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De niñas a monstruos de Auschwitz: las criminales menos esperadas del genocidio nazi




12/11/2017 - 13:07:55
Infobae.- El 13 de diciembre de 1945, en el silencio de la sombr�a prisi�n alemana de Hamel�n y ante pocos testigos, un seco "crac" anunci� que la soga hab�a quebrado el cuello de Irma Grese, 22 a�os, nazi, criminal de guerra.

El 24 de enero de 1948, en el silencio de la sombr�a prisi�n de Montelupich, Cracovia, y ante pocos testigos, un seco "crac" anunci� que la soga hab�a quebrado el cuello de Mar�a Mandel, 36 a�os, nazi, criminal de guerra.

Qui�nes eran y por qu� las condenaron a muerte es un cap�tulo tan monstruoso como poco conocido de los campos de exterminio y la Sho�: el Holocausto.

Irma Ilse Ida Grese naci� el peque�a villa de Wrechen el 7 de octubre de 1923. Familia humilde. Escasa instrucci�n: termin� la escuela elemental reci�n a los 15 a�os, y dos despu�s de la prematura muerte de su madre, que dej� hu�rfanos a cuatro hijos.

Obligada �hab�a que alimentar a esos hermanos��, trabaj� en lo que pudo: jornalera en una granja, vendedora de tienda, limpiadora en un hospital, obrera en un tambo� En el hospital de Hohenlunchen intent� dejar trapo y balde y pasar a enfermera, pero la Oficina de Trabajo le neg� la chance.

Volvi� a la carga en 1942, pero a pesar de sus protestas, la misma oficina la mand� al campo de concentraci�n de Ravensbr�ck como auxiliar del cuerpo femenino de las SS, la organizaci�n criminal de �lite creada por Adolf Hitler y Heinrich Himmler.

Se mir� en el espejo. Nunca m�s orde�ar�a una vaca al alba pisando barro y bosta� y el uniforme de las SS Helfserin le quedaba muy bien, a pesar de su posici�n de baja categor�a en la estructura del campo: las mujeres de ese cuerpo auxiliar no pod�an llevar armas ni darle �rdenes a var�n alguno, as� fuera soldado raso.


La mayor�a de ellas eran campesinas, parientes de soldados muertos o heridos en combate, y su trabajo era la reubicaci�n forzosa de civiles: los prisioneros hacinados en inmundas barracas, que m�s tarde o m�s temprano morir�an fusilados o en las c�maras de gas. En cuanto al campo de Ravensbr�ck, era la usina madre donde se adiestraba a esas futuras torturadoras y criminales.

Salieron de all�, listas para ejercer sus t�tricas tareas, m�s de tres mil quinientas encargadas y supervisoras: entre ellas, Ilse Koch a Buchenwald, Hildegard Neumann a Theresienstadt, Mar�a Mandel a Birkenau�, y cuatro meses m�s tarde, Irma a la nave madre del Infierno: Auschwitz II�Birkenau.

Irma tiene entonces, en 1942, apenas 19 a�os: la m�s joven del campo. Su primer trabajo: telefonista. Escasa paga: 54 marcos por mes, cuando el soldado raso, el �ltimo de la escala, ganaba 90.

Un error en su tarea le cuesta un castigo: dos d�as al frente de un grupo de trabajo que cargaba piedras en una cantera y las llevaba a las entra�as de aquella galer�a de horrores, seguramente para construir m�s barracas y c�maras de gas.

Conoce all� �y empieza a colaborar con �l� a Josef Mengele, m�dico, capit�n SS, y un espantoso doctor Frankestein de la vida real empe�ado en urdir experimentos sobre seres humanos para producir, por medio de injertos, purificaci�n de sangres y otras atrocidades, una raza superior m�s all� de la aria: el Superhombre del Tercer Reich que reinar�a un milenio� y que se derrumb� en poco m�s que dos mil cien d�as.

Lo llaman El �ngel de la Muerte.

Tambi�n, El Coleccionista de Ojos Azules.

