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Arruinaron nuestros países, malearon a nuestros hijos y se robaron a nuestras hijas




10/01/2018 - 10:24:21
BBC Mundo.- Al final de esta historia habr� una familia centroamericana reubicada en alg�n municipio seguro de M�xico, lejos de la amenaza del Barrio 18, la pandilla que controla su colonia y uno de los dos grandes grupos de ese tipo que aterrorizan a la regi�n.

Pero de momento, la hija mayor, Karla, una espigada joven de 22 a�os, me cuenta: �Si un pandillero te quiere para �l, no puedes hacer nada�.

�A una de mis compa�eras que se neg� a irse con ellos la sacaron de clase y la mataron all� mismo, a las puertas del colegio�, recuerda. �Que era una advertencia, nos dijeron�.

A ella tambi�n la escogieron.

�El marido de mi hermana, que es el sicario de la colonia, la quer�a de mujer de su hermano�, recuerda su madre, Mar�a, vestida con una escueta camiseta de tirantes, pantal�n corto y sandalias, y desparramada en una silla de pl�stico en el pegajoso calor tropical de la frontera mexicana.

�Porque a los muchachos los reclutan, pero a nuestras ni�as las quieren para hacerlas suyas�, explica.

Mar�a se neg� a entregar a su hija, pero eso no sirvi� de freno. Y al d�a siguiente el hermano del sicario decidi� seguir a Karla all� donde fuera.

Por ese acoso fue que la familia, compuesta por la madre, un hijo var�n y dos hijas, decidi� huir del municipio centroamericano, cuyo nombre no revelaremos por seguridad, y salir del pa�s.

Y hoy los cuatro ven los d�as pasar encerrados en un habit�culo de seis metros por diez, en una ciudad de la frontera sur mexicana que tampoco identificaremos.

Son solicitantes de asilo, como otros miles de centroamericanos, y forman parte de un programa de reubicaci�n del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

�Desplazamiento forzado�

La Comisi�n Mexicana de Ayuda a Refugiados, el organismo encargado de darles tr�mite, recibi� en 2016 8.781 peticiones de asilo, un 154,6% m�s que el a�o anterior, seg�n los datos m�s recientes hechos p�blicos.

M�s de la mitad se registra en la oficina que el ente tiene en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas, fronterizo con Guatemala, y casi todos los solicitantes son centroamericanos.

Y aunque el organismo no revela los motivos por los que buscan refugio, las organizaciones no gubernamentales que trabajan con ellos aseguran que la violencia de las pandillas es uno de los factores de m�s peso tras la migraci�n en el que se conoce como el Tri�ngulo Norte de Centroam�rica: Honduras, El Salvador y Guatemala.

Ya lo confirm� el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra�ad Al Hussein, el 17 de noviembre, al concluir su visita oficial a El Salvador.

El representante de la ONU us� adem�s el t�rmino �desplazamiento forzado� por violencia, tanto interno como hacia exterior.

Es el mismo que emplean organismos como la Acnur o la Procuradur�a de Derechos Humanos (PDDH) de El Salvador para insistir a los gobiernos de turno que reconozcan el fen�meno como problema nacional, como punto de partida para dimensionarlo y empezar a ponerle soluci�n, algo que hasta el momento no ha ocurrido.

En palabras del procurador en funciones, Ricardo G�mez, la raz�n por la que no se reconoce la problem�tica p�blicamente es �el costo pol�tico ante la comunidad internacional�.

As� lo dijo el 13 de diciembre, al presentar el segundo informe de la PDDH sobre el tema, en el que se se�ala que lo primero que hace migrar a las familias son las amenazas de muerte de las pandillas m�s numerosas del pa�s (la Mara Salvatrucha 13 y las dos facciones de Barrio 18).

A los pocos d�as, el ministro de Justicia y Seguridad P�blica, Mauricio Ram�rez Landaverde, asegur� que el gobierno tiene �estudios de caracterizaci�n� que �no respaldan las conclusiones� del informe y que demuestran que los principales motivos del desplazamiento son el econ�mico y la reunificaci�n familiar.

BBC Mundo se puso en contacto con el Ministerio para hablar del tema, pero hasta el momento no obtuvo respuesta.

Las organizaciones que trabajan en el �rea reconocen que la migraci�n es multicausal, pero insisten en que las estad�sticas de los gobiernos sobre el tema ocultan muchas veces una problem�tica m�s compleja en la que la violencia juega un papel fundamental.

As� se lo ilustr� Celia Medrano, la directora de programas en El Salvador de Cristosal, una organizaci�n que aboga por los derechos humanos en Centroam�rica, al medio digital Factum en noviembre pasado.

