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Un mundo más caliente, el paraíso de los mosquitos




16/12/2018 - 10:59:05
El Espectador.- Hace una semana Colombia recibi� una advertencia. El ministro de Ambiente reuni� a varios periodistas para anunciarles que el fen�meno de El Ni�o ser�a inevitable. En los pr�ximos meses, dijo, habr� heladas y 391 municipios estar�n en aprietos para abastecerse de agua. En varios de ellos la temperatura ser� un grado Celsius mayor y tendr�n que prepararse para una temporada de sequ�a.

La �ltima vez que el pa�s enfrent� este fen�meno fue en 2015 y tuvo que superar varias dificultades. El costo de no haber planeado medidas para mitigar sus efectos fue de unos $1,6 billones y, desde entonces, las im�genes de r�os secos y de prolongados incendios quedaron en la lista de recuerdos asociados a El Ni�o. Pero en medio de los inconvenientes, hubo otro que no qued� registrado en la memoria de los colombianos. Con las altas temperaturas y la ausencia de agua tambi�n se dispararon los casos de una enfermedad contra la que la humanidad ha peleado por siglos: la malaria.

Desde que empez� a extenderse desde �frica a Europa y a Euroasia y, m�s recientemente, por Am�rica, la malaria ha cobrado muchas vidas. En su libro La carga de la humanidad: una historia global de la malaria, el profesor James L. A. Webb apuntaba varios ejemplos para explicar su dimensi�n. En el siglo XVII, escrib�a, las tropas inglesas perdieron a 5.000 integrantes por culpa del mosquito Anopheles tras su paso por Jamaica. Unos a�os m�s tarde murieron otros 100.000, mientras se tomaban a Hait�. Con el tiempo, los casos no pararon de multiplicarse. Hoy, tres centurias despu�s, los c�lculos de la Organizaci�n Mundial de la Salud indican que hay 216 millones de personas afectadas. En 2016 murieron m�s de 445.000.

Para contener esas tasas la ciencia empez� a hacer grandes esfuerzos desde mediados del siglo XX. Pero aunque varios equipos se concentraron en hallar estrategias para combatir al mosquito que la transmite (el Anopheles), solo en los a�os 90 un grupo de investigadores encontr� un v�nculo que muchos hab�an pasado por alto. Eran colombianos y sospechaban que hab�a una estrecha relaci�n entre la malaria y el fen�meno de El Ni�o. Tras ocho a�os de investigaci�n, abrieron una de las principales puertas para prevenir las altas tasas de contagio de malaria en tiempos de sequ�a.

Unidos contra la malaria

El ingeniero e hidr�logo colombiano Germ�n Poveda ha dedicado m�s de tres d�cadas a entender las complejidades del clima. Su nombre suele aparecer en los extensos informes que desde 1990 publica el IPCC, el grupo de cient�ficos creado para estudiar y comprender el impacto de la actividad humana en el cambio clim�tico. Aunque buena parte de su tiempo lo invierte en explicar los hallazgos de ese equipo y los desaf�os que deber� enfrentar el planeta, entre su listado de investigaciones tambi�n es frecuente encontrar estudios relacionados con medicina y biolog�a.

Para entender los motivos de esa anomal�a hay que remontarse a 1994. Tras pasar unos d�as en Chile y escuchar a algunos colegas que hab�an estudiado el caso de Vietnam, a Poveda se le ocurri� una idea. �Comenc� a preguntarme si pod�a haber una relaci�n entre la malaria y el fen�meno de El Ni�o. �Habr�a un v�nculo? �De qu� manera podr�a influir la temperatura en el aumento de casos de malaria?�, se preguntaba.

Para resolver esas inquietudes convoc� en Medell�n a un grupo de amigos investigadores. Entre ellos, los m�dicos William Rojas e Iv�n Dar�o V�lez, hoy director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (PECET), de la U. de Antioquia. Junto a otros bi�logos, parasit�logos, entom�logos e ingenieros, se reunieron durante horas para planear una ruta que les permitiera responder esos interrogantes. �Ese tipo de problemas�, dice hoy Poveda, �eran ejemplares y para solucionarlos se requer�a la conjunci�n de muchas ciencias. Por eso, creamos un gran equipo transdisciplinario�.

Con el tiempo aquellas conversaciones se convirtieron en una investigaci�n de ocho a�os que se reflej� en decenas de art�culos cient�ficos. Uno de ellos, publicado a finales de 2011 en la revista Current Opinion in Environmental Sustainability, resum�a en un p�rrafo ese esfuerzo: �Durante los �ltimos 15 a�os, hemos desarrollado diversas investigaciones (�): estudios de diagn�stico para comprender los v�nculos entre la incidencia de la malaria y la variabilidad clim�tica en Colombia; trabajos de campo para recopilar informaci�n entomol�gica, epidemiol�gica y clim�tica sobre la malaria; experimentos de laboratorio para estudiar los efectos de las condiciones clim�ticas y modelos matem�ticos para explicar la din�mica de las conexiones clima-malaria�, eran algunos de los puntos que destacaban.

Martha Luc�a Qui�ones, entom�loga m�dica y hoy profesora del Departamento de Salud P�blica de la U. Nacional, tambi�n hizo parte de ese grupo liderado por Poveda. Para explicar los detalles m�s complejos se arma de paciencia. �En resumen, hicimos dos cosas: un detallado estudio de laboratorio y varios muestreos de campo en sitios donde hay tasas de incidencia de malaria. Nuqu�, en Choc�, era uno de ellos. Otro era El Bagre, en el Bajo Cauca antioque�o�.