Los que arranca de los jud�os, gitanos, inv�lidos, homosexuales, luego de ser asesinados, o los de otro color que su monstruosa alquimia ti�e de azul�

A su lado, Irma se transfigura. De aquella adolescente hu�rfana, campesina, tendera, limpiadora de pisos y enfermera frustrada emerge un demonio, una diablesa rubia que al principio domina a las prisioneras, las golpea y azota despu�s �un goce diferente, sensual, perverso�, y que muchas veces culmina en abuso sexual.

Su satan�s interno queda oculto detr�s de su aspecto. Uniforme como reci�n estrenado. Botas altas con brillo de acero pulido. Su pelo peinado con precisi�n milim�trica. Su perfume de agua de rosas, contraste del hedor a mugre y a muerte que el viento no alcanza a llevarse.

Eso, y su l�tigo de celof�n que alguien trenza para ella. Cientos de diminutas tiras que al golpear un cuerpo humano abren peque�os arroyos de sangre�

Le encanta �su maldad crece y se perfecciona� dar el discurso de bienvenida a las nuevas v�ctimas. Que al principio la confunden con un �ngel, y as� la llaman� Desde luego, asciende. Responsable del sector C del campo, llega a reinar cruelmente sobre treinta mil prisioneras� en un miserable espacio en el que apenas caben tres mil.

Pero poco importa. Las cinco chimeneas, activas d�a y noche, van arrojando al aire el humo de los cuerpos quemados despu�s de morir por bala o por gas. De ese modo, el equilibrio demogr�fico no se quiebra.

Es historia y leyenda que Irma dobla la apuesta d�a a d�a: siente especial placer en martirizar a las enfermas, d�biles o inv�lidas que d�a a d�a cruzan los muros y las alambradas del campo. Sobre todo si advierte en esos cuerpos deteriorados por el hambre y las calamidades de la guerra una sombra, un p�lido eco de belleza.


Rescatado por un soldado aliado luego de la ca�da del Tercer Reich, se lee en el diario de una prisionera: "Durante sus selecciones, el �ngel rubio de Belsen (Nota: Belsen�Belsen fue su segundo campo), como la bautiz� un diario, manejaba su l�tigo a discreci�n sobre todas las partes de nuestros cuerpos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre de perd�amos la hac�an sonre�r con sus dientes perfectos que parec�an perlas. Con el tiempo agreg� otros calvarios: lanzar sobre nosotras perros hambrientos para que nos devoraran, y torturar ni�os".

Liberado el campo Auschwitz II�Birkenau, en el alojamiento de Irma fueron halladas l�mparas de mesa hechas con piel de jud�os que ella misma mat� y despellej�.

Hab�a llegado el final. Arrestada por oficiales ingleses, el 17 de septiembre de 1945 empez� en L�nenburg el juicio contra ella y otros 44 acusados.
Frente al tribunal, con aire ausente y distra�do, oscil� entre la indiferencia y el desprecio. Se declar� inocente de los asesinatos, no abjur� de la ideolog�a nazi, y en su celda, hasta el �ltimo d�a, entonaba cantos marciales de las SS. Nunca se prob� que fuera amante del aterrador Mengele, pero es m�s que posible.

Entre los testimonios de la acusaci�n, una ginec�loga jud�a, ex prisionera, declar� que "a Irma Grese le gustaba golpear con su l�tigo los pechos de las chicas m�s dotadas y j�venes para que las heridas se infectaran, y despu�s me obligaba a amputarlos� �sin anestesia! Del mismo modo, las forzaba a mantener relaciones sexuales con ellas, y cuando se aburr�a, las mandaba a los hornos crematorios despu�s de matarlas con su pistola. Era la �nica mujer de su rango autorizada a portar armas".

Condenada a la horca, fue colgada en la prisi�n de Hamel�n a las 9.34 de la ma�ana del 13 de diciembre de 1945. La ejecut� el legendario verdugo ingl�s Albert Pierrepoint (1905�1992), experto oficial de la Corona y autor de no menos de cuatrocientos ahorcamientos.

En el momento en que se abri� la puerta�trampa del pat�bulo, Irma Ilse Ida Grese ten�a flamantes 22 a�os.

Los hab�a cumplido dos meses antes.

Al ver su cuerpo pendiendo de una soga, era dif�cil creer que tres a�os antes hab�a querido ser enfermera. Cuidar al pr�jimo. Confortarlo en el dolor.

