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El camino más peligroso del mundo atrae a los turistas en Bolivia


2015-04-28 - 14:41:46

YOLOSA, Bolivia—Más de dos decenas de ciclistas han muerto en el llamado Camino de la Muerte, que desciende casi 3.600 metros desde los picos nevados de los Andes hasta la selva. Ese peligro es parte del atractivo.

Sin duda hay vistas impresionantes y cascadas burbujeantes a lo largo del serpenteante camino de tierra y gravilla de 65 kilómetros que cuelga precariamente de laderas de montañas casi verticales. No obstante, son las esporádicas tragedias, como cuando un ciclista no logra doblar una curva cerrada, haciendo que el Camino de la Muerte haga honor a su nombre, las que lo han convertido en una de las mayores atracciones turísticas de Bolivia.

Tres ciclistas, entre ellos un guía, han perdido la vida desde enero de 2014. Sin embargo, el tráfico de bicicletas en el Camino de la Muerte aumenta alrededor de 5% cada año, dice Mark Symons, un guía australiano de Gravity Assisted Mountain Biking, el mayor operador de tours en bicicleta de Bolivia.

Llegar abajo en una pieza “le hace sentir a la gente que de alguna forma engañaron a la muerte”, explica Symons. “El bombo publicitario nos sirve mucho. Nos alimentamos de él”.

También lo hacen otras 30 empresas de turismo, con nombres como Madness, Vertigo, Barracuda y Black Widow, que han aparecido en La Paz. Todos los días, acompañan a cientos de aventureros, en su mayoría extranjeros, por el Camino de la Muerte. En cambio, los bolivianos, algunos de los cuales conocen bien los aterradores viajes en autobús a lo largo de la ruta, evitan los tours.

“Te miran, con tu casco y tu bici, y te dicen: ‘¡Estás loco!’”, dice Marco Antonio Paco, un boliviano dueño de la agencia de turismo Pro Downhill, en La Paz.

El camino fue construido en los años 30 para conectar La Paz con una región selvática conocida como las Yungas. La mano de obra pesada fue proporcionada por soldados paraguayos capturados durante la Guerra del Chaco, en la que ambos países se enfrentaron por una región limítrofe desolada que se rumoreaba (falsamente) que contenía grandes reservas de petróleo. Isaías Mattaz, de 88 años, un agricultor jubilado de las Yungas, recuerda ver los prisioneros de guerra en uniformes verde oliva abriendo lentamente el sendero.

Tenían picos y palas y nada más”, cuenta Mattaz. “Fue un trabajo terrible. Algunos de ellos murieron. Pero gracias a ellos tenemos esta carretera”.

Durante décadas, el camino tuvo sus propias reglas. La más importante era manejar sobre el lado izquierdo. Eso permitía a los conductores que descendían mirar por las ventanillas del auto qué tan cerca estaban las ruedas del abismo.

Entre la niebla, la lluvia y desprendimientos de tierra, los accidentes cobraban la vida de entre 200 y 300 personas al año. Haciendo mención a las víctimas mortales, el Banco Interamericano de Desarrollo lo calificó en un estudio de viabilidad de 1995 como el camino más peligroso del mundo. Una carretera asfaltada entre La Paz y las Yungas fue inaugurada en 2007, lo que desvió casi todo el tráfico vehicular y convirtió el Camino de la Muerte prácticamente en un sendero para ciclistas, aunque uno lleno de recuerdos macabros.

Durante un recorrido con 14 ciclistas, en su mayoría europeos, Symons se detuvo después de apenas unos kilómetros y señaló un chasis de autobús oxidado en el fondo de un cañón. En otro precipicio se encuentra una placa que dice “Mártires de la Democracia”, en honor a cinco líderes de la oposición que fueron arrojados al vacío en 1944 por sicarios de la dictadura militar. Más tarde, los ciclistas pasaron por una pequeña cabaña en la que, según guías locales, vivió el torturador nazi Klaus Barbie, conocido como “El Carnicero de Lyon”, quien huyó de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial y a comienzos de los años 50 administró un aserradero en las Yungas.

El grupo de Symons se topó sólo con un par de camionetas. La ausencia de vehículos ha hecho un poco más seguro el Camino de la Muerte. La mayoría de las 22 muertes de ciclistas registradas en los últimos 17 años ocurrieron antes de la apertura de la nueva carretera de las Yungas. Sin embargo, al igual que conductores en una autopista vacía, los ciclistas suelen volverse menos cuidadosos.

Además, el hecho de que sea todo en bajada y requiera poco pedaleo atrae a personas de todo tipo y destrezas. Algunos cometen errores de principiante, como apretar sólo el freno de la rueda delantera, lo que puede hacerlos volar por encima del manubrio. Symons dice que las agencias de turismo de bajo costo proveen bicicletas de montaña en malas condiciones con pastillas de freno defectuosas. De todas formas, atribuye muchos de los accidentes a comportamientos tontos.

Algunos turistas, dice, se presentan a hacer el recorrido después de una noche de juerga y con resaca, o todavía borrachos. Otros son locos al volante. También hubo un hombre que colocó una cámara en el manubrio de su bicicleta y, mientras ajustaba su visor, pedaleó hacia un despeñadero, aunque sobrevivió.

En 2011, sin embargo, una japonesa de 32 años, Naomi Kanamura, estaba filmando a su novio con su iPhone cuando perdió el control de su bicicleta, cayó a un precipicio y murió de un golpe a la cabeza, pese a que llevaba un casco.

Por eso es que Symons trata de mantener un equilibrio entre ser un animador y un director de escuela. Para apuntalar la confianza de los turistas, menciona que una abuela de 75 años recorrió el Camino de la Muerte con destreza. No obstante, también menciona los barrancos de 500 metros de profundidad y les recuerda que lleva sólo 100 metros de soga para un rescate.

“Si es más lejos que eso, no hay prisa para bajar y sacarlos”, dice.

La gente se da cuenta de ese riesgo durante un descanso para beber agua en una curva pronunciada llena de cruces cubiertas de musgo. Una estaba hecha con la cadena y diente de engranaje de una motocicleta que llevó a su conductor hacia un barranco en 2013. Otra estaba grabada con el nombre de Theodore Dreyfus, un graduado de Oxford de 22 años que murió en 2009.

“Probablemente estaba alardeando y perdió el control de su bicicleta”, dice su padre, Dominic Dreyfus, un asesor financiero de Londres. “Supongo que fue la euforia. Me lo imagino con una gran sonrisa en su rostro”.

Dreyfus ha establecido un fondo que lleva el nombre de su hijo para hacer más seguro el camino. Las donaciones han financiado la compra de barandillas, radios bidireccionales y una ambulancia para paramédicos en una de las aldeas ubicadas en la ruta.

Los equipos de rescate ayudaron a salvar al ciclista posiblemente más temerario que haya pisado el Camino de la Muerte.


El 13 de noviembre de 2013, un paracaidista de salto base de Nueva Zelanda se lanzó por una rampa improvisada sostenida por neumáticos de auto hacia un profundo cañón. Sin embargo, no llevaba la velocidad suficiente para superar las crestas superiores y su paracaídas rojo y negro se abrió apenas chocó con la tierra. La bicicleta lo tiró de cabeza.

“Se rompió la muñeca, el coxis y se rompió ligamentos de rodilla”, cuenta Gustavo Bascope, un guía turístico que ayudó a rescatar al ciclista. “Pero estaba vivo”.

WALL STREET JOURNAL



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