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- 2024-12-20
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Infobae.- En el corazón de Andalucía, una estructura megalítica se erige como testimonio de la habilidad y conocimiento de los antiguos constructores neolíticos. El dolmen de Menga, construido hace entre 5.600 y 5.800 años, desafía la noción de que las sociedades primitivas carecían de complejidad en sus técnicas de construcción. Este colosal monumento de piedra, que se encuentra entre los más grandes de la antigua Europa, revela un dominio sorprendente de la ingeniería, mucho antes de que monumentos como Stonehenge o las pirámides egipcias fueran concebidos.
La construcción del dolmen de Menga: un desafío de ingeniería
El dolmen de Menga es una cámara de 25 metros de largo, construida con 32 grandes losas de piedra, cuyo peso combinado supera las 1.100 toneladas, más pesado que dos aviones Boeing 747 cargados. Lo que hace especialmente impresionante esta estructura es la utilización de una piedra angular de 150 toneladas, aproximadamente cinco veces más pesada que el megalito más grande de Stonehenge. Estas piedras no fueron simplemente colocadas; fueron transportadas desde una cantera situada a un kilómetro de distancia y a una altitud superior. Para lograrlo, los constructores neolíticos utilizaron trineos y vigas de madera, demostrando un conocimiento avanzado de la fricción, la aceleración y el centro de masas.
La colocación de las piedras fue meticulosamente planificada. Cada una de ellas se posicionó verticalmente en cavidades profundas, con hasta un tercio de su altura bajo tierra, lo que proporcionaba una estabilidad adicional a la estructura. Las piedras se tallaron para que encajaran unas con otras, creando un sistema de soporte que evitaba errores, esenciales cuando se trabajaba con bloques de piedra tan grandes. Además, los muros del dolmen fueron inclinados ligeramente hacia adentro, formando un ángulo de entre 84 y 85 grados, lo que dio lugar a una cámara de forma trapezoidal.
Este nivel de precisión y planificación en la construcción del dolmen de Menga es un testimonio de las avanzadas habilidades de ingeniería de los pueblos neolíticos, que lograron levantar una estructura monumental con herramientas y recursos limitados, utilizando principios científicos que, en muchos aspectos, estaban muy adelantados a su tiempo.
Comparación con otros monumentos antiguos
El dolmen de Menga, aunque menos conocido en comparación con monumentos como Stonehenge en Inglaterra o la pirámide escalonada de Zoser en Egipto, es un logro arquitectónico que antecede a estos icónicos sitios por aproximadamente 1.000 años. Esta cámara de piedra, construida entre el 3600 y el 3800 a.C., se destaca no solo por su tamaño, sino también por las avanzadas técnicas de construcción que los ingenieros neolíticos emplearon, lo que lo convierte en uno de los monumentos megalíticos más impresionantes de la antigua Europa.
A diferencia de Stonehenge, cuyas piedras más pesadas alcanzan unas 30 toneladas, la piedra angular del dolmen de Menga pesa aproximadamente 150 toneladas, lo que subraya el colosal esfuerzo requerido para su transporte y colocación. Además, mientras que la pirámide escalonada de Zoser, construida alrededor del 2650 a.C., marca el comienzo de la arquitectura monumental en Egipto, el dolmen de Menga demuestra que los pueblos neolíticos de la península ibérica ya poseían un profundo conocimiento de la construcción mucho antes.
La comparación entre estos monumentos pone de relieve no solo las diferencias en escala y diseño, sino también en las culturas que los erigieron. Aunque cada uno de estos sitios sirvió propósitos diferentes y surgió en contextos geográficos y temporales diversos, todos comparten una característica común: son testamentos duraderos de la capacidad humana para superar desafíos técnicos con los recursos disponibles en su tiempo.
El dolmen de Menga, con su impresionante uso de piedras de gran tamaño, refleja un enfoque diferente al de Stonehenge, donde los megalitos fueron erigidos en círculos concéntricos, o al de la pirámide escalonada de Zoser, que se construyó como una estructura escalonada que marca un avance hacia las pirámides lisas. Estas comparaciones no solo subrayan la diversidad de logros arquitectónicos de la antigüedad, sino que también resaltan la importancia de reconocer y valorar los conocimientos científicos y técnicos desarrollados por diferentes culturas en distintos momentos de la historia.
Análisis geoarqueológico y descubrimientos recientes
En un esfuerzo por desentrañar los secretos detrás de la construcción del dolmen de Menga, un equipo de investigadores llevó a cabo un análisis geoarqueológico que ha revelado detalles fascinantes sobre las técnicas y conocimientos que poseían los constructores neolíticos. Este análisis, cuyos resultados fueron publicados recientemente en la revista Science Advances, utilizó imágenes y escaneos láser de excavaciones anteriores, combinados con descripciones etnográficas de las técnicas de construcción y la topografía de la región. Los hallazgos no solo confirman la monumentalidad del dolmen, sino que también proporcionan una visión detallada del ingenio científico detrás de su construcción.
