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¿Por qué el mundo parece incapaz de respetar a Ben Affleck?


2017-01-27 - 19:05:53
Sus compañeros se ríen de él en todas las galas. La prensa no se lo toma en serio. El público lo ha convetido en un meme. ¿De verdad alguien como él se merece todo esto?

Según internet, cualquier chiste a costa del actor, director y canalla resulta automáticamente descacharrante. ¿En qué momento se ha convertido en el saco de boxeo de la cultura popular?

Los memes y los fenómenos virales nunca surgen de forma espontánea. Todos responden a una narrativa, a una percepción generalizada. Todos nacen cuando a alguien se le ocurre la combinación de dos conceptos y se integran en el ADN de la cultura pop. Un pantéon del que nunca desaparecerán cuando millones de personas lo ven, reconocen que la idea funciona y respaldan la inicitativa compartiéndolo. Da igual que no sea verdad. Basta con que lo parezca.

La imagen de Ben Affleck triste se ramificó cuando hace dos semanas el actor apareció en los Globos de Oro y puso la misma expresión de vacío existencial que el año pasado "revolucionó las redes" dando inicio el movimiento del Sad Affleck.

Todo empezó cuando el actor compartió una entrevista con Henry Cavill y, mientras el británico hablaba sin parar, Affleck parecía refugiarse en el rincón más oscuro de su alma. El meme introducía la canción de Simon & Garfunkel The Sound of Silence, y de repente todo encajaba. Las atroces críticas que recibió Batman v Superman, la cara de "por qué me he metido en este jardín cuando por fin había logrado respeto como director", la ridiculización del divorcio entre Ben Affleck y Jennifer Garner y el contraste de su expresión taciturna con el entusiasmo de Cavill, quien al fin y al cabo tenía mucho menos que perder que Affleck con esta debacle, contribuyeron a que el meme fuese recibido con fervor y muchos codazos virtuales.

Probablemente surgiese de una casualidad, quizá Affleck estaba pensando en si se había dejado el gas abierto, pero encajaba. Es una verdad alternativa, una postverdad. Una nueva forma de comunicación que resulta imposible de controlar. Pero por encima de todo, era la confirmación definitiva de que Ben Affleck funciona extremadamente bien como hazmerreir.

La pregunta, por tanto, reflota: ¿por qué Ben Affleck encaja en cualquier chiste? Todo el mundo ha visto alguna película suya –en la mayoría de los casos, para nuestra desgracia–, pero más gente aún conoce su vida personal. Y aunque nadie hable de ello explícitamente, los memes denotan que, a ojos de la opinión pública, Ben Affleck es una estrella barata. Una celebridad cutre. Un icono de rebajas. Basta con recopilar los chascarrillos que Hollywood ha hecho a su costa durante las entregas de premios: "A continuación, Matt Damon, la única persona a la que Ben Affleck no le ha puesto los cuernos", dijo Ricky Gervais de él en los Globos de Oro de 2016.

No ha sido el único compañero que se ha cebado con él.  "Tengo 10 o 12 chistes en mente sobre Ben Affleck, todos en torno a su pene" soltó Neil Patrick Harri, antes de los Oscars de 2015). Una parte del cuerpo que también escogió Chuck Lorre en la entrega del premio del sindicato de productores: "He meado al lado de Ben Affleck y sí, he echado un vistazo: less aseguro que va a ser un gran Batman", bromeó. Este año la tendencia sigue ahí. Jimmy Fallon, en los Globos de Oro, se acordó de él diciendo que "la mejor interpretación de Matt Damon ha sido decirle a Ben Affleck que le gustó Batman v Superman". Veremos qué pasa en los Oscar.  

En cualquier caso, lo que resulta evidente es que todas estas burlas nacen del desprecio hacia Affleck como artista. Algunas incluso le vulgarizan como hombre. Lorre aclaró después que el chiste iba a ser a costa de Martin Scorsese, pero a última hora cambió disparo a Affleck porque le pareció inapropiado atentar contra una leyenda. Affleck, sin embargo, lleva dos décadas en temporada de caza. Nadie espera que se le guarde respeto. Es más, el público se regodea en este ensañamiento, y Hollywood lo consiente. Él tampoco ha conseguido ponerle freno.

Los tumbos que ha ido dando Ben Affleck han forjado esa percepción colectiva de que es una estrella cochambrosa. Cuando salió con Gwyneth Paltrow, la actriz –que por otra parte nunca decepciona– se propuso redecorar el apartamento de su novio. Tras la ruptura, Affleck ingresó en un centro de rehabitilitación, obligado por su amigo Charlie Sheen. Y cuando Charlie Sheen te da consejos para mejorar tu vida, es porque has tocado un nivel de fondo inédito.

