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Cómo los padres pueden desarrollar paciencia y empatía con sus hijos




23/07/2017 - 11:56:43
INFOBAE.- Trece minutos despu�s de dejar a mi marido en el aeropuerto, me encontr� en apuros con mi cari�oso pero terco hijo. Todo comenz� como las batallas anteriores: con una elecci�n con l�mites establecidos.

Cuando surgen estos conflictos, suelen ser cosas peque�as. Esta vez fue cuando tuvo que elegir entre tomarse una jugo de frutas en ese momento o m�s tarde. La cosa era que, obviamente, no pod�a tener ambas.

Me parece necesario crear dicho pre�mbulo. No para estropearlo, porque tampoco es un mocoso. Ni tan siquiera estoy tratando de analizar las peque�as luchas diarias en un momento en el que quiero ser una buena madre. Este simple pero potente conflicto representaba m�s que una lucha de poder entre madre e hijo. Fue una oportunidad para construir confianza, solidificar fronteras, reforzar el amor y la comprensi�n y ayudar a un ni�o a poner en pr�ctica sus habilidades de pensamiento cr�tico en medio de emociones fuertes (tanto por una parte como por la otra). En un momento de conflicto, con las emociones a flor de piel, es un momento de ense�anza.

Hab�a prometido a mis tres chicos que ir�amos a desayunar y que despu�s ir�amos al parque. Cuando llegamos a la acera de la cafeter�a a la que solemos ir los fines de semana, les record� que si decid�an comprar una bebida ahora, tendr�an que beber agua m�s tarde para el picnic que hab�amos planificado. Es una regla a la que siempre hacemos alusi�n: todas las cosas con moderaci�n, especialmente los dulces. Mis otros dos chicos aceptaron el trato y saltaron del coche.

Mi hijo de siete a�os, todav�a con el cintur�n de seguridad abrochado, sopes� las opciones. Luego se sinti� abrumado por la elecci�n y empez� a llorar. A pesar de hacer todo lo que pod�a, su nerviosismo iba a m�s y empez� a aullar de indignaci�n. Pens� en cancelar el desayuno, pero mis otros dos peque�os hab�an estado esperando este plan y, la verdad, no pensaba que eso iba a durar mucho. Tampoco quer�a que ellos se resintieran con su hermano. As� que le di un poco de dinero a mi hijo de nueve a�os y lo mand� a �l y a su hermano de cinco a la cafeter�a. Les dije que se sentaran junto a la ventana, para que pudiera verlos. Sal� del auto y me puse enfrente de la puerta trasera tratando de hablar cari�osamente a mi hijo, que estaba muy angustiado.

No era f�cil. Estaba molesto. En mi opini�n m�s racional, ese no ten�a que ser un gran problema. "�Por Dios, era solo una bebida!". Pero esos pensamientos no me ayudaron a mantener la calma ni la empat�a, aunque intent� que la situaci�n no pasara a mayores. Estaba con mi hijo, a qui�n quiero mucho, molesto. Esto era real para �l.

"�No puedo decidir! �Quiero las dos!", grit�.

"Entiendo que es dif�cil escoger, pero tener dos bebidas dulces en un d�a no es una opci�n. Podr�as beber agua y luego tomarte un refresco m�s tarde. Pero no haremos las dos cosas", repliqu�.

Lo tom� como una carrera de fondo y como un desaf�o para poner a prueba mi paciencia. Di un vistazo a la ventana de la cafeter�a y all� pod�a ver a mi hijo menor con su sombrero de tigre y su capa negra observ�ndonos mientras com�a un panecillo. Mi hijo mayor me salud� con la mano y con el pulgar hacia arriba.


Hab�a una pareja de ancianos sentados en una mesa, afuera en la terraza. Me di cuenta de que nos estaban viendo, pero hicieron como si nada. Los minutos pasaban. Intentaba mantener la paciencia, recordando a mi hijo que sus hermanos estaban adentro y que seguramente quer�an que nos junt�ramos todos.

"D�jame en el coche, no quiero entrar", contest� entre l�grimas.

"S� que est�s avergonzado y abrumado, pero no puedo dejarte en el auto solo. Es algo que no est� permitido, as� que cuando se te pase iremos con tus hermanos adentro", le dije mientras le acariciaba la espalda.

Pero esto dur� varios minutos m�s, que ya se hac�an eternos. Se negaba a salir del veh�culo. Di unos pasos hacia atr�s, me alej� y le dije: "Av�same cuando est�s listo". Esper�. Grit�.

La mujer de la pareja de abuelos que estaban sentados afuera se acerc�, muy lentamente, hacia m�. Estaba nerviosa, sin saber qu� iba a pasar. Cuando estaba a pocos metros de distancia, empez� a hablar.


"Solo quer�a que supieras que realmente admiro c�mo est�s manejando esta situaci�n. Tus otros dos muchachos est�n bien. Tengo dos hijas, de 24 y 26 a�os. Nunca fui los suficientemente valiente como para hacer eso que est�s haciendo. Ojal� lo hubiera sido, est�s haciendo un trabajo incre�ble. Eres una madre muy buena", me dijo.

Mis ojos empezaron a llenarse de l�grimas. Mi hijo, curioso, dej� de llorar para escuchar a la mujer.

Le di las gracias y respir� profundamente. Me di la vuelta y mir� a mi hijo, que poco a poco recuperaba su aliento despu�s de un grito tan fuerte. Se le ve�a muy triste, muy inc�modo, pero estaba llegando al l�mite para seguir adelante.

En medio de toda la frustraci�n, tuve un momento de lucidez. Fue algo peque�o, pero inmensamente importante. Le estaba ense�ando a mi hijo que estaba all� por �l y que sus sentimientos me importaban. No estaba gritando con �l ni tampoco le estaba dando un ultim�tum, amenaz�ndolo con quitarle algo si no acababa con la rabieta. Estaba poniendo a prueba sus sentimientos, incluso si parec�an rid�culos. Pens� en otros momentos en los que hab�a sido tan paciente: cuando me levant� gritando ""�Basta!" y dando por zanjado el asunto. Eso no termin� bien y sus gritos y lloros fueron tan intensos que atrajo la atenci�n indeseada de un extra�o, que pens� que la rabieta era porque yo le estaba da�ando.

Ese d�a aprend� que lo que importa no es la autoridad parental. Tener raz�n, ser escuchado y ser obedecido no importa. El punto es este: estoy aqu� para ayudar a mis hijos y guiarlos a trav�s de las emociones fuertes, no para que se encierren en s� mismos. No estoy aqu� para juzgar la fuerza de sus sentimientos. Estoy aqu� para ayudarlos a entender el mundo, con todas las oportunidades y decepciones, y para controlar la empat�a que quiero que muestren a los otros a medida que van siendo unos j�venes m�s fuertes. Estoy aqu� para amarlos, y para estar con ellos. Para ense�arles que hay consecuencias y l�mites.

Esta vez, mi hijo supo controlar sus emociones y se calm� gracias a unas palabras m�s suaves y con unos golpecitos en la espalda. Tom� su mano y lo agarr�. Se desabroch� el cintur�n de seguridad y me permiti� llevarlo a la acera. Entramos de la mano a la tienda. �l orden� una bebida de jugo de fruta, que se ahorr� para el picnic.

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