukka pattas es muy alto", dice Pinidiyage Manoj Akalanka, el veterinario de guardia.

"La mayor�a de ellos muere".

Es una muerte cruel: como no pueden comer, los animales se mueren de hambre.

Solamente en este distrito se ven cerca de 40 casos por a�o. Leila tambi�n tiene heridas de bala. algo que, seg�n Akalanka, se est� volviendo m�s com�n a medida que crece la desesperaci�n de los campesinos por defender sus cultivos de los animales salvajes.

Pero Leila ha tenido suerte. Aprendi� a comer con su media lengua y, eventualmente, ser� liberada en el bosque.


Despu�s de que un elefante mat� a Sulojini en Paavatkodichchinai, la electricidad -finalmente- lleg� al pueblo.

Esto hace posible la instalaci�n de un cerca electrificada, aunque a�n no hay se�ales de que el gobierno u otro organizaci�n se encarguen de ello.

El gobierno les paga poco m�s de US$3.200 a las familias que perdieron a un ser querido por culpa de un elefante. Peor eso no compensa la p�rdida de una ni�a de chancletas rosas que nunca lleg� a la casa despu�s de ba�arse en el r�o.

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