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Cuando el pueblo se movilizó en diciembre de 2005 para emitir su voto en las urnas y elegir un nuevo gobierno, nunca se imaginó que estaba facilitando la expansión del narcotráfico. Buscando el final de la partidocracia tradicional, ubicó en el gobierno a un grupo de cocaleros decididos a convertir a la hoja “sagrada†en el factor de acumulación económica y eje sobre el cual se produciría una gravísima escisión nacional.
Ahora el pueblo boliviano sabe que fue un error y por eso los indicadores de popularidad y aceptación del gobierno caen en picada. Del inicial golpe de imagen que se trató de exportar al resto del mundo mostrando a un indígena en el Poder hasta la verdad que ahora salpica el rostro nacional ensuciado por la coca para la cocaína, han transcurrido solo dos años y la verdad aflora descarnada.
El matutino La Prensa publicó el día domingo 6 de abril una nota que por sí sola debía haber generado una repulsa nacional y un debate serio sobre lo que está sucediendo en el país. Sólo la reunión entre Prefectos e Iglesia pudo bloquear las repercusiones de lo publicado en ella y los medios se perdieron, una vez más en lo anecdótico, para dejar a un lado el fondo de las cosas.
Quiero insertar lo más importante que dijo La Prensa: “Según las estadísticas nacionales proveídas por la FELCN a la revista, entre 2006 y 2007, más de 600 comunidades fueron la “tapadera†empleada por los delincuentes para instalar más de 20 mil pozas de maceración y fábricas de estupefacientes.
Cochabamba lidera las cifras con 330 pueblos involucrados, 166 de ellos pertenecientes a la provincia Chapare; le siguen Santa Cruz con 119 (Yapacaní concentró 31 de los casos); La Paz y El Alto con 82 villorios, 21 de éstos eran de la provincia Aroma; la provincia fronteriza de Yacuiba, en Tarija, con 26 aldeas... (más información en la infografía de estas páginas).
Los números no toman en cuenta a los Yungas (La Paz) y el Chapare (Cochabamba), regiones donde se presentaron en el último par de años 6.287 casos de este tipo (171 y 6.116, respectivamente), con la destrucción de 17 mil pozas y factorías de producción de droga en las cuales estuvieron inmiscuidos provincias, cantones, comunidades, áreas verdes protegidas y de colonización, sindicatos cocaleros e inmuebles cercanos a las carreteras. A la par, la Fuerza Especial ha determinado que el “encubrimiento rural†hacia el narcotráfico va de la mano, específicamente, de otro delito: el contrabandoâ€.
Esta es la base sobre la que descansa el señor Evo Morales máximo dirigente cocalero antes que Presidente de la República. Y ese es el gobierno que tenemos ahora. Lo que no sabíamos pero sospechábamos es que: “También hay otras áreas rurales potosinas próximas a Chile que caen en lo mismoâ€, sentencia Sanabria al retomar lo sucedido en Luzareta y Queñuani.
No especifica lugares, pero afirma que en otras zonas hay una participación directa o indirecta de los pobladores en la elaboración de pasta base de cocaína, especialmente por la falta de conocimiento de la Ley 1008. “Hay corregidores o jilakatas -contratados por familias- que los azuzan y les ofrecen ingresos extras y mejoras en la infraestructura de las localidades. A cambio, les exigen protección y que no pasen la información a los agentes de la Fuerza Especialâ€.
Este rubro intercambia la mercadería en la frontera. Sanabria revela que los dirigentes o parentelas rurales involucrados llevan la droga hasta los límites con Chile y la permutan por dinero o hasta por productos de contrabando, especialmente vehículos “chutos†(sin papeles de internación o robados en otros países). Por ejemplo: el kilo de pasta base se cotiza en Bolivia hasta en 1.200 dólares (2.500 dólares en Chile) y un coche último modelo “chuto†que traspasa el territorio chileno cuesta, en promedio, 5.000 dólares, entonces se trocan cinco kilos del narcótico por un automóvil del mismo precioâ€.
Si usted nota en la carretera La Paz - Oruro observará que como nunca se tienen coches de color blanco recorriendo como “taxis†de una comunidad a otra. Uno puede pensar que las remesas enviadas desde España hacen posible este crecimiento de los motorizados en el altiplano, pero ahora sabemos la fuente que los hace posibles. Y en el valle cochabambino sucede lo mismo. Estos son los “movimientos sociales†y el resultado de la cooperación intelectual de organizaciones no gubernamentales incrustadas en el Palacio quemado.
Estamos no cabe duda ante la empresa estatal más importante después del gas y que no tiene una contabilización seria en las cuentas nacionales. Estatal porque cuenta con el apoyo decidido del gobierno para facilitar toda esta tarea al narcotráfico.
No es extraño que desde estos lugares se produzcan movilizaciones mercenarias por instrucciones del gobierno para bloquear el Congreso, avasallar Sucre, bloquear caminos y lo peor para enfrentar el referéndum oriental del 4 de mayo. Total es la manera que tienen de pagar la protección de la que gozan.
Altiplano, valles y el oriente están abrazados por los tentáculos del narcotráfico por eso la resistencia, por ejemplo de Yapacaní y pueblos del norte cruceño en contra de las autonomías, la debilidad de Evo Morales es su propia debilidad. Y ahora podemos explicarnos por qué al gobierno no le interesa la economía nacional en su cara legal exportadora y hace caso omiso de la inflación que golpea a las urbes empobrecidas de las ciudades.
Está en otra cosa. Está en el negocio de la coca para la cocaína. Mientras trata de victimizarse ante la comunidad internacional, expande la coca con el escudo protector de la exclusión y la discriminación racial. No en vano Evo Morales se mostró como víctima de la censura internacional, en la cumbre de Río, diciendo que se lo trataba como narcotraficante desde hace mucho tiempo, sin que le puedan probar nada.
Ahora tenemos datos, hechos y lugares, el dónde, el cómo y quiénes lo hacen. ¿Será que podemos mirar al cielo para ignorar lo que sucede en nuestra tierra?