MAR�A MANDEL

"La bestia de Auschwitz", el t�tulo con el que subi� al cadalso, naci� el 10 de enero de 1912 en M�nzkirchen, Austria del Norte, entonces parte del Imperio Austroh�ngaro. A diferencia de Irma Grese, no sufri� pobreza ni orfandad. Hija y nieta de una familia de zapateros, nada falt� en su casa: el padre dispon�a de s�lida bolsa.

Pero hacia 1929 y a sus 17 a�os, ya terminado el curso secundario, se enfrent� duramente con su madre. Expulsada del hogar, deambul� buscando trabajo. El primero: cocinera en Suiza. Y despu�s, una d�cada de lugares y empleos�, hasta 1938, a�o en que empez� a encontrar su destino: un curso de guarda de prisi�n en Lichtenburg, Sajonia, con otras cincuenta mujeres.

Un a�o despu�s �1939, estallido de la Segunda Guerra Mundial� la transfieren al campo de prisioneros de Ravensbr�ck, no lejos de Berl�n. Su primer cap�tulo de horror.

Es dura �a veces m�s que un hombre�, incansable, implacable, nazi convencida: puntaje suficiente para un ascenso fulm�neo y una llegada (1942) al coraz�n del monstruos: Auschwitz.

En octubre de ese a�o ya es Jefa de Campo.

Primera tarea: dirigir la construcci�n de una segunda secci�n, ya que las barracas, atestadas, no dan abasto para recibir decenas de vagones por d�a cargados de prisioneros.

Como en el caso de Irma Grese, se desatan desde las entra�as de Mar�a Mandel los demonios dormidos. La podredumbre yacente que s�lo necesitaba que alguien apretara el bot�n de arranque.

�Qu� hace? Construye la secci�n de la peor y m�s cruel de las maneras para que el sufrimiento de los desdichados fuera aun mayor.

Por supuesto, los golpeaba. Pero su mayor placer, el desider�tum de su sadismo, era m�s ps�quico que f�sico. Se paraba frente a los prisioneros esperando que alguien se atreviera a mirarla.
"Era capaz de pasar horas en esa posici�n", recordar�an mucho despu�s varios sobrevivientes. "El que romp�a ese rito� desaparec�a. Jam�s volv�amos a saber de �l. De la c�mara de gas pasaba al horno crematorio".

Seg�n c�lculos bastante precisos, cerca de medio mill�n de almas muri� por �rdenes directas de "la bestia". Que mientras suced�an esas matanzas, ordenaba a la banda de m�sica del campo tocar antiguas marchas militares. Y algo m�s tarde organiz� la primera orquesta de mujeres para tocar ante la llegada de alg�n jefe del Reich, y mientras seleccionaba a los prisioneros que ir�an a las mortales c�maras disfrazadas de duchas�

En realidad, lleg� a Auschwitz bien entrenada para sembrar el espanto. En Ravensbr�ck hab�a sido c�mplice y parte de los horrendos experimentos m�dicos sobre conejos de Indias humanos con una doble misi�n: demostrar la inferioridad de otras razas y perfeccionar la raza aria, considerada superior en todos los �rdenes.

En 1944, y ya ganadora de la Cruz al M�rito Militar de Segunda Clase, fue destinada a M�hldorf, un subcampo de ese otro infierno llamado Dachau. Pero s�lo pas� all� pocos meses: en abril de 1945, inminente llegada de los aliados y ca�da del Reich, huy� por las monta�as tratando de alcanzar M�nzkirchen, su ciudad natal. Se escondi� all� hasta el 10 de agosto, d�a en que la detuvo un comando norteamericano.

Entre rejas durante un a�o, en octubre de 1946 fue extraditada a Polonia, y m�s tarde juzgada en Cracovia y condenada a morir en la horca por cr�menes contra la humanidad.
Para entonces s�lo quedaban los huesos de otra mujer.
De Irma Grese, que encant� a Mar�a Mandel. Tanto, que �sta la nombr� Jefa del Campamento de Jud�as H�ngaras en Auschwitz�Birkenau, anexo del Infierno en la Tierra.

Fueron tal para cual.

Y eligieron su metamorfosis: de ni�as a monstruos.

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