Viernes 04 de octubre 2024

Se acabó la fiesta, llegó la factura



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Dicen que cuando te llega la mala viene en paquete, algo de esto es lo que debemos tener en cuenta y no perder de vista. Lo que siembras cosechas, viejo dicho, nunca más cierto que ahora. Durante catorce años dejamos que unos bandidos sembraran la semilla de la corrupción y del derroche en nombre de los pobres, nos comenzaron a llamar hermanos y hacer creer que el dinero no se acaba, muchos se unieron a esta comparsa de la infamia y extendieron la mano para recibir la cuota del festín, bueno ahora llegaron los tiempos de la factura.

El costo del derroche es muy caro, carísimo! Dos caras tiene ahora la realidad. Aquella que aún nos deja el tufillo de la fiesta y el desorden de las cosas usadas o adquiridas al calor del festín.

De 50 mil millones de dólares recibidos extraordinariamente, nos quedan 5 mil, justo ahora, cuando la pandemia se apodera de nosotros aprisionando con sus tentáculos nuestras gargantas. El gas que fue la riqueza heredada por los bandidos ha quedado sin las reservas suficientes que nos garanticen al menos ocho años más para exportar y consumir lo que requerimos. Su precio, ahora, es el 10 por ciento del precio que nos pagaban antes, esto nos deja con ingresos menguados que serán menores al 50 por ciento de los ingresos anteriores. En las ultimas horas la caída del precio del petróleo a -37,63 dólares el barril, hecho sin precedentes, afectará según los entendidos en un 75% a los ingresos provenientes del gas.

Ya a partir del año 2015 los superávits fiscales y comerciales cambiaron de rostro, volvieron a ser déficits. Ingresos menores significan gastos menores, y cuando esto no sucede para cubrir la diferencia necesitas endeudarte. Para eso hay que recurrir a los que tienen dinero y quieran dártelo. Todo prestamista quiere un interés por su préstamo y garantías de su devolución. Bolivia con la Constitución Política que tiene, no le otorga garantías al capital externo por eso será muy difícil que existan inversores. Los organismos financieros internacionales podrían atendernos a cambio de que disminuyamos nuestros gastos y les demostremos que nos queda un saldo para devolverles su préstamo.

Qué podría el gobierno actual o el que viene recortar del gasto: ¿Las planillas de los burócratas del sector publico, las subvenciones a la gasolina y diésel, los proyectos de infraestructura, el gasto en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, los sueldos de los maestros y salubristas, las asignaciones a las universidades, a las gobernaciones, alcaldías, a las empresas publicas deficitarias y burocratizadas? Cualquier gasto que recorte ese gobierno tendrá problemas sociales muy graves.

Mientras tanto, la Banca comienza a mostrar una mora acentuada que está reflejando las cuotas impagas de sus clientes, que a su vez comienzan a tener problemas de liquidez. La cuarentena ha resultado un factor agravante en este caso, las reprogramaciones de deuda no serán suficientes para evitar el crecimiento de la mora. La burbuja del crédito barato explotará con sus efectos sobre la actividad económica paralizada por la pandemia.

El resultado de esta situación es explosivo: menores ingresos fiscales y mayores gastos fiscales, producen déficit y luego se necesita crédito externo. No hay inversionistas para prestarle al Estado, no hay garantías para ellos, quedan entonces los organismos financieros internacionales, ellos quieren reajuste en el gasto. No se puede. La única salida es emitir billetes sin respaldo. Luego el dólar se dispara por demanda de los agentes económicos, las reservas internacionales disminuyen aceleradamente y el gobierno se ve obligado a decretar limites para la tenencia de dólares, esto aumenta la demanda y nace el mercado paralelo de compra venta de divisas, los precios de bienes y servicios aumentan, los ingresos disminuyen su poder adquisitivo y comienza la inflación.

Esta es la factura que podríamos pagar por el derroche que hizo Evo Morales y su ministro Luis Arce. El gobierno conoce esta situación, los candidatos a la presidencia también, nadie puede decir que no sabían. Por eso, es difícil, inexplicable, comprenderlos cuando ofertan a sus electores mas de lo mismo: bonos por doquier, sostenimiento de las empresas publicas deficitarias y/o burocratizadas, creación de nuevas empresas, mantenimiento de la burocracia estatal, mejores sueldos para el Ejercito y la Policía, obras en carreteras y otros proyectos que dan redito político, todo esto sin decir a nadie como piensan financiarlas.

Se nota una tozudez rayada en la locura querer seguir con el mismo Estado moribundo y sin remedio. En 1985 se buscó el camino para sacudirse del peso que representaba su presencia en todos los ámbitos de la economía, en 1993 se trató de reducir ese peso con la presencia del capital extranjero como socio estratégico y esos esfuerzos se diluyeron por la persistencia política de calificar a las sociedades anónimas mixtas como enemigas de los intereses nacionales. Ese calificativo de “vende patria” hizo posible que el año 2005 se instaurara un gobierno retrógrada que llevó la economía al retorno de los años setenta. Y de no mediar el alza de precios de las materias primas en el mercado internacional, ese gobierno no hubiera durado tres años. Gracias al capitalismo tuvimos ocho años (2006-2014) ingresos extraordinarios para derrocharlos en una fiesta de corrupción que fue para que unos pocos se enriquecieran a costa de los mismos pobres que se sostuvieron como colchón político de los bandidos.

¿Por qué ahora se quiere continuar con este modelo que afianza la dependencia económica y nos hunde en el atraso tecnológico?