�Yo vengo deportado y me recibe un funcionario. Me pasa una encuesta y me pregunta: �Por qu� usted se fue? Yo respondo: �Yo no ten�a trabajo en El Salvador�. Queda registrado que me fui por razones econ�micas.

Pero si hay oportunidad de generar la entrevista, esa persona puede empezar a explicar: �Yo me qued� sin trabajo porque ten�a un taller en Soyapango (un municipio del �rea metropolitana de la capital San Salvador). El taller fue objeto de extorsi�n por parte de las pandillas y ya no pude sostenerlo. Tuve que irme a otra zona, pero como en la otra zona ya no pod�a generar un ingreso propio (�) tuve que migrar para encontrar trabajo�.

Pero entonces la raz�n no fue �nicamente econ�mica. La persona se qued� sin su medio de subsistencia tambi�n por la violencia. Ese tipo de aspectos no son contemplados�.

Extorsiones

Tal como lo contaba Medrano en su ejemplo, la extorsi�n es una de las formas en las que las pandillas generan violencia.

Lilibeth lo sufri� en su propia piel.

Todo empez� a pocos d�as de que algunos miembros de la clica (c�lula) del Barrio 18 que controla su vecindario mataran a su marido ante la aterrorizada mirada de su hijo, por no querer invitarlos a m�s tragos con el dinero que hab�a tomado prestado para ampliar la casa.

�Yo ya les daba (a los pandilleros) 700 d�lares al mes�, cuenta la salvadore�a.

Pero entonces le llegaron a pedir esa cantidad semanal. Si no la entregaba la �desaparecer�an�, le prometieron, no sin antes cortar en pedacitos a su hijo. Y para que no le quedara ninguna duda, la golpearon �con un garrote�.

Ante la imposibilidad de reunir el dinero cada semana, su madre pidi� un pr�stamo que hoy siguen pagando.

Pero el acoso sigui�. Y una noche, desesperada, decidi� que su �nica salida era la huida.

�Eran las tres de la madrugada y sal� con mi hijo a la carretera, con lo puesto y sin saber para d�nde agarrar�, relata.

Cuenta que un hombre mayor los llev� en su coche a la capital y les indic� c�mo hacer para llegar a la frontera de Guatemala con M�xico.

��Se van a ir para tal lado y p�danle a Dios que cuando crucen no haya (oficiales de) Migraci�n�, nos dijo el se�or. �Y si los agarran, cu�ntenles su caso, para que no los vayan a deportar"�, explica.

Madre e hijo lograron pasar sin ser detenidos y llegaron hasta el municipio chiapaneco en el que viven ahora.

All� les toc� dormir en el parque y estar hasta tres d�as seguidos sin comer. Pasaron meses para que acudieran a la Comisi�n Mexicana de Ayuda a los Refugiados. �No sab�a ni que exist�a�, reconoce.

La Comar, tras revisar su caso, resolvi� otorgarles el estatus de refugiados.

Ahora tiene la residencia permanente, pero Lilibeth dice no sentirse segura.

�El otro d�a lleg� un 18 de all� de donde viv�a el padre de mi hijo�, cuenta la raz�n. �Cuando me ve, se me queda viendo (mirando). Yo no le doy la cara. Agacho la cabeza o me pongo la gorra�.

Pero no es el �nico. �Tengo que estar pendiente en todos lados, porque aqu� estamos en territorio fronterizo y est�n entrando muchos pandilleros�.

Esta amenaza, que tambi�n mencionan otros centroamericanos que buscaron asilo en M�xico entrevistados por BBC Mundo en la zona fronteriza, ya est� en el punto de mira de Acnur.

�Ya no solo llegan individuos escapando de diversas situaciones de acoso y abuso en sus pa�ses de origen. Tambi�n hemos empezado a detectar la presencia de sus agentes perseguidores�, reconoce Jacqueline Villafa�a, asociada de Protecci�n de la Oficina de Terreno de la organizaci�n en la ciudad de Tapachula.

�Ya arruinaron nuestros pa�ses, malearon a nuestros hijos y se robaron a nuestras hijas, y ahora aqu� quieren llegar a hacer lo mismo�, dice Mar�a, desparramada en su asiento de pl�stico blanco.

La entrevistamos el 21 de noviembre.

Hablaba con gravedad, pero tambi�n con cierto alivio, sabedora de que le quedaban escasos d�as en aquel ardiente cuarto de seis metros por diez.

Hoy ella y sus tres hijos tratan de inventarse una nueva vida en otro estado mexicano, lejos del calor tropical y de las pandillas.

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