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Álvaro Riveros Tejada

Gesto de épica valentía


2014-04-23 - 10:02:21

Cuántas veces hemos criticado el trato discriminatorio que se le da a la mujer en algunos países del mundo árabe y en otros como la India, Afganistán, Paquistán, Irán, etc., donde la religión musulmana tiene un absoluto predominio, hasta llegar al extremo de prohibirles la conducción de vehículos motorizados.

Ante semejante actitud troglodita y cavernaria, no es difícil imaginarse lo que acontece con las mujeres en un supuesto caso de adulterio donde, si no son lapidadas, son salvajemente desfiguradas con ácido muriático o impunemente asesinadas, hasta por los parientes del esposo astado, sea con su conformidad o sin ella, amparados bajo la absurda y draconiana justicia comunitaria.

En nuestras sociedades latinas, “cristianas, liberales, civilizadas y progresistas” tampoco la situación diverge mucho de lo señalado líneas arriba. Es más, en medio de una sociedad machista y falocrática como la nuestra, persisten actos contra el “sexo débil”, como todavía se lo denomina, que no están muy lejos de igualarse a los existentes en las naciones arriba descritas. De ahí que lo sucedido recientemente con la ex presentadora de TV Paola Belmonte y con esa suerte de “linchamiento social” al que estuvo sometida, hasta el punto de querer poner fin a su vida al ver aparecer imágenes íntimas de ella, surgidas como hongos en internet y en sitios de distribución de La Paz y El Alto, producto de una relación desafortunada con un canalla depravado que no tuvo el menor reparo en filmar su intimidad y utilizar dicho material como un objeto de amenaza y extorsión.

Sin embargo, pudo más el espíritu bizarro de esta dama que, sobreponiéndose al escarnio y desafiando prejuicios arcaicos de los infaltables fariseos que exigen de la mujer la castidad y pureza que ellos son incapaces de practicar, decidió dar la cara públicamente y denunciar ese atropello al ver amenazada su dignidad, su seguridad, la de su matrimonio y la de su propio hijo. Callarse, significaba dar la razón a su vil difamador, cohonestar una flagrante violación a los derechos humanos, e incurrir en un evidente delito de violencia en contra de la mujer.

Consideramos que este ingrato suceso debe aleccionarnos como sociedad, en que nacer mujer no es un delito. Amilanarse ante su cruel realidad, pese a la terrible carga que significa llevar ese baldón que lacera el alma,  no nos libraría necesariamente de sus funestos designios, de ahí que su exposición pública significará la neutralización de aquellos machistas que en su afán de  generar el morbo ponen a la mujer como objeto, como fueron los casos de una exreina de belleza, una modelo y una cantante cuya similar tragedia  la gente y los medios se prestaron a difundir.

Una mención especial al joven esposo que, a partir de esa brutal afrenta factible de constituirse en una suficiente causal de divorcio, supo con mucho coraje reconstruir su relación marital, comportándose como un verdadero varón al luchar por la unidad de su familia erigiéndose, quizás sin proponérselo, en el protagonista de un ejemplar gesto de épica valentía.

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