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Pasé un día abrazando árboles para quitarme el estrés




23/11/2017 - 12:09:50
Infobae.- Tiene una explicaci�n. Hace unos d�as recib� una invitaci�n por email del Instituto DKV de la Vida Saludable para experimentar una t�cnica pionera en Europa denominada Shirin-yoku, o curaci�n de bosque, que ayuda a mejorar mi salud f�sica y mental sumergi�ndome en los adentros de la naturaleza con t�cnicas sensoriales. Habr�a pasado ol�mpicamente si no fuera porque llevo unos d�as con una presi�n terrible sobre mi zona occipital a causa del maldito estr�s. Ya sabes a lo que me refiero.

Como me promet�an una experiencia m�s all� de la t�pica chapa promocionera, me anim� a pasar un d�a entre helechos septentrionales y periodistas de Saber vivir con el objetivo de salir de la redacci�n y estirar las piernas.

Bien, el d�a lleg� y, despu�s de una media hora en un cami�n que nos acerc� hasta el parque natural de Collserola �el pulm�n verde que oxigena Barcelona�, nos recibieron en un club de tenis. Subimos al comedor y me com� dos bocadillos de jam�n y un jugo de pi�a, agua de coco, lim�n y ch�a con el ansia de un buen espa�ol ante un buf� libre. El viaje ya hab�a valido la pena.


Me explicaron los beneficios de salud que conlleva tener contacto regular con la naturaleza y despu�s comenz� la curaci�n. Un gu�a bastante simp�tico nos adentr� en el bosque y formamos un c�rculo de periodistas y bloggers desali�ados. El tipo cogi� una rama del suelo y nos invit� a conectar los sentidos con distintos ejercicios: "Cierren los ojos, abran las palmas de las manos orientadas hacia el frente y sientan la energ�a que la naturaleza les quiere transmitir".

Est� pirado y esto parece una secta que en cualquier momento presenciar� un suicidio colectivo a lo Jonestown, pens�. Acto seguido nos propuso respirar lentamente y sacar la lengua para probar el aire del bosque y, aunque seguramente se podr�a considerar uno de los actos m�s rid�culos de mis �ltimos a�os, sent� una revelaci�n. Sabore� el petricor, los cantares de las currucas salvajes se manifestaron y despej� la mente. Por un instante olvid� los emails y las obligaciones y me mimetic� en la naturaleza. Era Jordi, el hombre-liquen.

Con esta transformaci�n, encar� la actividad de otra forma. El siguiente paso fue caminar muy lento por una senda hasta las verdes profundidades a ritmo de caracol. Me costaba mucho seguir el tan sosegado paso cargado con el frenes� urbano, pero volv� a respirar hondo mientras tocaba con mis dedos el roc�o del musgo y esnifaba el olor que emanaba un buen pu�ado de tierra h�meda. Un copioso sustento de elementos for�neos a la ciudad me hizo revivir los inocentes tiempos en los que iba a por casta�as con el cole con mi tupper en la mochila.


Sentarnos en un rinconcito del bosque fue la pen�ltima actividad. Consist�a, simplemente, en contemplar. Al parecer hay gente que es tan adicta a la ciudad que vuelve entre l�grimas tras fijarse, por primera vez en su etapa adulta, c�mo es una maldita abeja. S� se�or. Llorar por insectos ser�a otro gran objetivo conseguido para un hombre-liquen.

Busqu� un rinconcito sobre una preciosa riera seca llena de hojas y contempl� el poder de la naturaleza con la erosi�n del agua sobre la monta�a. Los rayos de sol se inmiscu�an entre las copas de los �rboles sacudidos por un c�lido h�lito de viento monta��s y a mi alrededor volaba un moscard�n curioso que pon�a a prueba mi lagrimal. Me vibr� el m�vil. Toda la regresi�n y la paz se fueron al garete para recordarme que a la tarde ten�a m�s responsabilidades que atender.

Para acabar, brindamos con un t� de hojas que el timotel fue recogiendo por el camino para despedir la actividad. No s� si fue esa extra�a mezcla de hierbas o el impetuoso impulso del hombre-liquen que por un instante fui, pero de camino al club de tenis sent� la llamada de una encina centenaria que me embauc� con sus armas seductoras. S�, abrac� un �rbol. Lo abrac� vivamente mientas experimentaba una satisfactoria conexi�n que me evadi� de mi triste y solitaria existencia.

Al cabo de un buen rato, una vez en la ciudad, volv� a mi casa y quise ver c�mo estaban las dos o tres plantas que sobreviven en mi balc�n. Una hiedra sueca o planta del dinero agonizante y un clavel que no florece desde 2012. Ese era todo el contacto con la naturaleza que ten�a a diario. Digo era porque hoy me he despertado a las 6 de la ma�ana y he sentido otra vez la llamada.

Tras ponerme algo decente, me dirig� al parque m�s cercano para dar otra muestra de amor, esta vez, a un platanero algo raqu�tico. Una parte de m� se ha trastocado y va a seguir abrazando �rboles para sentir la naturaleza en mis carnes. Por favor, si me ves por la calle sucumbiendo a los encantos de una encina o acariciando el c�sped de un pipican, no me tomes fotos. Tienes frente a ti a un aut�ntico hombre-liquen.

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