En el laboratorio, dice Qui�ones, �cultivaron� mosquitos Anopheles para luego infectarlos con el par�sito culpable de la malaria, como parte de la tesis de Guillermo Le�n Rua, entonces estudiante de doctorado. Despu�s los agruparon en una especie de incubadoras que permit�an regular la temperatura. A algunos los somet�an a 24 grados, a otros a 27. Unos m�s, a 28. El siguiente paso era una operaci�n quir�rgica: examinaban insecto por insecto bajo el lente del microscopio para comprobar c�mo hab�a cambiado su metabolismo y sus ciclos reproductivos. Tambi�n hac�an una disecci�n en su tracto digestivo para ver variaciones en el desarrollo del par�sito.

Salt�ndonos muchos detalles t�cnicos, esos an�lisis les sugirieron varias cosas. Una es que como los insectos, a diferencia de otros animales, no regulan su temperatura interna sino que dependen de la externa, su fisiolog�a puede variar. Al incrementarla, el metabolismo de las hembras Anopheles se aceler� y eso hizo que necesitaran sangre con m�s frecuencia para sobrevivir y poner huevos (cada tres d�as y no cuatro, como usualmente suced�a). En otras palabras, picaban con m�s asiduidad y por eso las posibilidades de infectar a los humanos se disparaban. El desarrollo de las larvas tambi�n se acortaba.

El otro punto que revel� ese experimento fue que el par�sito culpable de la malaria tambi�n presentaba cambios. Su tiempo de reproducci�n se reduc�a. Es decir, adquir�a su forma infectante mucho m�s r�pido que cuando estaba expuesto a temperaturas bajas.

�Era una muestra de que la relaci�n entre el aumento de la temperatura y la malaria era algo evidente�, advierte el profesor V�lez.

Problemas sin resolver

Una de las primeras publicaciones que dieron luces sobre la relaci�n entre la malaria y El Ni�o apareci� en 1997 en la revista Ciencias de la Salud. La hicieron Germ�n Poveda y William Rojas. �Evidencias de la asociaci�n entre brotes epid�micos de la malaria en Colombia y el fen�meno de El Ni�o-Oscilaci�n del Sur�, fue la manera como la titularon. En ella describieron una paradoja: aunque la lluvia y la humedad influyen sobre la densidad y la poblaci�n de los mosquitos, as� como en el incremento de sitios de incubaci�n, la ausencia de lluvias tambi�n facilita la aparici�n de nuevos criaderos. A pesar de que el aumento de temperatura es el factor m�s determinante, a medida que se merma el nivel de los r�os y quebradas se empiezan a formar peque�as lagunas que r�pidamente colonizan estos insectos.

Ese argumento, que ayudaba a esclarecer por qu� con El Ni�o se incrementan los casos, iba acompa�ado de varias gr�ficas que mostraban en qu� �pocas, desde 1959, se presentaban los mayores picos. A lo largo de estas dos d�cadas han continuado incluyendo datos que confirman sus sospechas: con el fen�meno clim�tico tambi�n llegaban m�s casos de malaria.

Para comprobar con m�s detalle su hip�tesis hicieron ejercicios en departamentos donde la malaria suele atormentar a la poblaci�n. Antioquia fue uno de ellos. Como lo se�alan las gr�ficas superiores que acompa�an este art�culo, en los meses en los que se present� El Ni�o, los municipios analizados tuvieron que enfrentar brotes.

Este trabajo, que en 1999 recibi� el premio de Ciencias Exactas de la Fundaci�n Alejandro �ngel Escobar, fue clave para una cosa: �Como ahora ya podemos predecir El Ni�o hasta con seis meses de antelaci�n, podemos tomar acciones concretas para evitar epidemias de malaria�, aclara Poveda. �Todo este esfuerzo ha sido �til para poder implementar programas de prevenci�n y control de la enfermedad�. El m�s claro es el Sistema de Informaci�n Geogr�fica de la malaria en Colombia (SIGMA), que acogi� el Ministerio de Salud.

�l, sin embargo, tiene varias inquietudes que superan el empe�o por comprender la asociaci�n malaria-clima. Una de ellas es la deforestaci�n. El frenes� con el que se est�n talando �rboles en el pa�s est� generando ambientes m�s calientes que pueden ser colonizados por los mosquitos. De hecho, como lo reitera el Instituto Nacional de Salud, el 85 % del territorio rural colombiano est� situado por debajo de los 1.600 metros sobre el nivel del mar, una altura apta para la transmisi�n de la enfermedad.

Su otra preocupaci�n de Poveda es el calentamiento global. Pese a que el fen�meno de El Ni�o es un evento natural, se est� volviendo cada vez m�s frecuente y cada vez m�s intenso por el cambio clim�tico. Tiene una buena manera de sintetizar este problema: �Es una retroalimentaci�n perversa. La acci�n humana est� generando implicaciones muy serias que van m�s all� de lo que suelen contar los medios. Yo tuve malaria dos veces y es una enfermedad brutal que acaba con el h�gado y me oblig� a sudar hasta la �ltima gota. Y si ya sabemos que empezar� El Ni�o, ahora yo solo espero que se tomen en serio la necesidad de desplegar programas de prevenci�n�.

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