Después de Paltrow llegó Jennifer Lopez, a quien el actor pidió en matrimonio cocinándole pollo frito. Sus apariciones públicas, en las que ella a menudo iba en chándal, condujeron a la carretera sin retorno del esperpento cuando el videoclip de Jenny From The Block denunció el acoso mediático que "Bennifer" sufría: tomando el sol en un yate, Affleck aparecía acariciándole el legendario trasero –asegurado en un millón de dólares, para multiplicar esa imagen de pareja chocarrera– a su novia. Nunca se casaron, porque Affleck se corrió una juerga en un club de striptease con Christian Slater y Tara Reid,  pero Jennifer Garner le salvó de todas las formas en las que alguien puede salvar a otra persona. Con ella a su lado, Ben Affleck se convirtió en el director americano más prestigioso de su generación.

prestigio vs realidad

Adiós, pequeña, adiós,The Town y Argo embrujaron a la crítica y a la industria, que dio una palmadita en la espalda a Affleck con un Oscar a la mejor película para la tercera, pero acompañada de una bofetada en la cara ciertamente humillante: Affleck no consiguió la nominación a mejor director. El Affleck cineasta reconocía sentirse avergonzado por sus deslices con el cine comercial, y sus decisiones profesionales desprendían coherencia hacia esa mentalidad. Se pasó 13 años –desde Paycheck– sin protagonizar ni un solo blockbuster. Por eso, cuando regresó al dinero fácil con Batman v Superman, la narrativa de que Affleck estaba odiando cada segundo de esa campaña de promoción funcionaba tan bien. El mundo sabía que, a pesar de dignificar su currículum con tres éxitos como director, bastaba un tropiezo para volver a la casilla de salida.

Que Batman v Superman se estrenase en medio del divorcio con Garner –causado, no olvidemos, por la infidelidad más chabacana de todas: la niñera–, acompañado de titulares sobre cómo Affleck había sido expulsado de un casino por trucar las cartas durante una timba de póker, o sobre el veto del actor a un programa de Finding Your Roots de la televisión pública en el que se propusieron investigar su árbol genealógico y se toparon con un antepasado traficante de esclavos, alimentaron el escándalo, el ridículo y la ordinariez que Ben Affleck simplemente no puede quitarse de encima. Haga lo que haga.

En 1999 la edición americana de Vanity Fair coronó a Affleck como el hombre del momento con unas fotografías que le retrataban con esa imagen ordinaria que siempre le ha perseguido: con un cigarro en la boca, una camiseta de tirantes y unos tatuajes de los que debería arrepentirse –recientemente, un enorme ave fénix en su espalda hizo que hasta Jennifer Lopez se riese de él describiéndolo como "espantoso"–. Pero el caso es que Ben Affleck ni quiere ni puede ser un galán. No es Michael Fassbender, no es Ryan Gosling. Aquella entrevista incluía una confesión que hoy suena a profecía: "La imagen que la prensa ha dado de Matt [Damon] y yo es tan gay. Si hubiera leído esos artículos, habría pensado 'mira a estos dos putos niñatos, qué ganas de abofetearles'. Y en cierto modo yo mismo quería abofetearme".

Bad bromance

No ha hecho falta, ya se ha encargado internet de ello. Cuando Affleck fue elegido como el nuevo Batman, la broma de que Matt Damon debería hacer de Robin se extendió por las redes. Resultó inevitable, si tenemos en cuenta aquel video de Jimmy Kimmel en respuesta al pitorreo de su novia Sarah Silverman con la canción I'm Fucking Matt Damon. Kimmel contraatacó con una versión-venganza, I'm Fucking Ben Affleck, en la que se les veía muy acaramelados pintándose las uñas de los pies y paseando de la mano vestidos con shorts vaqueros y camisetas ajustadas de purpurina, porque eso es lo que hacen los gays, tío. Aquel fenómeno viral es un ejemplo más de cómo todo lo que rodea la imagen pública de Ben Affleck acaba discurriendo por el sumidero de la vulgaridad. Del chiste verde. Tanto cuando otros lo hacen a su costa como cuando él mismo intenta tomárselo con humor.

Hace 19 años que unos casi adolescentes Ben Affleck y Matt Damon subieron al escenario del Shrine Auditorium para recoger su Oscar por el guión de El indomable Will Hunting. El sueño americano nunca pareció tan blanco, tan colega ni tan homoerótico. Dos chavales de Boston, explotando su desparpajo, se interrumpían poseídos por la euforia del momento. Habían llevado a sus madres como acompañantes. El mundo entero aplaudió lo entrañables que resultaban. Hoy parece que esa espontaneidad de clase media ha dejado de ser el corazón de su éxito para jugar en su contra y convertirle en una piñata.

Hoy, el poster de su cuarta –y en absoluto casualmente descuartizada por la crítica– película como director, Vivir de noche, decora las marquesinas con un eslogan deprimente: "El sueño americano tiene un precio". Y nadie lo ha pagado tan caro como Ben Affleck. "Mi hijo cree que su papá es Batman. Y esa es una sensación increíble", explicaba el actor en The Guardian en una anécdota que involuntariamente suena a consolación. Más allá de la admiración de sus hijos, a Ben Affleck le debe de compensar mucho su trabajo. Sólo eso explica que siga encajando ganchos por parte de una opinión pública que, cuantos más errores humanos comete, más ignora que detrás de la estrella, y detrás del chiste, hay un ser humano.

VANITY FAIR



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