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La extraña secta rusa que amputa penes y pechos en nombre de Dios




22/06/2017 - 15:39:42
Infobae.- Desde el siglo XIX hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, Bucarest y otras ciudades rumanas acogieron una extra�a secta cuyos miembros ten�an una costumbre horrorosa: a los hombres se les amputaba el pene y a las mujeres, los pechos. Sin embargo, a este grupo se le ten�a en gran estima porque proporcionaban uno de los servicios m�s importantes y necesarios para una gran ciudad: el transporte p�blico. Esta es la historia del grupo conocido como scopiți o muscali.

Los skoptsy eran los miembros de una secta religiosa que se form� en territorio de la Rusia zarista durante la segunda mitad del siglo XVIII. Practicaban mastectom�as a las mujeres y castraban a los hombres. Cre�an que la mutilaci�n corporal les pod�a ayudar a alcanzar la perfecci�n espiritual de la que, cre�an, gozaban los primeros humanos del planeta, antes del pecado original. Para los miembros de la secta skoptsy, cuando Ad�n y Eva fueron expulsados del jard�n del Ed�n, llevaban en su interior media manzana cada uno, lo que caus� la formaci�n de los �rganos sexuales masculinos y femeninos. La salvaci�n solo se pod�a alcanzar mediante su amputaci�n.

Aunque el movimiento skoptsy fue obra de un campesino errante de la regi�n de los montes Urales, se extendi� r�pidamente a las ciudades alrededor de la capital del Imperio ruso. Agrup� a creyentes de todas las clases sociales, incluso a pesar de que la autoridad del momento los calificara de "enemigos de la humanidad, destructores de la moral y delincuentes sometidos a las leyes divinas y civiles". A su vez, el Santo S�nodo de la Iglesia rusa proclam� que la secta de los castrados era una herej�a peligrosa y acus� a sus miembros de blasfemos. Aparentemente, Selianov, su l�der, sufr�a demencia y lo internaron en un asilo varias veces.

Parece que a mediados del siglo XIX alcanzaron los 100.000 miembros. Iban a ser exiliados a Siberia, pero muchos buscaron refugio en otras zonas, como Rumania. La mayor�a de ellos se integraron en las poblaciones locales, pero buena parte siguieron fieles a sus creencias religiosas y vivieron en aislamiento, al margen de sus comunidades. Al llegar a Bucarest, fundaron su propia casta llamada los muscali, nombre que viene de Mosc�, y conduc�an carros tirados por caballos.

En su libro Castration and the Heavenly Kingdom: A Russian Folktale (1999), Laura Engelstein explica que los skoptsy practicaban dos variantes del ritual: la castraci�n parcial o menor, llamada "sello menor", en la que solo se extirpaban los test�culos, y la castraci�n completa o "sello mayor", que conllevaba la extirpaci�n quir�rgica total del �rgano reproductor masculino. En este caso, los hombres ten�an que usar un cuerno de vaca o un tubo de plomo para orinar. La mutilaci�n femenina era igual de horripilante. Y aunque no les hubieran eliminado los genitales, deb�an someterse a la amputaci�n de ambos pechos.

La cirug�a se llevaba a cabo sin anestesia y con un cuchillo cualquiera

Lo de �sellos menores� y �sellos mayores� es algo que se le ocurri� a Selivanov despu�s de usar citas del Libro del Apocalipsis sobre los siete sellos que presagiaban el fin del mundo.

Ambas operaciones se llevaban a cabo sin anestesia local y las realizaban las mujeres m�s ancianas de la secta con un cuchillo normal y corriente. Algunos hombres tambi�n se autoflagelaban despu�s de largas sesiones m�sticas de baile, que les ayudaban a alcanzar la cumbre del trance espiritual.

Despu�s la herida se cauterizaba con un hierro candente, como hac�an con el ganado. Este ritual se llamaba "el bautismo de fuego".

Para los partidarios de Selianov, los �rganos sexuales representaban las puertas al infierno, de lo que se aprovechaba el mism�simo demonio. Durante el ritual de mutilaci�n, la persona que se convert�a en un eunuco deb�a cantar e implorar el perd�n diciendo: "�Cristo ha resucitado!". Despu�s de esto, el castrado se preparaba para cabalgar a lomos del caballo amarillo, tal como dice la Biblia (ver Apocalipsis 6, 7 y 8).

Cabe destacar que este procedimiento solo se llevaba a cabo despu�s de que los skoptsy hubieran conseguido tener dos hijos. Tambi�n ten�an que procrear para poder observar las leyes divinas. Seg�n la Biblia, el segundo advenimiento de Jes�s se producir� despu�s de que el culto haya alcanzado la apocal�ptica cifra de 144.000 miembros.

