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Marcelo Ostria Trigo

Volver a lo sensato


2014-12-03 - 12:25:05
Creo que ha llegado el momento de señalar que el intercambio, constante e improductivo de acusaciones, reclamos, justificaciones no pocas veces agresivas, en la que están enfrascados personajes de Chile y Bolivia –especialmente del agresivo canciller chileno y el vocero boliviano encargado de explicar (?) el reclamo judicial planteado– debe terminar o, por lo menos, bajar de tono. Con encendidas defensas públicas o con agravios recíprocos, no se va a influir en los jueces de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuyos fallos –se compartan o no- siempre se basaron en los méritos de los argumentos jurídicos de las partes y no en la profusión de la propaganda.

Por supuesto que en el caso de la mediterraneidad de Bolivia, hay un ingrediente histórico inolvidable que justifica el reclamo. En efecto, un destacado diplomático chileno decía: “El país del Altiplano continuará clamando por el mar. No es capricho suyo, es una cuestión de identidad, de patria, inolvidable, insoslayable, inmodificable”. Ahora ha llegado el tiempo del argumento jurídico en una confrontación judicial; los argumentos fuera de la Corte y la diatriba efectista están sobrando.

La demanda boliviana tiende a lograr que Chile reconozca sus ofrecimientos formales de 1950 y 1975 de negociar con Bolivia la cesión de una franja territorial soberana que conecte a nuestro país con el Océano Pacífico, y que, entonces, acepte una nueva negociación de buena fe. Eso es todo. No se trata de la vigencia del Tratado de 1904 como afirma caprichosa e insistentemente el canciller chileno, pues un nuevo entendimiento se circunscribiría a un territorio –supuestamente el de Arica consolidado posteriormente como chileno en 1929– no sujeto al mencionado tratado.

La demanda boliviana se basa en la teoría de los actos unilaterales o propios –los ofrecimientos lo son– que originan obligaciones internacionales. Sobre esto deberá fallar la Corte, nada más y nada menos. Es el tiempo de los juristas, no de los propagandistas ni de los polemistas. Por supuesto que si la Corte Internacional de Justicia de La Haya fallara a favor de Bolivia, se abriría la otra fase, la negociación con Chile que, en este caso, tendría una connotación adicional: la opinión del Perú, si la franja negociada se sitúa en un territorio que antes de 1879 perteneció a nuestro aliado. Ciertamente, este es un caso complicado y sólo puede resolverse si hay buena fe.

Lo sensato es que los funcionarios o voceros refrenen sus ímpetus, pues no contribuyen a posibles negociaciones.

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