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Turismo informal, la receta cubana para mitigar las duras condiciones de vida en la isla




23/09/2017 - 13:02:45
Infobae.- Peque�o, cuadrado y promedio, el Lada es un autom�vil sovi�tico basado en el Fiat 124 que se empez� a producir en 1970 y tuvo mucho �xito en los pa�ses detr�s de la cortina de hierro. A pesar de que los m�s abultados "almendrones", los Chevrolet, Buick y Ford estadounidenses de los a�os 50", son ya un lugar com�n en las postales tur�sticas de Cuba, los Lada los superan en n�mero y contribuyen bastante m�s a la movilidad de los cubanos.

"En tu pa�s esto es parte del cementerio", dice a Infobae Daniel, un joven taxista de 24 a�os que maneja un Lada violeta y que se�ala el estacionamiento del aeropuerto internacional Jos� Mart�, donde tres de cada cuatro autos son un Lada, antes incluso de saber cu�l es ese pa�s con autos en sus cementerios.

En el panel de cuerina gastada se destaca un est�reo moderno, incrustado en un soporte que ni los dise�adores italianos y no los constructores rusos imaginaron, y una memoria USB aporta los �ltimos temas de reggaet�n y pop "que se escuchan en Estados Unidos".

Daniel no oculta su descontento con el gobierno, cree que s�lo "algunos viejos" apoyan el r�gimen de los hermanos Castro y desconf�a de la promesa de Ra�l de dejar el poder en 2018. Parece estar m�s interesado en mejorar su calidad de vida y se enoja con un gobierno al que acusa de cada d�a querer quitarle m�s de su dinero.

"Si yo fuera un taxista oficial, no podr�a trabajar porque el gobierno cree que yo gano 800 d�lares al mes y quiere cobrarme impuestos por esa cantidad, pero yo no gano eso", dice.

El sueldo promedio en Cuba, trabajando para el Estado, es de apenas unos 740 pesos al mes (cerca de 29 d�lares). Un viaje del aeropuerto hasta el centro de La Habana cuesta, en promedio, entre 30 y 50 CUC, la moneda tur�stica atada al d�lar, pero Daniel y otros taxistas tienen que pagar alquileres altos a los due�os de los autos y el combustible, antes subvencionado por Venezuela, hoy est� mucho m�s caro.

De todas formas Daniel es parte de una clase ascendente de cubanos que se dedica al turismo informal, ese que escapa a los hoteles de cadena europea, los gu�as de Cubatur o Havanatur y los Audi y Peugeot �ltimo modelo que proveen a la flota estatal de taxis, mucho m�s cara.

Sus traslados de turistas desde y hasta el aeropuerto, y entre casas de familia que alquilan habitaciones en diferentes barrios, le reportan un ingreso varias veces mayor al que recibe un cubano promedio, sea barrendero o m�dico cirujano.

Asimismo �sta y otras actividades permiten paliar las duras condiciones de vida en la isla que el reciente hurac�n Irma, que golpe� a Cuba con fuerza y provoc� al menos 10 muertos, parece haber vuelto a evidenciar.

La mayor�a de las fatalidades ocurrieron en el centro hist�rico de La Habana, donde miles de personas viven en viejas casonas que no han recibido mantenimiento en d�cadas y cuyas estructuras sufrieron con fuerza los vientos y el agua.

Pero el problema de infraestructura afecta a todo el pa�s y todos los rubros, y el turismo informal se ha convertido en una manera de mitigarlo.

La actividad, terminantemente prohibida durante el extenso gobierno de Fidel Castro, donde la ley de "asedio al turismo" imped�a que los cubanos que no trabajaban en las empresas estatales de turismo se acercaran siquiera a una persona con pasaporte, floreci� con la llegada de su hermano Ra�l Castro como una forma de ampliar, aunque fuera de manera m�nima, la iniciativa privada.

Las personas abrieron sus casas para ofrecer habitaciones y comida. Pr�cticamente todo auto se convirti� en un taxi ilegal en potencia y en la calle cualquier cubano se comenz� a ofrecer como gu�a de la ciudad, las costumbres y la revoluci�n, pero tambi�n como insistente agente del mercado negro y la prostituci�n.

El Estado, que antes ve�a en estas pr�cticas, al menos las primeras, una competencia contra su monopolio total, ahora permite, interviene y se lleva su tajada. Para lograr el permiso para alquilar una habitaci�n, por ejemplo, los propietarios deben invertir en aires acondicionados, mini heladeras, refacciones, toallas, entre otras comodidades para los turistas que muchas veces escapan a los cubanos y que s�lo se pueden comprar en tiendas estatales.

"Es una soluci�n al problema de falta de infraestructura tur�stica en Cuba", considera L�zaro, un gu�a que viste jeans, camisa a cuadros de manga corta y sombrero de paja y que trabaja para una de las principales agencias de turismo del Estado. De baja estatura y muy resuelto, �l mismo parece un panfleto de la Revoluci�n como los que se leen en grandes carteles sobre las rutas provinciales de la isla.

L�zaro naci� en una familia campesina en la provincia de Sancti Sp�ritu, en el centro del pa�s, donde no hab�a luz el�ctrica ni agua potable y donde todo pasaba por el cultivo de la ca�a de az�car y los ingenios.

Con la Revoluci�n emigr� a Trinidad, una antigua ciudad colonial que hoy es un destino tur�stico muy popular, y aprendi� a leer y escribir.