Los skoptsy tambi�n llegaron a Ruman�a, donde se hicieron con el monopolio del negocio de la conducci�n de carruajes

Incluso entonces, ya se les consideraba una secta extra�a, como muestra este testimonio de un sacerdote de la zona:

"Los skoptsy o castrati llegaron a Ruman�a cerca del a�o 1820. Entre ellos se llaman palomas blancas para parecer inocentes, que tambi�n es la raz�n por la que viven en una especie de comunidad con hombres y mujeres que se llaman "hermanos" y "hermanas" entre ellos. La caracter�stica que define su vida es la abstinencia sexual mediante la castraci�n de los hombres y las mujeres. Confiesan que Cristo asumi� el aspecto de un muscal llamado Selivanov, fundador de la religi�n skoptsy, y conf�an en que retornar� a la Tierra para salvar el mundo". (Anghel Constantinescu, Monograph of the Holy Bishopric of the Lower Danube, 2014)

En la zona del Danubio se encontr� m�s informaci�n sobre la secta en el diario de una mujer canadiense que vivi� en el puerto de Galaţi. Dice lo siguiente:

Los conductores de carruajes rusos son algunas de las personalidades m�s llamativas de Galaţi. Visten abrigos largos de terciopelo azul, que les tapan hasta los tobillos, y camisas rosas de sat�n�. En la cabeza llevan gorros con visera� Todos esos conductores de carruaje son miembros de un peque�o culto religioso: los shopki, que fueron expulsados de Rusia con motivo de sus extra�as creencias y pr�cticas y que despu�s se instalaron en Bucarest. Se dedican exclusivamente al negocio de la crianza y venta de caballos, y tambi�n a la conducci�n de carruajes". (Ethel Greening Pantazzi, Roumania in the light and shadow, citado por Viața Liberă).

Los relatos de aquella �poca explican que a las damas j�venes les encantaba que los enormes conductores de carruajes skoptsy las llevaran por la ciudad y, de hecho, sus maridos ricos estaban contentos de dejarlas al cuidado de los eunucos, quienes no pondr�an en peligro ni su matrimonio ni su reputaci�n. A final del siglo XIX, el negocio de los carruajes y de los conductores lo controlaba la secta skoptsy. Eran famosos por ser los mejores conductores y por tener los carruajes m�s bonitos y lujosos.

"Los muscali, o conductores skoptsy, como se les llamaba popularmente, tras haber tenido su primer hijo se somet�an voluntariamente a cirug�a para no engendrar m�s; eran todos enormes, corpulentos, de pisada fuerte y semblante serio, y sus caballos �negros o con manchas grises, con colas largas y crines abundantes� proced�an de la estepa rusa". (George Potra, Of the Bucharest of Yesteryear, 1990).

En su libro Mogoșoaia Bridge. The Tale of One Street, Gheotge Crutzescu retrata a los muscali de esa �poca:

"Puestos en fila con sus destellantes carruajes, arneses y bronces impolutos, como si fuera un desfile, con sus caballos negros con colas que llegan a tocar el suelo, m�s brillantes que los espejos, el muscali que conduc�a el carruaje, de apariencia imponente, esper� con paciencia y sin preocuparse. Parece que llegaron a nuestro pa�s junto con los ej�rcitos rusos alrededor del a�o 1828 y fueron los conductores de los primeros carruajes de los oficiales rusos, despu�s de lo que formaron una comunidad de pleno derecho cerca de Obor, en una calle llamada Birjarilor".

El skoptsy Mishka era el favorito de las damas porque de su carruaje solamente tiraban caballos blancos

Se les apreciaba y respetaba mucho, se forjaron un nombre gracias a la justicia y la humildad y nunca causaban esc�ndalos. Conoc�an bien la ciudad y te pod�an llevar a cualquier rinc�n de ella. Dice la leyenda que solo las personas pudientes pod�an usar sus servicios y que cuando el cliente se sub�a al carruaje, todo lo que ten�a que hacer era decir la palabra "casa": el muscal sabr�a infaliblemente a d�nde llevarlos.

La historia tambi�n ha dejado constancia de los nombres de algunos conductores de carruajes que eran populares en esa �poca �entre ellos, Alexa, Ivanov, Sasha y Mishka� una prueba m�s que avala sus ra�ces eslavas. De Mishka, por ejemplo, se dice que era muy popular entre las damas ricas de Bucarest porque sus carruajes los tiraban solamente caballos blancos. Eran una especie de coche deportivo de lujo de la �poca.

El n�mero de carruajes muscali creci� considerablemente en la segunda mitad del siglo XIX, y el tr�fico se resinti�. Esa es la raz�n por la que, al empezar el a�o 1879, el prefecto de Bucarest promulg� varias ordenanzas para regular el negocio que afectaron seriamente a la actividad comercial muscali. Todos los conductores deb�an usar paradas y rutas establecidas y respetar un horario. A los carruajes que no llevaban clientes se les prohibi� pasar por la calle m�s concurrida de la ciudad.

Todas estas regulaciones llevaron a un descenso en el n�mero de conductores de carruajes a principios del siglo XX. Una de las �ltimas referencias a los muscali aparece en una tirada de 1935 de la revista National Geographic Society, que inclu�a im�genes de los �ltimos miembros que quedaban en el culto. Poco a poco fueron pasando al olvido. Se desvanecieron junto con su extra�a costumbre. Puede que gracias a la aparici�n del autom�vil se evitara la amputaci�n de muchos penes y pechos.

Publicado originalmente en VICE.com

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