El estudio reveló que las piedras utilizadas para erigir el dolmen fueron extraídas de una cantera situada a un kilómetro de distancia, en una elevación superior a la del sitio donde se erige el monumento. Esta localización estratégica permitió a los constructores aprovechar la gravedad para facilitar el transporte de las enormes losas de piedra, que probablemente fueron movidas sobre trineos de madera. Los datos obtenidos sugieren que los neolíticos entendían conceptos clave de la fricción y el centro de masas, lo que les permitió manejar de manera efectiva el transporte de estas piedras colosales sin dañar la frágil roca arenisca de la que estaban hechas.
Una vez en el lugar, los constructores emplearon técnicas sofisticadas para colocar las piedras en su posición final. Las losas que forman las paredes y columnas del dolmen se insertaron en cavidades profundas, de modo que hasta un tercio de cada piedra quedó enterrada, asegurando así la estabilidad de la estructura. Además, las piedras fueron talladas de manera precisa para que encajaran entre sí, creando una estructura autoportante que resistió el paso del tiempo.
Otro descubrimiento clave del análisis es el diseño trapezoidal de la cámara, que se logra mediante la inclinación de las paredes hacia adentro en un ángulo de entre 84 y 85 grados. Este diseño no solo mejora la estabilidad del dolmen, sino que también refleja un conocimiento avanzado de la distribución de tensiones, ya que la piedra angular más grande fue tallada para formar un arco rudimentario, una técnica que, según los investigadores, podría ser la primera evidencia documentada del uso del principio del arco en la historia de la humanidad.
Estos descubrimientos recientes subrayan la sofisticación de los conocimientos científicos y técnicos que poseían los constructores del dolmen de Menga. A pesar de trabajar con herramientas rudimentarias, estos antiguos ingenieros lograron crear una estructura que ha perdurado por milenios, demostrando una comprensión avanzada de principios científicos que aún hoy asombran a los investigadores.
Importancia cultural y posibles usos del dolmen de Menga
El dolmen de Menga no solo es una maravilla de la ingeniería neolítica, sino también un enigma cultural que ofrece pistas sobre las creencias y prácticas de las comunidades que lo construyeron. Aunque los investigadores no han determinado con certeza el propósito exacto de esta monumental estructura, se sugiere que cumplía una función funeraria, como muchos otros dólmenes de la época. Este tipo de construcción era común en Europa durante el Neolítico, y solía servir como lugar de entierro y ritual, reflejando la importancia de los ritos funerarios y las creencias en la vida después de la muerte en estas sociedades.
El dolmen de Menga es una cámara funeraria excepcionalmente grande, cubierta por un montículo de tierra, lo que sugiere que fue un lugar de gran importancia ceremonial. La orientación del dolmen también es inusual; a diferencia de otros dólmenes, que a menudo están alineados con eventos astronómicos, como los solsticios, el dolmen de Menga está alineado con la Peña de los Enamorados, una montaña cercana con una forma distintiva que podría haber tenido un significado simbólico o espiritual para los constructores. Esta alineación podría indicar un culto a las montañas o un respeto profundo por el paisaje natural que rodeaba el sitio.
Los enterramientos en el dolmen de Menga probablemente no eran comunes, reservados para individuos de alto estatus social, lo que sugiere que el sitio podría haber sido utilizado para reforzar el poder y la cohesión social de la comunidad. La monumentalidad del dolmen habría servido como un recordatorio visible y duradero de la influencia y autoridad de aquellos enterrados allí, así como de la capacidad colectiva de la comunidad para llevar a cabo proyectos de tal magnitud.
Además de su función funeraria, el dolmen podría haber sido un lugar de reunión o culto comunitario, donde se realizaban rituales o ceremonias. La construcción del dolmen de Menga habría requerido una gran coordinación y esfuerzo colectivo, lo que indica que la comunidad que lo construyó tenía una organización social compleja y creencias compartidas que motivaban tales empresas.
En resumen, el dolmen de Menga no solo es un logro técnico impresionante, sino también un reflejo de las creencias culturales y la organización social de las comunidades neolíticas de la península ibérica. Su función probable como sitio funerario y ceremonial destaca la importancia de los ritos y la religión en la vida de estos antiguos pueblos, y su construcción monumental subraya la capacidad de estas sociedades para llevar a cabo proyectos que desafiaban las limitaciones técnicas de su tiempo.
Impacto en el entendimiento de la ciencia neolítica
El estudio del dolmen de Menga ha revolucionado la comprensión de la ciencia neolítica, desafiando las suposiciones tradicionales sobre las capacidades tecnológicas y científicas de las sociedades prehistóricas. La construcción de este monumento megalítico, con su asombroso nivel de precisión y su uso avanzado de técnicas de ingeniería, sugiere que los constructores neolíticos poseían un conocimiento científico que va mucho más allá de lo que se había reconocido anteriormente.