Ya identificado con los principios socialistas, L�zaro atendi� al llamado de la Rep�blica Democr�tica de Alemania, afectada por la falta de mano de obra tras la sangr�a de la Segunda Guerra Mundial, y dedic� cuatro a�os a trabajar en la industria del acero en Magdeburgo y Halle.

En esos a�os se convirti� en obrero calificado e hizo turismo en la esfera de influencia sovi�tica: visit� la ciudad arrasada de Dresden y cruz� la frontera hacia Checoslovaquia y Polonia e incluso camin� por las calles de Mosc�.

A diferencia de la Alemania Oriental, Cuba no pudo ofrecerle una industria pesada a su regreso, por lo que L�zaro decidi� sumarse a la ola de turismo internacional que a principios de 1990 estaba empezando a llegar a la isla, asfixiada econ�micamente y muy necesitada de d�lares por el colapso del precio del az�car y la URSS, en t�ndem.

Por esa raz�n L�zaro, que hab�a aprendido la lengua de Goethe entre fundiciones y ruinas, se dedic� a buscar turismo alem�n en Trinidad, actividad que sigue alternando con gu�as en el casco hist�rico de la ciudad.

"Se hicieron muchas cosas mal en Cuba, en especial con respecto al az�car y la gesti�n de las empresas estatales", analiza. "Pero no fue culpa del Comandante, sino de sus asesores", enfatiz� en referencia al fallecido Fidel Castro.

L�zaro defiende el turismo informal y su rehabilitaci�n de parte del Estado cubano, pero advierte por la diferencia de ingresos entre los que se dedican a estas actividades y quienes se esfuerzan para lograr un puesto en la universidad cubana.

"Para entrar a la universidad debes tener un promedio de 95 sobre 100, y gozas de un gran prestigio, pero estas personas que son las m�s inteligentes y las que hacen un trabajo m�s valioso en la sociedad ganan menos que quien limpia zapatos a los turistas o revende tarjetas de conexi�n a internet", explica.

Vestido con camisa verde de mangas cortas, corbata a rayas, pantal�n pinzado y zapatos negros, Miguel es m�dico y trabaja en un centro geri�trico para extranjeros. Su hermana, experta en virus como el Zika y el Dengue, se encuentra trabajando en Argentina

En sus momentos libres, Miguel mantiene un ojo abierto para los turistas y cuando estos le aceptan la conversaci�n les recomienda atracciones en La Habana o alg�n "Paladar", como se conoce a los restaurantes montados en casas de familia, donde recibe una comisi�n por cada extranjero que lleva a sus puertas y por cada plato de mariscos, los m�s caros, que convence de ordenar.

Y es que el turismo informal y esta incipiente iniciativa privada cubana parecen estar, tambi�n, basados en una actitud cooperativa. Consiste en una interminable red de amigos, familiares, conocidos y socios que llevan a los turistas de un lado a otro a cambio de una parte, y que incluso mostrar�n al viajante, si as� lo quiere, el otro lado de la isla donde la polic�a esquiva viste siempre de civil y la escasa comida se compra en tiendas de racionamiento: arroz en libras, leche hasta los 7 a�os, el pan diario y los duros cigarrillos cubanos sin filtro que raspan la garganta como si fueran una lija.

Los miembros de estas redes se destacan entre los dem�s. Visten ropa de marcas importadas, se permiten muy de vez en cuando unas vacaciones en los mismos cayos que los turistas y alguno, excepcionalmente, se mostrar� hablando con un iPhone de hace 5 a�os mientras "coge el viento" por las noches en el Malec�n. Esta forzada exuberancia del consumo los asemeja, a su vez, a quienes est�n bien conectados pol�ticamente o aquellos que tienen familia en la Florida o en la costa este y que reciben las remesas salvadoras.

Tal es el caso Juan, un taxista de la provincia de Las Villas con familia en New Jersey, quien maneja un Chevrolet modelo 1956 con motor de Hyundai y tiene que pagar 10 CUC por cada turista que le delegan en la calle quienes gritan "Taxi", y a los que llevar� desde Trinidad hasta los Cayos en el norte, donde proliferan los hoteles all inclusive y las playas que hacen de Cuba un destino privilegiado en el Caribe.

Juan sabe que afuera de las isla tambi�n hay diferencias y cobra distintas tarifas seg�n la nacionalidad. Por eso llena su Chevrolet de europeos y latinoamericanos y cuando tiene la oportunidad de un momento de intimidad con estos �ltimos dice: "ustedes pagaron 15 CUC, pero si los dem�s preguntan pagaron 30, para que no haya conflicto".

Los "almendrones" como el suyo pueden verse por toda La Habana junto a los Lada, y son el �nico transporte p�blico que parece posible para un turista muchas veces encantado con la deliciosa decadencia cubana y otras un poco desorientado por un sistema y unos c�digos que son �nicos.

Los cubanos, en cambio, viajan en "Guagua", el autob�s fabricado en China, el nuevo proveedor industrial de la isla, que recorre La Habana a trav�s de varias l�neas y siempre repleto de personas. Cuesta 40 centavos de CUC sin l�mite de distancia, frente a un m�nimo de 8 CUC en taxi para recorridos muy cortos.

Pero a bordo casi no se ven turistas, y cuando uno sube inmediatamente es recibido con miradas de extra�eza por la invasi�n de un espacio p�blico que les pertenece y de un mundo ajeno que han logrado construir. Pronto se sumar� tambi�n la decepci�n al recordar que un miembro de esa constelaci�n de contactos que buscan mejorar la vida diaria como sea, y que posiblemente est� montado en un Lada, se est� perdiendo el viaje lucrativo de la semana.

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