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Las prostitutas de los Juegos Olímpicos


2016-08-03 - 10:04:51
A  días de las olimpiadas, el diario El País se sumerge en el día a día de unas brasileñas que dejaron estudios, hijos y familia para prostituirse durante los Juegos.

Brasileñas de todos el país que viajaron hasta Río de Janeiro para prostituirse cuentan el otro lado de los Juegos Olímpicos 2016, lejos de los estadios y las miradas del mundo. Atraídas por el aluvión de turistas que llegarán a los Juegos y la oferta de un club recién reabierto, dejaron familia, hijos y estudios para intentar amasar una pequeña fortuna durante el evento.

El País cuenta que algunas mujeres llegan a Río buscando una oportunidad de trabajo y otras fueron reclutadas por empresarios de la noche que manejan un club que ofrece placer a los que visitan la ciudad olímpica este mes.

María tiene 24 años y odia su trabajo, pero necesita pagar sus facturas. Su sueño es graduarse en la universidad como auxiliar de autopsia y continuar estudiando en el extranjero. Decepcionada con la promesa de dinero que la trajo a Río, abandonó tras cinco días la ciudad. "Solo vuelvo a Río para pasear", dijo.

Sin embargo, otras se quedan. En un apartamento, situado en el rico barrio de Jardín Botánico y pagado por los gerentes de un club de prostitución, conviven 13 mujeres en búsqueda de un futuro para cumplir sus sueños.

La oferta que estas mujeres recibieron incluía el viaje de ida para Río, alimentación, transporte y hospedaje gratis. A cambio, están obligadas a trabajar en un club ocho horas por día, de lunes a viernes, hacer que los clientes consuman y acostarse, cada noche, con el mayor número de hombres posible.

Las calles de los alrededores de la turística Copacabana ya arden con la presencia de decenas de mujeres que buscan dinero a cambio de sexo.

Cada mujer lleva tatuada una historia: hay una auxiliar de necropsia, una azafata de vuelo, una estudiante de fisioterapia, una aspirante a masajista con el Nuevo Testamento en el bolso y varias madres. También hay una miss y una futura ingeniera industrial que no quisieron conceder entrevistas.

Todas ellas tienen en común tres cosas: se acuestan con hombres por dinero, odian ese oficio y están en Río para hacer dinero durante los Juegos Olímpicos. Comparten también el sueño de comenzar de nuevo,después de los Juegos, todas se imaginan recuperando una vida normal. Esta es la cara oculta de Río 2016.

EL DEBER



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