Durante mucho tiempo, la ciencia neolítica ha sido subestimada, con la idea de que los pueblos prehistóricos operaban principalmente a través de la intuición y la tradición oral, sin un entendimiento formal de los principios científicos. Sin embargo, el análisis del dolmen de Menga revela que estos constructores no solo tenían un conocimiento práctico de conceptos como la fricción, el centro de masas y la distribución de tensiones, sino que también aplicaron estos principios de manera deliberada y precisa en la construcción del monumento.
El hecho de que las piedras fueran transportadas desde una cantera distante, posicionadas con precisión, y talladas para encajar de manera que asegurara la estabilidad estructural, indica un profundo entendimiento de la física y la ingeniería. Además, el diseño trapezoidal de la cámara y el uso de un rudimentario arco en la piedra angular demuestran un conocimiento avanzado de cómo distribuir el peso y las tensiones dentro de la estructura, algo que requiere un grado de planificación y comprensión científica que es impresionante para la época.
Uno de los aspectos más reveladores de este descubrimiento es la constatación de que estos conocimientos no eran fruto de un proceso de prueba y error, sino que reflejan una comprensión sistemática de los principios científicos. Según el arqueólogo Leonardo García Sanjuán, coautor del estudio, esta construcción es evidencia de una “ciencia neolítica”, un término que rara vez se había considerado en el estudio de estas sociedades. Este reconocimiento sugiere que los pueblos neolíticos tenían una cultura de la experimentación y la observación, elementos clave del método científico, que les permitió resolver complejos problemas de ingeniería.
El dolmen de Menga, por lo tanto, no solo es un monumento arquitectónico, sino también una prueba de la capacidad intelectual de los pueblos neolíticos. Su estudio está llevando a una reevaluación de lo que se considera como ciencia y quiénes la practicaban, mostrando que incluso en épocas tan tempranas, existía un conocimiento técnico sofisticado que sentó las bases para desarrollos futuros en la ingeniería y la arquitectura.
Este descubrimiento desafía la noción de que la ciencia y la ingeniería avanzadas comenzaron solo con las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma, sugiriendo en cambio que la semilla de la ciencia moderna fue plantada mucho antes, en los tiempos neolíticos.
Declaraciones de expertos y contexto científico
El reciente análisis del dolmen de Menga ha captado la atención de la comunidad científica, destacando la magnitud del conocimiento técnico que poseían las sociedades neolíticas. Varios expertos han ofrecido sus perspectivas sobre este notable descubrimiento, subrayando cómo estos hallazgos están cambiando la forma en que entendemos las capacidades científicas de los pueblos antiguos.
Michael Parker Pearson, arqueólogo del University College de Londres, expresó su asombro ante las habilidades de ingeniería que se necesitaban para construir el dolmen de Menga. “Siempre me han sorprendido las habilidades de ingeniería necesarias para construir este dolmen”, comentó a Nature News. Parker Pearson, aunque no participó en el estudio, reconoció la precisión con la que debieron trabajar los constructores, señalando que cualquier error en la colocación de las enormes piedras podría haber comprometido la estabilidad de toda la estructura.
El geólogo José Antonio Lozano Rodríguez, del Instituto Español de Oceanografía y primer autor del estudio, compartió su fascinación personal con el monumento. “Inicialmente, lo que más despertó mi interés por el dolmen de Menga fue su monumentalidad”, dijo en una entrevista con Interesting Engineering. Lozano Rodríguez destacó cómo su curiosidad lo llevó a profundizar en el estudio de este sitio, donde descubrió un nivel de conocimiento técnico que cambió su percepción sobre las capacidades de los pueblos neolíticos.
Por su parte, Leonardo García Sanjuán, arqueólogo de la Universidad de Sevilla y coautor del estudio, enfatizó la necesidad de reconsiderar nuestra visión de la ciencia en tiempos prehistóricos. En su conversación con New Scientist, García Sanjuán afirmó que las técnicas empleadas en la construcción del dolmen representan un claro ejemplo de “ciencia neolítica”. Añadió que nunca antes se había discutido este concepto porque se había subestimado la capacidad de estas sociedades para hacer ciencia de una manera similar a la moderna. Según él, “si cualquier ingeniero de hoy intentara construir Menga con los recursos que existían hace 6.000 años, no creo que pudiera hacerlo”.
Estos comentarios de expertos reflejan el creciente reconocimiento de que la ingeniería neolítica, como se ejemplifica en el dolmen de Menga, fue más avanzada de lo que se creía anteriormente. Esta reevaluación del conocimiento antiguo tiene implicaciones significativas para la arqueología y la historia de la ciencia, sugiriendo que las raíces del pensamiento científico podrían ser mucho más profundas de lo que se había asumido.