Opinión

Tarjeta roja para la FIFA

2015-06-03 - 13:13:34
Dos escándalos de imprevisibles consecuencias han sacudido, la semana pasada, la atención de los bolivianos, uno: el sonado caso del huidizo súbdito peruano Martin Belaunde, que concluyó con su captura y posterior entrega espectacular a las autoridades de su país, la que nos trajo a la memoria aquellas películas del Far West, donde primaba el triunfo del cazarrecompensas, papel que en este caso, infortunadamente, le tocó desempeñar a S.E., en una situación bochornosa que será motivo de otro artículo y la segunda, y más importante, el escándalo de la FIFA destapado por la Fiscalía y el Departamento de Justicia de los EE.UU.

Ambos sucesos tienen una implicancia directa con nuestro país empero, el de la FIFA concita nuestra mayor atención, toda vez que encierra una verdad virtual insoslayable, como es el inexplicable involucramiento del Departamento de Justicia norteamericano, en un organismo que hasta hace muy poco tiempo les era relativamente extraño. De ahí que pensar que dicha determinación obedece a ribetes meramente deportivos, éticos o morales entraña un error garrafal y más bien, deberíamos detenernos en los factores de orden económico y político que determinan este caso y son los que han convocado la atención mundial.

En efecto, dicha decisión obedece a una investigación iniciada hace 12 años por el FBI y el Departamento de Justicia de los EE.UU. en razón a que la FIFA se había convertido en una suerte de organización mafiosa, montada por nueve directivos, que se apropiaron de millonarias sumas de dinero. De ahí que la fiscal Loretta Lynch afirmó que los implicados “corrompieron” el mundo del fútbol al menos durante 20 años. Sin embargo, pese a la lapidaria sentencia de la alta magistrada estadounidense y conociendo que con los EE.UU., dichos impasses económicos pueden ser superados, en tanto y cuanto estos sean pactados dentro de un marco de seriedad y exentos de toda mamada, desde un ángulo político, resulta explicable la severa actitud de la fiscalen especial, cuando en forma extraña, los ejecutivos de la FIFA dispusieron otorgar la sede del campeonato mundial a Rusia para el 2018,y a Qatarpara el 2022.

En lo que a Rusia serefiere, Vladimir Putin se adelantó en señalar que las acciones contra la FIFA eran un intento de impedir la reelección de Joseph Blatter y de que Rusia sea la sede del Mundial en 2018. Esta vez, el 007 ruso se equivocó en lo de Blatter, pero puede que esté muy acertado en su segunda afirmación, pues dicha medida de presión no debe estar descartada en el Departamento de Estado, como un arma letal contra el gobierno ruso.

Sin embargo, lo verdaderamente grave radica en la elección de Qatar, como sede del mundial 2022, ya que es el único país del Golfo Pérsico aliado a Siria y a Irán, en marcado contraste con el consenso árabe sunita y es, además, anfitrión regular de líderes islamistas. Su gobernante el jeque Hamadbin Califa al-Thani, es esencialmente anti-occidental y permite al movimiento terrorista Hamas tener oficinas y recaudar fondos en su territorio. Ante la creciente amenaza del fundamentalismo yihadista y la guerra abierta que se viene librando en contra de estas organizaciones terroristas resulta pues comprensible la intervención de los EE.UU. y la tarjeta roja para la FIFA.